Gracias a unas fotos polvorientas
Antonio Poncela, que ahora tiene 36 años, pasó sus primeros tiempos como bombero del Ayuntamiento de Madrid, hombro con hombro con Heliodoro García, que estaba a punto de jubilarse y que se subía al camión como loco para salir a los incendios (aunque luego hubiese que ayudarle a montar en la grúa). En las guardias del parque número I, el de la calle de Santa Engracia, era moneda común azuzar a Celestino Mancebo, El Pajarito, para que contase batallas y gastarle alguna broma, en forma de pescozón, a Mandi, el antiguo luchador. La ventaja era que Anselmo Manrique, de tan fuerte, se movía lento, como los animales grandes.Poncela disfruta, como si él mismo lo hubiera vivido, contando las aventuras de sus compañeros veteranos, y eso que él ha sufrido sus propios avatares. Del incendio de Almacenes Arias guarda una cicatriz imponente en una pierna. Es fotógrafo también, y hubo un día en que se preguntó por qué los sudores de los bomberos viejos no iban a tener quien los guardase. Así que puso a todo el cuerpo a rebuscar por los cajones a la caza de fotos polvorientas. Ha sido él quien ha reproducido, en su casa y entre guardia y guardia, las fotos sobadas que le iban pasando los bomberos jubilados y las viudas.
Su botín constituye la única memoria gráfica de un cuerpo que tiene más de 400 años. Una muestra del centenar de fotos que guarda Poncela se publica aquí. Los días en que no se pone el uniforme, sigue buceando en los archivos, para engordar su tesoro.
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