Chamaco, herido menos grave
Arauz / Norte, Caballero, Chamaco
Cinco toros de Francisco Javier Arauz de Robles (uno fue rechazado en el reconocimiento), muy serios, con trapío y bien armados, aunque varios sospechosos de pitones; de poca casta, excepto 5o y 6o, nobles. 3o de Antonio Pérez, terciado, encastado.
Julio Norte bajonazo (aplausos y salida al tercio); pinchazo, estocada delantera ladeada y descabello (silencio); bajonazo y tres descabellos; se le perdonó un aviso (aplausos y salida al tercio). Manuel Caballero: dos pinchazos y descabello (silencio); bajnazo (oreja); estocada caída (dos orejas); salió a hombros. Chamaco: cogido al muletear al tercero.
Enfermería: Chamaco sufre cornada en tercio inferior del muslo izquierdo, con dos orificios de entrada y salida, de 10 y 4 centímetros, respectivamente, que no afectan al al paquete vascular. Pronóstico menos grave.
Plaza de Colmenar Viejo, 1 de septiembre. Quinta corrida de feria.
Dos tercios de entrada.
Una cornada sufrió Chamaco mientras muleteaba relajado y con ajuste al tercer toro. Ya había instrumentado varias tandas de redondos cuando, al iniciar un natural, el toro le prendió la aleguilla por el muslo derecho y en plena voltereta le pegó la cornada en el izquierdo. Se incorporó con un gesto de dolor, agarrándose la pierna herida, y los propios miembros de su cuadrilla lo llevaron a la enfermería. Quedó en la plaza una sensación amarga, de drama en ciernes, pero la herida había sido limpia, y el doctor Javier de la Serna le intervino en la enfermería del coso sin ninguna complicación. Un par de semanas y el torero ya estará listo para vestirse otra vez de luces.
La cogida pareció dar la razón a Litri, que se había caído del cartel. Mas no la tenla, en este aspecto: el toro causante del percance fue un sustituto, de hierro distinto al de los toros que habían provocado aquella caída. Es muy propenso a caerse de los carteles, este Litri, coletudo y pusilánime. Hace poco se cayó de uno en El Escorial, donde los toros previstos lucían buido pitón. Y en la ocasión presente lo que tenían era trapío. El pusilánime coletudo es un caso sin precedentes en la historia de la tauromaquia: tosco intérprete de las suertes, ajeno al arte, incapaz de asimilar las más elementales normas del toreo, recibe, sin embargo, tratamiento de figura, con los honorarios, prerrogativas y demás pronunciamientos propios de quienes ostentan tal condición, sólo porque algunos le reconocen cierta valentía. Y resulta que en cuanto le ponen con toros íntegros, se cae del cartel. Se cae sin reserva, paliativo ni disimulo alguno. Se cae de culo.
Era verdad que los toros tenían trapío, lo cual no impidió que los toreros se entregaran con pundonor a la tarea de sacarles el mejor partido posible. Julio Norte se fajó con su lote, el peor de la tarde, dificultoso por descastado y reservón, y aún pudo conseguir muletazos de irreprochable factura. Con riesgo evidente los consiguió, mas sin esfuerzo alguno, pues este diestro sí ha asimilado el arte de torear y lo lleva bien metido en la cabeza y en el corazón. Manuel Caballero hizo una desastrada faena a su primero y en cambio aprovechó la nobleza de los restantes para cuajarles sendas faenas de gusto y templanza. Sin cruzarse, abusando de los alivios del pico -que la boyantía de los toros hacía innecearios-, pero allegando inspiración y esa facilidad que le caracteriza para embellecer el epílogo de las faenas engarzando toda la teoría de los ayudados, de los adornos y de los recursos pintureros.
Tres orejas cortó Caballero por voluntad del público colmenareño, que se entrega a los toreros si torean verdaderos toros. El toro es la razón de ser de esta afición, y exige que salga íntegro, allá penas si luego las falsas figuras se caen del cartel. Por eso Colmenar es, ahora mismo, una de las plazas más acreditadas y está poniendo en ridículo a otras de mayor fama, cuyos públicos nada exigen -quizá porque nada entienden- y el toro no sale allí nunca; ni por casualidad.
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