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Olores a la vista

Sesenta aromas diferentes se exponen en el Museo de Ciencias Naturales

Elsa Fernández-Santos

Sirven para atraer, para repeler, para relajar o para recordar. Nadie los ha visto nunca, pero todo el mundo los reconoce. Son los olores, sustancias volátiles e invisibles capaces de trasladar la mente a los brazos de nuestra abuela o a los de una gran pasión.Desde hoy, 60 aromas diferentes convivirán, encerrados en unas pequeñas y modernas vitrinas de metacrilato, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en la exposición Por narices. Aroma a rosa, a violeta, a mirra, a canela, a lirios del valle, a limón, a bálsamo de benjuí o a almizcle, fragancias -algunas tan repugnantes que revuelven el estómago- que nos recuerdan que el olfato -el gran olvidado de los cinco sentidos, según los organizadores de esta muestra- es tan importante, o más, que la vista.

Dicen que el rey Salomón se perfumaba con el líquido que la civeta, un pequeño animal africano, segrega por el ano. Una leyenda difícil de creer después de inhalar esta nauseabunda fragancia, al parecer afrodisíaca. Este olor es uno de los 60 expuestos en el Museo de Ciencias Naturales, de los que sólo cuatro son artificiales. Son el aroma a escuela, a iglesia, a chicle y a bosque quemado. "El olor a escuela se consigue mezclando aroma de mandarina, de viruta de lápiz, de urea, de polvo y de humedad", explica Jorge Wagensberg, director del Museo de la Ciencia de la Fundación La Caixa, uno de los organizadores de Por narices. "El de iglesia se consigue con polvo, incienso, cera y humedad", añade el director, que señala que las fragancias más difíciles de obtener son algunas tan delicadas como la del clavo.

"Creo que esta exposición nos debe enseñar a vivir de otra manera. Y al salir de aquí y, por ejemplo, ir al campo, dejarnos llevar tanto por los ojos como por la nariz", añade Wagensberg, mientras Lluís Utrilla, jefe de actividades itinerantes de La Caixa, afirma defendiendo al desprestigiado olfato: "La vista se ha comido al resto de los sentidos". Para los organizadores de esta muestra, que durante dos meses ha estado instalada en el Museo de la Ciencia de Barcelona, la cultura occidental crea y produce para y por los sentidos de la vista y el oído, olvidándose del olor. Una teoría que sólo tiene una excepción: la perfumería.

Catalina de Médicis

Por ello, en la muestra presentada ayer, además de los 60 olores, hay una colección de casi cien tarros de perfumes, la mayoría de los años veinte y treinta, que nos recuerdan cómo los materiales más ricos -el marfil, el oro, el platino, el cristal de Bohemia- han servido para guardar como joyas los aromas más exclusivos. Los tarros de colonias olvidadas, como Gitana, Milord, Apolo o Auristela, se exponen junto a los viejos recipientes de perfumes eternos como los de Chanel, Gerlain o Dior. Incluso un lujoso frasco-brazalete creado por Christian Dior en 1985 para su perfume Poison en homenaje a la leyenda que contaba que Catalina de Medicis, la perversa hija de Lorenzo de Medicis, esposa de Enrique II de Francia y madre de sus 10 hijos, metía en un brazalete el veneno que vertía en las copas de los hombres a los que amaba y mataba.Junto a ellas, un test que se realizó en EE UU con un millón de mujeres para saber, por medio de sus preferencias a la hora de elegir combinaciones de colores, cuáles eran las fragancias que le correspondían a su personalidad. Así, el aroma de las personas introvertidas, responsables, profundas y solitarias es el de la mirra y el clavel. Y el de las personas emocionalmente cambiantes, sensibles, exquisitas y nostálgicas es la rosa y la violeta.

Las 60 fragancias que se pueden degustar -"no se pueden poner más porque los estudios científicos demuestran que sería peligroso inhalar más en una hora"- están diluidas en una combinación de sustancias especialmente diseñadas para cada caso y que duran unos 30 días. Al final del recorrido, además de un ligero mareo, por la cabeza del visitante han pasado todo tipo de pensamientos, recuerdos y sueños. Una frase de Marcel Proust señala a la entrada de la muestra: "Hay olores que se huelen toda la vida tras haberlos percibido por primera vez en una tarde de tormenta".

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Museo Nacional de Ciencias Naturales. José Gutiérrez Abascal, 2. Hasta el 31 de octubre. Teléfono 564 61 69. De martes a sábado, de 10.00 a 18.00; domingos y festivos, de 10.00 a 14.30. Lunes, cerrado. Precio: 500 pesetas. Hasta 18 años y estudiantes: 250 pesetas.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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