La vanguardia pictórica rusa
Tras exhibirse en el Museo de Nantes y la Galería Nacional de Edimburgo, la Fundación Central Hispano presenta la exposición La vanguardia rusa (1905-1925) en las colecciones de los museos rusos, donde se recogen más de 80 Obras de 35 artistas diferentes, lo que, de entrada, nos da una idea de la envergadura de esta iniciativa.En todo caso, conviene saber, también desde el principio, que están representados casi todos los mejores, con obras importantes y, a veces, no conocidas, lo que, en este tema de la vanguardia soviética, estos años tan de moda en Occidente, constituye una puntualización muy necesaria.
Casi no hay que explicar el origen de esta moda o expectación occidental por conocer un asunto de suyo fascinante, pero que, a fuer de invisible, acabó transformándose en algo mítico. Así, desde que ya hace casi 15 años el Gobierno francés logró exhumar parte de este patrimonio vedado mediante la exposición de París-Moscú, no se ha dejado de insistir, con los rótulos más variados, sobre este mismo tema.
La vanguardia rusa en las colecciones de los museos rusos
Fundación Central Hispano. Marqués de Villamagna, 3. Madrid. Hasta el 30 de noviembre.
En nuestro propio país, de una u otra manera, también se ha revisado el arte de esta vanguardia soviética mediante no menos de una docena de muestras diferentes durante aproximadamente los últimos diez años, algo que hay que tener en cuenta para valorar, como se merece, la presente iniciativa, que en absoluto es una más.
En este sentido, como apuntaba al principio, no sólo están algunos de los mejores -Malevich, Kandinsky, Larionov, Rodchenko, Popova, Exter, Goncharova, Kliun, Rozanova, etcétera-, sino también otros aún no suficientemente conocidos o desconocidos por completo, todos ellos representados con obras dignas.
Se nota, por tanto, que el comisario de la muestra, Henry-Claude Cousseau, ha trabajado duro explorando los fondos de los museos provinciales de la hoy Federación Rusa, en cuyos almacenes este formidable conjunto desperdigado dormía el sueño de los justos. Y nos alegra comprobar que muchas de estas obras no fueron destruidas en su momento como les ocurrió desdichadamente a la mayor parte de sus autores, aunque, también ahora lo podemos verificar por inducción, esta preservación patrimonial no fue muy esmerada, porque lo que en este momento tenemos a la vista resplandece con un trabajo restaurador de los de a destajo. Por lo demás, el grueso de la exposición se centra en la década quizá más apasionante de esta vanguardia, la que va de 1910 a 1920, y la especialidad monográfica elegida ha sido la pintura. Esta perspectiva cronológica permite, por su parte, que se puedan revisar casi todas las tendencias más características de esa efervescente vangirardia, desde el simbolismo y el expresionismo al cubo-futurismo.
Quizá, a sabiendas de contar con estas bazas, los responsables del montaje madrileño han forzado un tanto didácticamente el recorrido de la obra expuesta a través de los grupos, lo que, como quiera que han de seguir esta historia sólo con pinturas, la especialidad en la que predominó comparativamente más el eclecticismo vanguardista, puede crear, en el visitante no preparado, cierta confusión.
Con todo, insisto, el conjunto es formidable, con Malevich de casi todas las épocas, algunos Kandinsky verdaderamente soberbios, excelentes Larionov -del que no se puede dejar de citar su Venus de la soldadesca (1912)-, exquisitas composiciones de la Exter, un par de sorprendentes Filonov. Cuando, por otra parte, los nombres artísticos son menos familiares y la calidad es patente, entonces la sorpresa y el entusiasmo se hacen mayores, tal y como ocurre con los cuadros de Konchalovski, Lebedev o Strezeminski. En definitiva: que hay que felicitar a la Fundación Central Hispano por este esfuerzo.
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