González, con los 'cascos azules' en Bosnia
El jefe del Gobierno anuncia una visita del Rey y sugiere que España revisará su papel en la zona
ENVIADO ESPECIAL El rey Juan Carlos viajará próximamente a Bosnia-Herzegovina para visitar a las tropas españolas, que este mes cumplen su primer año de misión humanitaria en los Balcanes. Así lo anunció ayer el presidente del Gobierno, Felipe González, a los 300 soldados y mandos destinados en la base de Medjugorje, en la zona de Bosnia bajo control croata. En medios de la Agrupación Madrid se especula con que la visita real se producirá en las navidades. "Es mi obligación y un gran placer para mí transmitirles el saludo, aliento y solidaridad de su majestad el Rey", dijo González a los soldados en el comedor de la base. "A él le gustaría estar aquí con ustedes en este momento, y probablemente se brinde esa ocasión", agregó.
El presidente del Gobierno, que regresó ayer a Madrid a las 21.30, permaneció seis horas en la antigua Yugoslavia, donde visitó a los 1.100 soldados españoles desplegados en la zona. Procedente de Viena, González llegó a las once de la mañana al aeropuerto de Split (Croacia), donde charló 10 minutos con el jefe de los cascos azules en Bosnia, el belga Francis Briquemont. A continuación se desplazó en un helicóptero Sea King británico de la ONU a Medjugorje, acompañado por el jefe de las Fuerzas de Acción Rápida (FAR), Víctor Suances; el número dos de Briquemont, el general español Luis Feliú, y el coronel jefe de la Agrupación, Luis Carvajal.La visita, a pesar de excluir el destacamento de mayor riesgo, Jablanica, no pudo sustraerse al ambiente bélico. Cuatro blindados con cañones se apostaron en la explanada usada como helipuerto. El helicóptero presidencial lanzó antes de aterrizar dos bengalas de las empleadas para desviar misiles.
La caravana, con el Nissan blindado de González, cambió sobre la marcha el itinerario y entró por una puerta trasera del cuartel. Ante la entrada principal, un centenar de mujeres y niños croatas, transportados en autobús por las autoridades locales, se manifestaron pidiendo la libertad de sus maridos y padres, en poder de los musulmanes.
Liberado del chaleco antibalas y del casco, que se resistía a ponerse, González compartió rancho con los soldados: macarrones, filete con puré de patatas, ensalada y pastel, además de una copa de cava y un puro para celebrar la ocasión. Ninguno de los comensales se puso en pie cuando el presidente entró en el comedor con su bandeja.
Antes de comer, González manifestó a los militares con cierta vehemencia: "Nosotros estamos en Bosnia sin ningún interés mezquino. Aquí no buscamos influencia, ni mucho menos petróleo, que no hay. Nuestro único interés es la paz".
Desprovista de solemnidad, la visita tuvo un momento emotivo cuando González depositó una corona de flores ante el monumento en memoria de los 10 cascos azules españoles muertos en Bosnia. Fue en el campamento de Drazevo, al que se trasladó desde Medjugorje.
La colaboración de la policía local evitó al blindado del presidente las pedradas con que los vecinos suelen recibir a los convoyes y el obstruccionismo sistemático de los controles militares. A pesar de fue un día tranquilo en la zona, la contemplación de las casas destruidas en el valle del Neretva aumentó el sentimiento de "desolación" que González expresó a su llegada. "Si se pudiera trasladar esta realidad para que se conociera por los ciudadanos españoles", manifestó, "tendríamos muchísima más capacidad para ponernos de acuerdo e intentar superar algunos de los pequeños problemas, en términos relativos, que tenemos [en España]".
El jefe del Gobierno aludió posteriormente a la creciente hostilidad de la población hacia los cascos azules y advirtió: "Nosotros tenemos que asumir la responsabilidad que hemos adquirido, pero no en cualquier circunstancia. Las partes en conflicto tienen que comprender que no pueden hacernos la vida absolutamente imposible".
Sin vocación de permanencia
[González advirtió también que España "no tiene una vocación de permanencia" en la zona y que "reconsideraría" su contribución a las fuerzas de la ONU si tarda en concretarse un acuerdo de paz, informa France Presse.]
Desde el destacamento de Drazevo, González charló a través del satélite Hispasat con los soldados destacados en la zona musulmana de Mostar, donde sirven de escudo a 55.000 personas cercadas en el barrio musulmán, y con el campamento de Jablanica, aislado desde hace una semana. El teniente Mata, responsable de la patrulla en Mostar, se llevó un sobresalto cuando a su pregunta "¿Mi teniente coronel?", alguien contestó por teléfono: "No. Soy el presidente del Gobierno".
En Drazevo, González se subió a un blindado BMR y comprobó la incomodidad de este vehículo, donde los cascos azules pasan a veces 48 horas. También charló con jefes, oficiales y soldados, que le mostraron su mascota: una tortuga llamada Macarena, con el caparazón pintado de blanco y las siglas de la ONU.
La inesperada visita del presidente -la mayoría de los soldados se enteraron por la televisión- fue bien acogida en general. "Está bien que venga, porque así la gente se da cuenta en España de que aquí se está haciendo algo importante", decía el subteniente Sancho. Esteban Espinós, soldado profesional, afirmaba: "Mejor si viene la novia, pero está bien que venga". El cabo José Antonio Lozano reconocía que la visita les había dado trabajo, pero "ayuda a salir de la rutina. Además", añadía, "si viene el presidente, nuestras familias piensan que aquí no hay peligro".
González había dado en Viena, poco antes de partir hacia Bosnia, un nuevo argumento, el carácter civil del conflicto, para justificar la no intervención. Ante las cámaras de la televisión de Austria, hizo un encendido elogio de la labor del contingente de cascos azules españoles, informa Ignacio Cembrero. Reconoció además el jefe del Gobierno que "probablemente es una crítica justificada" el reproche que le hizo el jueves el líder del PP, José María Aznar, por no haber visitado antes a los soldados. En su descargo, señaló que estuvo a punto de viajar allí en abril, pero "hubo unos problemas" de transporte desde Split que obligaron a cancelar el viaje.
Hasta ahora González explicaba la no intervención de los europeos por la carencia de instrumentos para hacerlo. La Unión Europea, que consagra el Tratado de Maastricht, no ha entrado en vigor, recordaba, y la CE no dispone todavía de una política exterior y de seguridad común. Ayer describió el conflicto como una guerra civil "lo que conlleva una mayor dificultad para la intervención externa".
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