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FERIA DE COLMENAR

Triunfó el barbero

Los tres espadas cortaron una oreja y se ganaron muchos aplausos del complaciente público, pero quien de verdad triunfó fue el barbero. Debieron sacarle a hombros y pasearlo entre aclamaciones por las calles de Colmenar. Y luego tirarlo al pilón, naturalmente. El pilón purifica mucho; lo que más. Y nada hay tan positivo para la fiesta que un barbero debidamente purificado.Todo cuanto se cuece en el mundillo taurino gira en torno del barbero, y la verdad es que aún no se le ha hecho justicia. Parece mentira que el nuevo reglamento, exquisitamente minucioso en la prescripción de sofisticadas medidas conducentes a que el sector de la barbería alcance unos niveles de prosperidad y pleno empleo como no ha conocido desde Adán y Eva, olvidara consignar que el barbero sena anunciado en los carteles. De esta guisa: seis hermosos toros, seis, esmeradamente aseados y repulidos por el afamado barbero don Fulano de Tal. Y, entonces, una vez su obra en la plaza, el público juzgaría si su trabajo fue según anunciaban los carteles, en cuyo caso podría aclamarle, sacarlo a hombros al término del festejo y luego tirarlo al pilón.

Ruiz / Carrión, Rivera, Ortega

Novillos de Juan Antonio Ruiz, cuajados de tipo, pero brochos, astigordos, cornicortos y sospechosos de afeitado. Flojos y pastueños. Manolo Carrión: bajonazo (oreja); pinchazo, otro escandalosamente bajo, media -aviso- y rueda desaforada de peones (aplausos y salida al tercio). Rivera Ordóñez: estocada corta trasera desprendida (oreja); pinchazo, estocada perpendicular delantera -aviso- y descabello (palmas y también protestas cuando saluda). Paco Ortega: espadazo enhebrado, estocada trasera -aviso- y rueda de peones (vuelta); pinchazo bajísimo, bajonazo -aviso- y dobla el novillo (oreja). Plaza de Colmenar Viejo, 4 de septiembre. Séptima corrida de feria. Dos tercios de entrada.

Sobre brochitos y astigordos -también serios y de bien plantada estampa-, esmeradamente aseados, repulidos y olorosos a delicadas lociones after shave salieron los novillos de esta función colmenareña. Y pues desarrollaban, además, nobleza, los novilleros pudieron hacerles diabluras. Que pudieran, no quiere significar que las hicieran. Simplemente se hartaron de pegar pases primero y bajonazos después, que tales son los cánones de la moderna tauromaquia.

Manolo Carrión meció con gusto y armonía el redondo en gran cantidad y el natural en menor medida, sólo que citaba sin cruzarse y al rematar los pases rectificaba terrenos. Al cuarto le pegó también circulares junto a algún rodillazo, y debió de ser untoque tremendista para conmover el cotarro. Sin embargo el cotarro, ni se conmovió; por él, como si se operaba. Toreo de más sólidos cruzamientos ensayó Rivera Ordóñez, y eso sí conmovía a la afición, aunque el animoso espada no les cogía el temple a los templadísimos novillos, se embarullaba, y la oreja que le otorgó el presidente fue un regalo de cumpleaños. Y en esas estábamos cuando vino, en tercer lugar, la sorpresa del toreo bueno.

A la tercera va la vencida, se suele decir. A la tercera arrumbó un sobrino del matador Ortega Cano, se llama Paco Ortega, y aparte algún defectillo técnico propio de noveles, instrumentó el toreo hondo; el de parar, templar y mandar; el que enternece los endurecidos corazones de la atormentada afición. No es que redondeara así las dos faenas, mas varios de sus pasajes -sobre todo en la última-, provocaron los olés de las grandes solemcnidades, al desgranar redondos y naturales con suavidad, ajuste y acabada ligazón. Repite este toreo Paco Ortega con un novillo entero y verdadero...

Era lo que hacía falta: que a Paco Ortega y sus colegas les hubiesen sacado novillos enteros y verdaderos, a ver si se atrevían. Pura fantasía, desde luego. Mientras permanezca vigente el bodrio legal ese y el barbero siga siendo la reina del Chantecler, no lo verán nuestros ojitos.

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