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Entrevista:

"Europa no llegará a la moneda única

Andreu Mas-Colell, profesor de la Business School de la universidad de Harvard, es el economista teórico español más prestigioso de la actualidad. Enemigo de determinismos y afín a la tradición keynesiana, analiza el comercio mundial como una sociedad cuyos miembros sólo persiguen su propio interés.

"La distribución entre países y continentes provoca ganadores y perdedores relativos. España es un ejemplo de ello, porque con la apertura de los mercados de la Europa del Este pierde ventaja comparativa. Volkswagen no abriría hoy la planta de Martorell", explica Andreu Mas-Colell, que recibió la visita de EL PAÍS en su residencia de West Newton, a las afueras de Boston.

Pregunta. ¿La libertad creciente de la economía tiene tal vez un coste demasiado alto?

Respuesta. Los que más se quejan son los sectores industriales menos progresivos y que menos futuro tienen.

P. En algunos círculos académicos norteamericanos se da prioridad a la firma del acuerdo de libre comercio con México (NAFTA), y se pone en segundo plano la firma de la Ronda Uruguay.

R. El GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) es una realidad y tendrá su aplicación plena más tarde o más temprano. El NAFTA, por el contrario, es una cuestión urgente, de ello depende el despegue económico de México. La Administración de Clinton está centrada ahora en la cuestión del NAFTA, pero no es una elección política, sino una cuestión de calendario.

P. ¿Luego, para usted, tampoco es capital que se firme el 15 de diciembre la Ronda Uruguay?

R. Cualquier medida institucional de política económica tiene una influencia menor al 1%. Ahora bien, el GATT es importante porque despejará todas las incertidumbres que se están planteando todavía sobre el comercio mundial.

P. ¿Qué ventaja social se obtiene con un comercio mundial abierto?

R. Que inicien su desarrollo países como la India, una nación que resume potencialidad, población y pobreza. Hoy la libertad comercial es una corriente inevitable y hay que estar apoyando esa corriente con voluntades y gestos políticos.

P. ¿Se puede mantener el tono librecambista en una etapa como la actual de estancamiento económico?

R. Si la economía no arranca en el plazo de un año, volverá inevitablemente el proteccionismo. Volverá con barreras de Estados Unidos y Europa frente a Asia, pero en ningún caso con barreras de la CE con respecto al Este de Europa. En el caso español, el momento es más delicado por la aparición de nuevos mercados que pronto serán competitivos en el Este de Europa.

P. ¿Por qué esta referencia constante de España con respecto al Este de Europa?

R. Porque los trabajadores checos no están menos preparados que los españoles y, naturalmente, aquella economía compite mejor que la nuestra en costes laborales. Esta situación se vive ahora de forma dramática en Alemania, donde tras la unificación los salarios en la antigua Alemania del Este son 10 veces más altos que en Checoslovaquia.

P. El dumping social del sureste asiático ha convertido una paradoja en ley. Ahora los pobres son más eficientes si se mide en términos de costes.R. Imagino así el futuro. Un mundo donde toda la manufactura se hace en el antiguo Tercer Mundo, y simplemente se importa al primer mundo y además las balanzas de pagos, se igualan con los recursos de los beneficios empresariales de las compañías cuyos propietarios están en los países desarrollados. Es el escenario lógico y además no es inestable.P. ¿Qué se deriva de esta situación?

R. Hay que decirles a los empresarios que inviertan fuera. Sobre todo a los españoles.

P. La deslocalización industrial es un factor destructivo, porque acaba exportando a otros países la especialización.

R. No hablo de alta tecnología; no me refiero a trasladar a Argelia o Marruecos plantas de biotecnología. Hablo de fabricación pura y simple, una actividad en la que se debe elegir entre robotizar o tener mano de obra barata. Si lo que resulta aconsejable es lo segundo, la deslocalización es la consecuencia, mucho más en un momento en que los costes de transporte han disminuido considerablemente.

P. ¿Existe un conflicto entre la libertad del comercio mundial y el mantenimiento del Estado de bienestar?

R. No creo en este conflicto, porque el factor dominante a escala mundial es que la gran masa de la población está en países pobres, y la mejor manera de ayudar a los pobres es asegurarles el acceso al comercio internacional. Eso tendrá efectos negativos en algunos sectores y en determinados países desarrollados, pero es un sacrificio con mayores ventajas que las que obtendríamos protegiendo actividades como la agricultura.

P. ¿Cree usted que sigue siendo válido el Sistema Monetario Europeo a la vista de experiencias como la italiana o la inglesa?

R. Soy un escéptico sobre la posibilidad de una moneda única en Europa. No llegaremos a la moneda única, lo digo como predicción.

P. ¿Comparte la postura de algunos de sus colegas del MIT que aconsejan que España abandone el SME?R. No comparto estas opiniones vertidas por el grupo de seis economistas de Massachusetts, a los cuales debería llamárseles la banda de los siete si se añade Lester Thurow. Me parece irresponsable aconsejar esto. España es un país con desajustes muy serios y con una gran inflación subyacente.

Ahora, en momentos de crisis, se puede comprobar que España es un seguidor natural, es decir, un país que no decide, no fija precios y se adapta como puede. Salir del SME y bajar tipos, con ejemplos tan inciertos como el de Italia o el de Inglaterra, es una locura.

P. ¿Cuál es su receta?

R. Seguir en Europa sin proyectar grandes sueños.

P. ¿Qué valor concede usted a la política de rentas y al pacto social? ¿Cuál debe ser el papel de los sindicatos?

R. Los sindicatos tienen 10 años para adaptarse al nuevo modelo o desaparecer. Deben romper con la visión jerarquizada y patrimonialista del puesto de trabajo. El ministro de Trabajo norteamericano, Robert Reigh, está pidiendo a las centrales que abandonen su clásico esquema de lucha de clases o nadie contará con ellas en la empresa del futuro.

P. Se trata de un modelo sindical sumiso. ¿No le produce un cierto temor?

R. Lo que me da mucho miedo es una cifra de paro como la española, del 23%.

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