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Los laboristas británicos debaten acabar con el control sindical sobre el partido

Enric González

El Gobierno conservador británico está desde hace un año contra las cuerdas. Y, sin embargo, el principal partido de la oposición, el laborista, no muestra señales de entusiasmo. Al contrario, se encuentra inmerso en luchas internas y aún conmocionado por la inesperada derrota electoral del año pasado, la cuarta consecutiva. El Partido Laborista (PL) inició ayer su conferencia anual en Brighton con el objetivo de tomar una crucial decisión sobre sus relaciones con los sindicatos: o rompen amarras, como quiere el líder, John Smith, o mantienen la tradicional relación de dependencia, que les cuesta millones de votos en el conservador y antisindical sur de Inglaterra.

La gran decisión se adoptará mañana. La propuesta de John Smith, conocida como OMOV (siglas de un hombre, un voto), supone arrebatar a los sindicatos su hegemonía en la designación de los candidatos electorales y, por tanto, su control sobre el rumbo político del partido. Smith quiere que sean los militantes de cada cirscunscripción quienes decidan sus candidatos. A cambio, ofrece a los afiliados a los sindicatos (la mayoría de los cuales ni siquiera vota a los laboristas) una sustancial rebaja en la cuota de militancia en el partido: sólo 600 pesetas al año.Los mayores sindicatos, con el GMB (sindicato general de funcionarios) de John Edmonds al frente, se oponen radicalmente a la reforma. Edmonds recuerda una y otra vez que fueron los sindicatos quienes crearon, a principio de siglo, al Partido Laborista y esgrime un argumento contundente: la mayor parte del presupuesto del partido se cubre con las aportaciones de los sindicatos. Edmonds no oculta su antipatía personal hacia Smith, a quien considera poco menos que un traidor.

El voto de mañana se presenta muy ajustado. Aunque uno de los grandes sindicatos, el NUPE, también de los funcionarios, se puso el domingo del lado de Smith, nadie se atreve aún a hacer pronósticos. En caso de salir derrotado, el liderazgo de John Smith quedaría por los suelos.

Ayer se especulaba en la sala de congresos de Brighton con una posible opción Yeltsin. Si mañana no se aprobara su reforma, Smith pediría el jueves un voto de confianza que implicaría la aceptación de su propuesta. Si perdiera otra vez, Smith abandonaría el cargo.

La polémica sobre quién manda en el partido, si los militantes o los sindicatos, ha dividido a la ejecutiva y al grupo parlamentario. Una influyente diputada, Dawn Primarolo, se opuso ayer públicamente a la reforma de Smith. La misma Margaret Beckett, vicelíder del partido y presunta mano derecha de John Smith, calla y sugiere que en Brighton no debería perderse mucho tiempo discutiendo "cuestiones de procedimiento, como quién elige a los candidatos, sino lo que más importa a la gente: propuestas para acabar con el paro y para mejorar los servicios públicos".

Una década de discusiones

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Para grandes sectores del laborismo resulta frustrante ver al partido aún inmerso en el proceso de reforma interna abierto por Neil Kinnock hace diez años. Mientras se discute quién manda y por qué, mientras el partido busca en su interior la causa de cuatro derrotas electorales y 14 años en la oposición, se deja de lado el esencial debate sobre qué representa actualmente la socialdemocracia y a qué aspira el laborismo.Al cabo de una década de predominio del individualismo en Europa y EE UU, el PL trata de esconder sus credenciales de colectivismo y solidaridad (automáticamente identificadas con más impuestos y, por tanto, con el rechazo de los electores) y se muestra incapaz de esgrimir ideas alternativas.

El sindicalista John Edmonds afirmaba ayer, sarcásticamente, que "si realmente se trata de no subir impuestos, marginar a los sindicatos y mantener los privilegios de los ricos votemos a los conservadores y acabemos con toda esta comedia".

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