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MÚSICA

Siempre asombrosa Victoria de los Ángeles

Victoria de los Ángeles nos asombra siempre porque siempre nos parece escucharla por vez primera. El próximo mes de noviembre cumplirá 70 años que nunca oculta, y su arte, la pura belleza de su timbre, la exacta afinación, la musicalidad suprema, la gracia y la emoción en el decir, permanecen inalterables. Entonces entran en disputa la cronología y el espíritu, el almanaque y la vida, y podemos disfrutar de un recital como el ofrecido en la iglesia de San Cristóbal de Comillas, atestada de un público que no cesó de aplaudir a la gran cantante catalana y a su colaborador, el pianista Miguel Zanetti.El atractivo programa sumaba a las arias y canciones en francés de Lully, Campra, Martini y Fauré los lieder de Brahms y Strauss, para cerrarse, en modo popular, con las canciones que cantaba La Argentinita, con Federico García Lorca al piano. Cuanto hace Victoria resulta sobreconmovedor, ejemplar. Hace muy bien la Universidad Internacional Menéndez Pelayo al insistir cada verano en los cursos de canto de Victoria de los Ángeles, a los que, esta vez, acuden más de 60 alumnos. Lo que dice Victoria, con esa sencillez que constituye su tono y su estilo, ha de entenderse junto a lo que hace, pues su magisterio es algo vivo y su saber queda claro por la perduración de su voz fresca y luminosa.

Una fiesta

Comillas fue una fiesta, como lo son cada día cuantas actividades musicales desarrolla el festival fuera de Santander. Me parece una gran aportación del director José Luis Ocejo la extensión del festival a toda Cantabria y no con programas y artistas de menores estrellas que los seleccionados en el palacio de la capital. Una Victoria de los Ángeles en la histórica Comillas -histórica también en lo musical-; un Moneghetti haciendo Bach en Udalla; los gregorianistas de Brujas en Cobreses o Escalante; el cuarteto de Moscú, con estrenos del burgalés Alejandro Yagüe y el madrileño Gonzalo Olavide, en Noja y la Bien Aparecida; los casi estrenos de Luis de Pablo y Tomás Marco en el Palacio de Sobrellano por el Conjunto Ibérico de Violonchelos, no representan añadidos sino sustancialidades del festival.Veintidós años tiene sobre sus pentagramas el Cuarteto número 2 de Olavide, estrenado ahora en España y espléndidamente tocado por el cuarteto de Moscú. Sin embargo, está fresco como si hubiera sido escrito ayer. Posee gran novedad en su planteamiento y en sus soluciones a través de un discurso magistralmente estructurado, circular, insistente, casi obsesivo, como de "situación límite". Era curioso el enfrentamiento de esta música con el sexteto de Chaikovski Souvenir de Florence y aleccionadora la reacción de un público capaz de abarrotar el santuario de la Bien Aparecida y mostrarse tan interesado y aplaudidor ante el repertorio chaikovskiano como frente a la sustancial modernidad de Olavide.

Eldar Nebolsin (Uzbekistán, 1974), premio del Concurso Intemacional de Santander 1992, no cumplirá los 19 años hasta el mes de diciembre y es ya un pianista de técnica prodigiosa y sorprendente madurez conceptual. Hace pocos días lo demostraba en, su recital para la Quincena Musical Donostiarra en un programa con Chopin, Liszt y Gubaidulina del que eran columnas la Sonata Dante y la Tercera sonata chopiniana, que Nebolsin penso y expreso con un virtuosismo y una hondura admirables.

En la sala Argenta, de Santander, repleta de público, ha superado cuanto hace un año hiciera en el Concierto en si bemol menor, de Chaikovski. El arrebatador virtuosismo de los tiempos extremos contrastó con un andantino central largamente poético, cantado con hermosura y variedad de colores. Pero, pese a los triunfos que cada día alcanza Nebolsin, mantiene su mente serena y su voluntad rigurosa y continúa sus estudios con Dimitri Bashkirov en la Escuela Superior Reina Sofía, algunos de cuyos alumnos logran grandes premios, acrecientan su prestigio y pisan el terreno de la leyenda. La Filarmónica de Kiev, que tiene una cuerda brillante y unos vientos desiguales, estuvo dirigida por el español Alfonso Saura (Alcoy, 1959), al que le queda demasiado camino por andar como para frecuentar los festivales internacionales. No bastó su entusiasmo para damos una versión de categoría de la Cuarta sinfonía de Chalkovski, que, con la Patética, es la más gustada por el gran público.

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