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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La noche de los metales

Mike Oldfield

Mike Oldfield (guitarra, banjo, teclados, tubular befis), Robin Smith (director musical, teclados), Dave Hartley (teclados), Adrian Thomas (teclados), Yitkin Seow (piano), Hugh Bums (guitarra), Jay Stapeley (guitarra), Alan Limbrick (guitarra), Alasdair Malloy (percusión), Lawrence Cottle (bajo), Ian Thomas (batería), Sonia Jones (coros), Linda Taylor (coros). 20.000 personas. Precio: 3.000 y 4.000 pesetas. Plaza de toros de Las Ventas. Madrid, 17 de septiembre.

Doce músicos, cinco teclados, percusión, batería, dos voces de coro, instrumentos de viento, guitarras, banjo y, por supuesto, las campanas tubulares presidiendo el escenario. Ésta es sólo una parte de la orquestación que Mike Oldfield presentó sobre el escenario de Las Ventas en un concierto que bien pudiera medir su éxito por los aplausos recibidos.El detalle fue el motivo principal de su actuación, que, con un desarrollo cercano al concepto sinfónico, recorrió las dos creaciones más personales del compositor y músico británico, Tubular bells y Tubular bells II; obra, la primera, considerada por muchos como el antecedente de la música new age y para otros el apogeo, en su momento, de la música progresiva.

En una esquina, rodeado de varias guitarras, la discreta presencia de Mike Olfield guió el concierto con efectividad. Complejidad y sencillez en tempos que encajan perfectamente con la terminología clásica: se sumergió en adagios, comenzó a levantar la densa maquinaria que le acompañaba con los tiempos medios y arrasó con los allegros.

El escenario, diseñado a la perfección para acompañar una música de sensaciones, desprendió colores cálidos, ajustados al momento de la interpretación, recibiendo, hasta en los momentos más difíciles, la respuesta del público, que le ovacionó durante minutos entre algunos temas. Y es que Mike Oldfield demostró dominar la épica de su música, saber utilizar los instrumentos de un modo global para recibir respuestas a sus estímulos musicales, crear espacios y luego recargarlos con la repetición de una melodía. Una y otra vez durante minutos, con todos los músicos en la misma frase, compenetrados y transmitiendo la sensación de placer que mostraban sobre el escenario.

Concesiones baratas

El éxito que desde el primer momento acompañó este concierto no evitó que Mike Oldfield hicera algunas concesiones baratas, pero efectivas para con su audiencia: los percusionistas se marcaron un pequeño gag cómico, un vocalista salió en una parte del tema para recorrer el escenario con una vestimenta Kistch, más importante que su voz, y algunos pasajes musicales rayaban con la cursilería. Sin embargo, salvo estos detalles que rompían con la frescura, el ritmo inteligente planteado para un directo de estas características resultó. Mike Oldfield tocó varios instrumentos de cuerda siempre inclinado hacia los sonidos más agudos y dejó calra la personalidad de un músico absorto en su propia obra, pero capaza de hacerla creíble.

La penúltima nota del conceirto fue el golpe contra el metal de las campanas tubulares, la última fueron los fuegos artificiales con los que terminó la noche de los metales. Un detalle de Mike Oldfield para un público que le siguió durante la hora y media de música en la plaza de toros de Las Ventas.

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