Xacobeo 93: solidaridad e hipocresía
El espíritu del Camino de Santiago, durante siglos, se fue forjando, esencialmente, en una especie de relación -casi contractual- que el hombre establecía interiormente con Dios. Se intercambiaba el sacrificio del caminar peregrinando a Compostela por la obtención de determinadas gracias, fundamentalmente aquellas que beneficiasen la salud. Como complemento del sacrificio -viaje a pie durante tantos kilómetros-, muchísimos peregrinos al llegar a Santiago, en muestra de agradecimiento por los dones recibidos de su Dios, perdonaban las deudas a sus deudores y repartían su patrimonio entre los pobres. Además, esta conducta, en alguna medida, les era exigible a los cristianos en función de los principios y normas, en cierto modo vinculantes, contenidos en los evangelios.Actualmente, en general, tanto las autoridades civiles como las jerarquías religiosas, en sus ofrendas al apóstol Santiago, llenan la boca y las cuartillas con solemnes invocaciones a la solidaridad entre los hombres, y le solicitan que, por arte de magia, solucione los tremendos problemas que afectan a la humanidad (hambre, paro e injusticias sociales de todo tipo).
Olvidándose del antiguo espíritu del Camino -real sacrificio y repartir bienes con los necesitados-, hasta la fecha, ni por asomo, al menos que así haya trascendido, ningún peregrino ha tenido el detalle con su Dios de anunciarle que, de ahora en adelante, va a compartir parte de su patrimonio (muchos son tan inmensos e insultantes) con otros hombres y que su forma de ser será a partir de ahora menos egoísta.
Lo que los ciudadanos de a pie percibimos del Xacobeo 93 es una situación folclórica sin auténtico sentido religioso. Las excursiones pintorescas (en caballo, bicicletas, Seat 600, etcétera) han convertido el peregrinar -importantísimo acto de fe- en un verdadero circo, y las ofrendas al apóstol Santiago, en un vergonzoso gesto de hipocresía.-