"Ganamos la batalla a la especulación, pero no la del dinero para ladrillos"
Millares de familias pueden tener aún las viviendas que les había prometido PSV. Hay unos cuantos peros: basta con quitar a Carlos Sotos de enmedio, inyectar 73.000 millones de pesetas de la banca pública y que entren "nuevos socios industriales y financieros". Así de fácil lo ve el hombre que ha dirigido las empresas de UGT desde las épocas de euforia hasta el desastre actual, cuando el grupo ha llegado al borde de la quiebra técnica.
Pregunta. Usted atribuye los problemas en la entrega de viviendas a retrasos de la Administración en las licencias, bloqueo financiero o discrepancias entre el sindicato y el Gobierno. ¿Y usted no tiene responsabilidad de gestión?
Respuesta. Sí, claro. Lo que pasa es que hay que medir cada parte. Si la gestión del suelo es lenta y rigurosa, y creo que eso está en pleno debate entre Solchaga y Borrell, ¿qué hay detrás de esto? El suelo es el elemento determinante del encarecimiento del precio de la vivienda. Y la gestión del suelo es lenta. En este proyecto hemos pasado, en cinco años, de cero metros cuadrados a seis millones de metros cuadrados de suelo gestionados, o sea, que hemos ganado la batalla contra la especulación. ¿Hemos perdido la batalla del ladrillo? Yo creo que no, sólo que está generando un poco más de tensión social. Cuando este proyecto se puso en marcha, aplaudieron todas las administraciones y la opinión pública, pero desde determinados sectores se veía la enemiga. Javier García Valcárcel, presidente de la asociación de promotores-constructores, me dijo hace dos años: "Nuestro problema no es el cooperativismo, sino PSV, que nos quita el mercado de la primera demanda de vivienda". En todo caso, de mis errores he respondido suficientemente.
P. Si usted hubiese pagado seis millones de pesetas por algo, y al cabo de varios años no ve más que acusaciones de despilfarro y quiebra, ¿hasta dónde estaría dipuesto a llegar?
R. Tendría que comprobar si con esos cinco millones -que no seis- se ha hecho algo o no. Y si yo voy a Valdebernardo y compruebo que con ese dinero se ha comprado un suelo en una zona privilegiada de Madrid, se ha urbanizado y está todo a punto para empezar la construcción, me parecerá un poco mal no haber empezado a edificar seis meses antes, pero habré invertido bien mis ahorros.
P. ¿Cuántas personas han reclamado la baja de la cooperativa en los últimos meses?
R. Muy pocas. Es un hecho absolutamente positivo. Los cooperativistas protestan porque quieren su vivienda, pero no se van. Y quieren su vivienda por una sola razón: porque es la más barata del mercado. ¿Por qué no se van los de Valdebernardo? Sencillamente, porque las viviendas de Moratalaz, justo enfrente se están construyendo entre 30 y 35 millones, y las nuestras están entre 11 y 13. Otra cosa es que la gente tome precauciones y pida garantías, y eso es lo que estamos haciendo: dar garantías, incluida mi salida.
P. Los argumentos de los bancos no parecen un capricho: le han negado el dinero porque aprecian demasiada concentración de riesgos.
R. No hemos sido capaces de convencer al sistema financiero de que no se trataba de 73.000 millones de pesetas de riesgo, sino de 10.000 préstamos de 7 millones cada uno. Tal vez el hecho de que el proyecto fuera de un sindicato ha determinado cierto distanciamiento.
P. ¿De la banca pública?
R. Nosotros hemos trabajado con financiación a corto plazo de la banca comercial privada. Lo que hacía falta era que la banca pública fuera capaz de absorber el proyecto, incluso interviniendo en su gestión, oferta que, por cierto, hice hace tiempo. Hemos confiado más en que un proyecto en marcha, garantizado por UGT, iba a traer la cooperación con las administraciones que estaban haciendo planes de vivienda y el acuerdo final.
P. O sea que la banca pública no le ha comprendido.
R. Se han dado circunstancias de cambio en el seno de la propia banca pública, que está en una dinámica de ir a productos rentables y balances muy presentables para operaciones de privatización. La consecuencia es que financiar vivienda social, de baja rentabilidad, no es el producto estrella que les ha interesado hasta ahora.
P. Pero de todo esto, ¿qué saben los cooperativistas? ¿Qué se les ha contado antes de embarcarles?
R. Los cooperativistas no tienen por qué entrar en la complejidad de la gestión. Hemos puesto encima de la mesa la posibilidad de transformar el modelo de gestión del proyecto, desde hace dos años, incluido el cambio del equipo directivo. Si durante dos años no se financia el proyecto de PSV, al final hay problemas.
P. ¿Por qué no advirtieron a los cooperativistas de que la marca UGT no bastaba para garantizar sus viviendas?
R. Es que nunca pensé que íbamos a tener problemas con la financiación. Creí que nuestras dificultades iban a ser la batalla de la gestión del suelo, las licencias, el proceso inmobiliario: pero la financiación la daba por supuesta. Fue un error de cálculo. No me importa reconocer que en una circunstancia en que el Gobierno estaba vendiendo planes para hacer 460.000 viviendas, el Ayuntamiento de Madrid estaba adjudicando el Plan 18.000 y la Comunidad de Madrid firmaba un convenio para el área metropolitana, creí que la financiación iba a venir predeterminada por la propia bondad del producto. Y es absolutamente lamentable que se haya lanzado a la opinión pública la idea de que esas necesidades de financiación son un agujero o de que nos hemos marchado con el dinero.
P. ¿Hay alguna promoción de PSV en peligro?
R. La gran confusión que se está produciendo es que el patrimonio de las promociones de PSV en obra está adscrito ya a los cooperativistas. No peligra ninguna.
P. ¿Cuánto han entregado hasta ahora los cooperativistas?
R. En total, incluidas las aportaciones que se transfieren a través de IGS, son 37.671 millones de pesetas. Y las existencias en suelo y promociones, como contravalor, son 72.793 millones.
P. Pero gran parte de ese suelo se lo han cedido las administraciones.
P. Una cosa es que nos hayan dado el suelo barato, y otra que nos lo hayan regalado. Por cierto, si yo valorara a precios de mercado el activo de PSV e IGS, podría reventar teóricamente de beneficios.
P. ¿Quién decidió que se invirtiera dinero destinado a viviendas en una compañía de seguros, una agencia de viajes, restaurantes, revistas lujosas y monumentos galácticos?
R. Vamos a ver: nosotros hemos pasado de 120 millones de capital en 1988 a más de 7.500 millones en un ciclo de cinco años. ¿Tengo que arrepentirme de esa gestión terrible? En 1991 tomamos una decisión, que yo no llamo compartida, entre UGT y la fundación que está en el accionariado de IGS. UGT tenía empresas con problemas, que necesitaban capital; veíamos que nuestro negocio inmobiliario iba bien y absorbimos esas empresas en IGS para sanearlas y generar desde ahí una gran corporación de servicios, al estilo de los sindicatos alemanes. ¿Qué es lo que sucedió? Que a
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