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Seat

En efecto, el dinosaurio desapareció porque era un dinosaurio; afortunado chiste soviético autocrítico que me contaron en el Moscú de la perestroika, chiste del que ignoro cómo se habrá reciclado en la nueva situación. Supongo que la desaparición del dinosaurio ni siquiera la pudieron lamentar los dinosaurios, porque no quedó ni uno vivo para sentirlo y los animalitos más pequeños de la familia dijeron "...que me quede como estoy" y a sobrevivir, que la supervivencia biológica es una cosa muy dura. Observo que algunos comentaristas de la crisis de Seat, cuando no se van por los trémolos de desgarrarse las vestiduras por la decadencia de nuestra economía productiva, hablan del caso como si presenciaran asépticamente la desaparición de algo obsoleto, y desde esta filosofía se impugna a cualquier institución o movimiento social que trate de oponerse a la fatalidad de la evolución de las especies.Si desapareciera Seat de la Zona Franca de Barcelona, se esfumarían unos 40.000 puestos de trabajo; es decir, caerían en la más concreta angustia existencial entre 120.000 y 150.000 seres humanos dependientes de esos puestos y el mercado que abastecen y les abastece, en zonas ya de por sí amenazadas por la crisis del mercado de trabajo y de la cultura del trabajo.

Contemplar ese epifenómeno de la evolución de las especies económicas con frialdad tecnológica, arrugando la nariz ante cualquier esfuerzo de voluntad política para evitar esa catástrofe, traduce cómo las gastan algunos científicos sociales o creadores de opinión que superponen, como un calco, el morbo de la muerte del Hombre con la desaparición del Dinosaurio.

Pues bien, querido Gálvez, demasiado para ti y para mí. Señoritos así... a montones y no siempre de derechas.

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