'The Economist' cumple 150 años
La 'cátedra' de la calidad periodística rompe por una vez la ley del anonimato
Es el mejor y el más respetado del mundo, dicen unos. Es engreído y aburrido, aseveran otros. Con una cierta arrogancia -su actual director, Bill Emmott, prefiere hablarde "grata responsabilidad" de administrar un poder informativo increíble-, el semanario liberal por excelencia, The Economist, considerado la biblia del periodismo de calidad, celebra-este fin de semana"sus 150 primeros años". Sus 534.000 ejemplares de difusión semanal no significan nada si se comparan con la influencia que ejerce en los centros de decisión política y económica de todo el mundo.
La cátedra periodística de The Economist, situada en un recodo de la calle Saint James Street, una de las zonas más selectas del Londres victoriano, se ha transformado este fin de semana en algo que nunca hace la revista: saltarse su sagrada ley del anonimato. "Pero la celebración lo merece, y por eso nos hemos concedido esta licencia", señala Emmott. Recepciones, fiestas, un suplemento especial y la publicación del libro The pursuit of reason (La búsqueda de la razón), de Ruth Dudley Edwards, sobre su historia, marcan la cumbre del aniversario.
The Economist continúa en 1993 la línea liberal, no adscrita a partidos políticos, pero radicalmente fiel al libre comercio y al monetarismo que le imprimió en septiembre de 1843 su fundador y primer director, el economista y empresario James Wilson. Desde entonces se han sucedido 13 directores, todos ellos con el denominador común de su juventud. El actual, Bill Emmott, escritor y economista de 37 años, sustituyó en el cargo el pasado mes de marzo a Rupert Pennant-Rea, quien a sus 44 años fue nombrado subgobernador del Banco de Inglaterra.
Su actual vocación de publicación global no es, sin embargo, tan antigua como su existencia. Sólo en los últimos 20 años ha pasado de ser un órgano local de lo que se cocía en la city de Londres y Westminster a constituirse en un centro de predicación del evangelio liberal a todo el mundo. Las tecnologías del satélite han hecho posible esta difusión, facilitando la impresión simultánea en Estados Unidos, Singapur, Holanda, Suiza, Hong Kong y el Reino Unido. El 80% de la difusión se registra fuera del Reino Unido, y sólo en Estados Unidos supera los 200.000 ejemplares.
Internacionalismo
El internacionalismo es una de la claves del éxito de la publicación, a juicio de Emmott. "Esto significa que en cada país intentamos ser independientes y objetivos". "Otro ingrediente", añade, "es la alta calidad de las informaciones y opiniones. Mientras que otras publicaciones quieren ser cada vez más comerciales en un mundo azotado por la crisis económica y por la tendencia de los medios a incluir contenidos cada vez más sensacionalistas, nosotros permanecemos en el mercado vendiendo calidad tanto en informaciones como en opinión". Emmott afirma que la única forma que tienen hoy las revistas para defenderse de la televisión y de los medios electrónicos es ofrecer más opinión. El director habla de otras claves del éxito: "el respeto y reverencia por los hechos y las cifras, la integridad, la consistencia de los principios, el análisis racional y la absoluta claridad".
La dirección de la revista atribuye también la boyante situación económica de esta publicación, que en los últimos 10 años ha triplicado sus beneficios (sólo en 1992 obtuvo 1.200 millones de pesetas); a la particular distribución de la propiedad, "que garantiza la continuidad de su independencia". La mitad de la empresa está en manos de accionistas privados (descendientes del fundador y miembros pasados o presentes del staff, como los Rothchild o los Cadburys), y la otra mitad pertenece a la empresa editora del diario económico Financial Times. Ninguna de las dos mitades puede ejercer el control, gracias a un complicado mecanismo que separa dos tipos de acciones.
Algunos acusan a The Economist de arrogante y elitista. "No comparto en absoluto esta acusación", sostiene Emmott "No la escribimos para grupos elitistas o grupos sociales determinados. Somos abiertos. Buscamos deliberadamente la alta calidad. Pero la calidad no significa necesariamente elitismo Escribimos con sencillez para gente inteligente que se encuentra en cualquier clase social, en todas las profesiones".
El Libro de Estilo de The Economist es muy estricto en una cosa. En él se urge a los redactores a "buscar la claridad a toda costa", usando el lenguaje de la vida cotidiana. Un redactor ya veterano de la revista ha contado que él escribió medio millón de palabras cuando era redactor normal, y que tachó al menos el doble cuando tuvo que editar, en una segunda etapa profesional, lo que escribían los demás "Esto último fue mi contribución mas importante a la revista", explicó.
El auténtico signo de identidad de The Economist es, prácticamente desde su fundación, la cultura del anonimato y de la colegialidad. Ningún redactor ni colaborador firma artículos, comentarios o informaciones en sus páginas. "Por supuesto que permanecerá el anonimato en el futuro", dice el director de The Economist. "Creemos que es más sólido y completo, podríamos incluso decir que más científico, crear la opinión mediante un acercamiento colectivo, es decir, en equipo, a los hechos, cooperando unos redactores con otros".
A cambio del anonimato los redactores (cerca de 750, que cuentan, siguiendo la tradición de la juventud en el personal, entre 25 y 35 años) reciben un sueldo bastante más elevado que el que se paga en las demás publicaciones y se le asignan muchos más recursos para hacer bien su trabajo. Lo negativo: "no tienes un nombre si quieres trabajar en otros medios", dice un redactor.
Un futuro optimista
Podemos mirar el futuro con optimismo. Mejorarán las formas de vida, se acortarán las distancias entre países ricos y pobres, aumentarán los recursos para solucionar cada vez más problemas, y todo ello nos dará una imagen mejor del planeta. Ésta es una de las conclusiones que pueden extraerse del conjunto de artículos escritos por 19 expertos internacionales y recopilados en el número especial de 96 páginas que edita The Economist bajo el título 'The future surveyed' ('El futuro revisado')."No compartimos necesariamente este optimismo" señala, no obstante, la revista, que ha pedido a relevantes escritores, pensadores y políticos (Hernando de Soto, Lee Kuan Yev, Christopher Patten, Daniel J. Boorstin, Alí A. Mazrui, Lawrence Freedman, Michael Walzer, Rupert Pennant-Rea, John Kay, Paul Romer, Anthony Smith y Richard Dawkins, entre otros) que se pronuncien sobre lo que van a ser los próximos 150 años.
Algunos de estos autores esperan para el próximo siglo una mejora de la democracia que evolucionará hacia el estilo suizo; otros señalan que el capitalismo se hará más combativo. Piensan los expertos que surgirá una segunda potencia mundial (no necesariamente China) que entrará en competencia con Estados Unidos, mientras que otros afirman que muchos países pobres saldrán del actual abismo, pero siempre y cuando se les permita el acceso a ser propietarios.
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