Yeltsin
Parece ser que si no estás de acuerd( con los procedimientos moderniza dores de Yeltsin, o bien te meten en el limbo (sección de los negado para el pragmatismo), o te conde nan al infierno de los nostálgico! nacional-bolcheviques. Los inquisi. dores neoliberales no tienen ninguna de las gracias de la libertad que caracteriza a los imprescindibles liberales de mi memoria culta, casi todos norteamericanos, y me adhiero al concepto de liberalidad tal como lo connotaran mi respetade Galbraith o mi admirado Lionel Trilling. Estos liberales posmodernos son cainitas, agríos, airados y están asustados por la posible pérdida de una identidad que dependía de la existencia de su enemigo fundamental filosófico e histórico.Entre los políticos rusos enfrentados a Yeltsin hay tanta nomenklatura del pasado como la que representa el propio nuevo zar, pero también perestroikos de primera línea, cuando Yeltsin aún estaba deshojando la margarita de si le convenía más un estirado o un cambio de piel. Entre los peatones de la historia que increpan a Yeltsin desde las calles de Moscú, no sólo hay nostálgicos nacional-bolcheviques, sino también escandalizadas víctimas de un cambio de modelo de producción y sociedad que de momento sólo ha puesto a salvo a la casta política, se llame Yeltsin o se llame Jasbulátov, o a la casta económica maflosa subterránea.
Por lo visto, la finalidad justifica los medios cuando la compartimos y, encerrados en el diseño de nostálgicos, hasta los en otro tiempo heroicos defensores de la dialéctica sin dogma no pueden hoy rechazar el golpe de Estado venga de donde venga.
¡Marchando una de ideología para justificar cualquier desdichado pero inevitable Gulaj liberal-yeltsiniano! No os vaya a pillar con el liberalismo al aire.
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