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Estado nuevo, idioma nuevo

La guerra en la antigua Yugoslavia no sólo ha impuesto la 'limpieza étnica', sino que también exige la pureza lingüística

Por decreto, los serbios en Bosnia y en Krajina deben hablar el mismo dialecto que los serbios en Serbia. Los dirigentes políticos justificaron la decisión por "la necesidad de la integración de los serbios de Krajina, Bosnia y Serbia". De la noche a la mañana, los locutores de radio y televisión y los políticos han cambiado de acento y de pronunciación, a veces equivocándose en la misma. El objetivo de la decisión político-lingüística era claro: distanciarse lo más posible del idioma compartido con los croatas y los musulmanes.La decisión política prohibe así el uso de la variante, hablada y escrita por Vuk Stefanovic-Karadzic, el más importante reformador de la escritura y del lenguaje serbo-croata del siglo XIX, es decir, el padre del idioma moderno. Es como si los políticos españoles decretaran que los castellanos deben hablar como los mexicanos.

La separación étnica de los pueblos de la antigua Yugoslavia, el resaltar la autenticidad de la cultura propia, implica, entre otras cosas, cambiar el idioma común con sus variaciones regionales. Estado nuevo, idioma nuevo. Los protagonistas de la guerra yugoslava -los croatas, serbios y musulmanes- acuden a las conferencias internacionales con sus propios intérpretes: no tanto por la desconfianza en los intérpretes ajenos, sino para demostrar que cada cual habla su propio idioma.

Fin del serbo-croata

Antes de la guerra, ese idioma se llamaba serbo-croata o croata-serbio, según lo decían en Belgrado y Zagreb. Sólo los eslovenos y macedonios tienen. idioma propio. En la antigua Yugoslavia, el serbo-croata tenía dos variantes dialécticas oficialmente aceptadas, distintas unas de otras como el castellano hablado en los diferentes países latinoamericanos. El dialecto o la pronunciación no dependía de la etnia, sino de la región: un serbio de Zagreb hablaba como los croatas del mismo sitio; un croata nacido en Belgrado compartía el acento de la mayoría serbia. En Bosnia, las tres etnias hablaban igual. El uso de las palabras turcas, herencia de cinco siglos de conquista otomana, era más común en Bosnia que en Croacia. Así escribía el único premio Nobel yugoslavo: Ivo Andric.

Sin embargo, la creación de los nuevos Estados supuso la creación de los idiomas nuevos. La Comunidad Democrática Croata, partido vencedor en las dos elecciones en Croacia, insistió en que el croata y el serbio eran idiomas distintos. Por decreto, palabras nuevas o en desuso desde hace décadas entraron en el lenguaje oficial.

Belgrado reaccionó imponiendo el alfabeto cirílico como distinción propia. Antes de la guerra, los alfabetos cirílico y latino se usaban sin distinción. El cirílico, sin embargo, perdía la batalla ante la influencia del latino, traído por las películas americanas, el estudio de idiomas extranjeros, la moda de poner nombres internacionales a las empresas. Por decreto, el cirílico fue introducido como el alfabeto oficial y obligatorio.

Los lingüistas patrióticos croatas y serbios descubrieron, de repente, una serie de palabras infiltradas, prueba del imperialismo cultural serbio o croata, e insistieron en la purificación del idioma.

En Bosnia, la situación era más complicada. La victoria de los partidos nacionalistas en las elecciones de 1990 trajo modas nuevas: los políticos croato-bosnios adoptaron el nuevo lenguaje de Zagreb; los musulmanes reactivaron las palabras turcas o árabes para distinguirse de los demás; los serbios comenzaron a imitar el acento belgradense. Inicialmente, la población se reía al escuchar el nuevo lenguaje de los políticos.

A pesar de las novedades, ha sido imposible, hasta el momento, distanciar tanto los idiomas para que la gente no se entienda. Las situaciones cómicas son frecuentes: a veces, los políticos olvidan las nuevas reglas y vuelven a las viejas usanzas. Sin embargo, la pronunciación del serbio o croata puede generar problema! políticos. Diplomáticos eslovenos, partícipes en un encuentro eslovenocroata, tuvieron dificultades: hablaban la versión belgradense del idioma (antes de la guerra en Belgrado) y sus homólogos croatas protestaban. El incidente diplomático se resolvió: los croatas hablaban croata, los eslovenos, esloveno. Pero no se entendieron. El esloveno difiere del croata como el catalán del castellano. Al final, los croatas necesitaban un intérprete, puesto que la mayoría de los eslovenos, crecidos en la antigua Yugoslavia, hablaban el serbocroata como segundo idioma.

Desde la independencia de Eslovenia, sus nacionalistas rehúsan hablar el serbo-croata, como signo de su separación y prueba del distanciamiento de los antiguos hermanos balcánicos. Sin embargo, los presidentes de Eslovenia y de Macedonia, Milan Kucan y Kiro Gligorov, escogieron el idioma extranjero más común para su encuentro: el serbo-croata. Otra opción hubiera sido el inglés.

Cambiar nombres de calles, escuelas, instituciones, empresas, para limpiarlas de las influencias étnicas enemigas, forma parte de la purificación lingüístico-cultural. En Bosnia, los serbios sustituyeron los nombres de los pueblos que sonaban a turco.

Sin embargo, casi seis siglos de presencia en los Balcanes, el turco dejó raíces profundas. Hasta el líder serbo-bosnio, Radovan Karadzic, debería cambiar su apellido puesto que proviene de la palabra turca kara, que significa negro en turco.

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