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FERIA DE SAN MARTÍN DE VALDEIGLESIAS

Cordobesadas

El público de San Martín disfrutó de lo lindo con las cordobesadas de este este joven coletudo de apodo evocador -El Cordobés-, que explota sin miramientos y a tal efecto imita desvergonzadamente a su primer titular, el que perpetrando las cordobesadas originales, gozó de fama y billetes. Se divirtieron, sobre todo, los mozos de las peñas, que por razones de edad no pudieron ver en los ruedos a El Cordobés I y las imitaciones de El Cordobés II debieron de parecerles arrebatos de genialidad.Arrebatos hubo bastantes, pero genialidades, pocas. Quizá la primera ocurrencia de El Cordobés coetáneo, que tuvo lugar ya en el paseíllo. Al llegar a la presidencia, como vio abierto el portón de arrastre, que está bajo el palco, saludó montera en mano, dijo adiós muy buenas y se marchó por allí. Las cuadrillas se reían, y todo el mundo, y El Cordobés cayó simpatiquísimo. Luego, sus actuaciones no desmerecieron en absoluto, se hartó de pegar pases, y provocó en los tendidos un auténtico delirio.

Sierro / Higares, Vázquez, Cordobés

Toros de El Sierro, discretos de presencia, variosos sospechosos de pitones, manejables, inválidos; 4º con trapío y casta.Óscar Higares: pinchazo, otro hondo ladeado, rueda de peones y tres descabellos (silencio); dos pinchazos, otro hondo ladeado y tres descabellos; el presidente le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio). Javier Vázquez: estocada (oreja); tres pinchazos -aviso-, estocada atravesada y seis descabellos (silencio). El Cordobés: pinchazo, estocada y dos descabellos (oreja); espadazo bajo enhebrado y estocada (dos orejas); salió a hombros. Plaza de San Martín, 11 de septiembre. Tercera de feria. Tres cuartos de entrada.

El Gallo legendario hizo también una de esas. Llegado el momento de matar su toro, lo brindó sucesivamente a varios conocidos del tendido, después a uno de sus compañeros de terna, por último al otro -que era su hermano José-, le dio la montera, según es preceptivo, pero también la muleta y el estoque, le dijo "Ahora mátalo tú", y se marchó por el foro.

Volvió el Gallo, naturalmente -era una broma- igual que volvió El Cordobés, y del histórico diestro no consta qué faena hizo a continuación, mas del coetáneo sí: en sus turnos correspondientes se puso a torear.

Se puso a torear El Cordobés, así de sencillo. Templó los pases y si embarcaba los derechazos con el pico o rectificaba terrenos, eso lo hacen casi todos, mientras el toreo al natural lo ejecutaba con mayor abundancia, gusto y ligazón que muchos. Y, además, embraguetado y cruzadito. Al final de su primera faena dio saltos de la rana, y produjeron en el cotarro gran algarabía. En la segunda, que administró a un borrego sumiso e inválido, desgranó pases de todas las marcas, amagó cabezazos al estupefacto borreguito, pegó brincos, se tiró de rodillas... Cortó tres orejas, que paseó por el ruedo, en un clamor; lo sacaron a hombros, faltaría más, y el público de San Martín de Valdeiglesias se hizo cordobesista para los restos.

Los ensayos de toreo ortodoxo de sus compañeros tuvieron parcos resultados. Óscar Higares no pudo lucir con el primero, inválido total, y estuvo valentón pero se vio un poco desbordado por el genio del cuarto, que fue un toro de trapío. Javier Vázquez corrió bien la mano al segundo, un borregucho anovillado y descornado, y le dio montón de pases al quinto, con el que perdió el temple, la inspiración y el sentido de la medida.

Es decir, un toreo de muy poco fuste para competir con El Cordobés, que salió desmelenado, hizo de las suyas, y dejó a sus dos colegas para los albañiles.

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