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Tribuna:LA RENOVACIÓN DEL PSOE
Tribuna
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Defensa de un afiliado

En 1930, Indalecio Prieto fue propuesto para su expulsión del PSOE por la comisión ejecutiva nacional, debido a sus relaciones políticas con los liberales Eduardo Ortega y Gasset y José Sánchez Guerra. Prieto conspiraba para traer la República sin seguir fielmente las directrices de la dirección del PSOE, que entonces no quería alianza con los llamados partidos burgueses. Meses después, la política de Prieto se impuso en la dirección del partido socialista y la alianza antidinástica que él propugnó fue determinante para el cambio de régimen. Y si en 1930 no se expulsó a Indalecio Prieto, ello fue debido a la cerrada oposición de la Agrupación Socialista de Bilbao, a la que pertenecía.Cuento esto porque no siempre las direcciones de los partidos tienen razón, no siempre la línea orgánica debe seguirse al dictado, no siempre los aparatos hacen bien en abrir expedientes. A mí se me abrió uno hace meses en Asturias por defender en una villa costera de un paisaje extraordinario

-Llanes- el primer recurso del concejo, el medio natural, que pretendía llevarse por delante un plan, urbanístico promovido sin ley ni concierto por un alcalde de mi partido que hoy es presidente del Principado, Antonio Trevín. Ni una palabra dije contra el PSOE, ni contra su política ni contra su programa, pero por discrepar en Llanes me abrieron expediente de expulsión, en un asunto que ha provocado una polémica política sin precedentes en la región a lo largo de dos años.

Este expediente quiso tramitarlo el aparato de la Federación Socialista Asturiana a través de la agrupación donde estoy afiliado, Oviedo, y la agrupación de Oviedo me defendió por una nimidad: se opuso a la tramita ción del expediente. Entonces fue disuelta y clausurada por orden de José María Benegas. En Asturias se organizó un gran es cándalo político que todavía continúa y que se acaba de agravar con mi anunciada expulsión del partido: me expulsan por de fender una política ecológica que está en el programa del PSOE, llevándose de paso por delante la agrupación más importante de Asturias, que hasta entonces se venía oponiendo a los dictados del aparato socialista asturiano: así matan dos pájaros de un tiro.

El caso no tendría importancia si fuera únicamente personal, pero se inscribe de lleno en la lucha por la renovación del socialismo español. Una cosa hay que dejar clara desde el principio: como decía Pablo Iglesias en 1925, "el partido socialista no excluye a nadie". Por eso considero que si un partido como el nuestro se atreve, no ya a expulsar, sino a abrir un expediente por discutir actuaciones semejantes, es que algo no funciona, porque desde nuestro fundador hasta aquí los socialistas nos hemos distinguido siempre por la tolerancia, el respeto a la libertad de opinión y el reconocimiento del derecho a discrepar sobre actuaciones que importan a todos los ciudádanos. SiIglesias hace medio siglo hablaba de que el PSOE era un partido abierto, el gran dirigente Willy Brandt, en su discurso de déspedida, decía que "necesitamos de la simpatía crítica de los no afiliados, también necesitamos a los incómodos... Un partido de corte socialdemócrata jamás puede sucumbir a la tentación de la pobreza espiritual".

El PSOE, que históricamente ha soportado grandes polémicas internas, fracturas e incluso gravísimos ataques personales sin recurrir al expedienteo, acrecentando así su tradición de partido defensor de la pluralidad y de las libertades, no parece que precisamente ahora deba poner puertas al campo, deba romper esa tradición con este asunto, precisamente cuando se está iniciando la renovación y la apertura.

Así pues, que se me abra un expediente de expulsión por criticar una actuación concreta, en un tema concreto, en una comarca concreta, salvando siempre al PSOE, parece un atentado al sentido común político que nos ha caracterizado siempre, y es un agravio comparativo que no me merezco, a no ser que algunos me quieran distinguir con honores de represaliado por defender la transparencia y el juego limpio.

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Nunca ha sido tradición del PSOE jugar con el fuego de los estatutos para dirimir discrepancias políticas. Los delitos de opinión y la caza de brujas no forman parte de nuestra tradición, ni de nuestra cultura, porque no solucionan nada.

Lo dijo Alfonso Guerra, del que he sido colaborador directo en el Programa 2000 y en algunos encuentros intelectuales sobre el futuro del socialismo. Guerra decía literalmente hace unos años en un libro de Fernández Braso: "Yo no creo en los estatutos de ninguna organización ni partido. Los estatutos siempre se sacan cuando terminan los argumentos. Cuando se acaban los argumentos siempre hay alguien que dice, tiro de estatuto y demuestro que usted no puede estar en esto y lo otro. Los estatutos no son más que el vehículo de apagar conflictos que no se saben resolver a través de argumentos. Por tanto, yo no creo en los estatutos". Alfonso Guerra no cree en los estatutos, pero el secretario de organización, José María Benegas, firma mi expulsión del partido socialista por defender la ley en Llanes, la política de renovación en Oviedo y el programa del partido: así se gobierna todavía el PSOE.

A propósito, el propio Brandt decía que "yo sé que en la política es más importante que te concedan la razón en un momento dado que haberla tenido siempre. Pero la consciencia de responsabilidad democrática requiere también el valor de soportar lo incómodo y, en ocasiones, lo impopular, de no cerrarse a la realidad ... Esto forma parte de la responsabilidad hacia el partido de la libertad". Yo no quiero cerrarme a la realidad. Tampoco quiero que me den la razón. Simplemente quiero seguir estando en el partido de la libertad, que en España siempre ha sido el PSOE: un partido abierto, plural y democrático, donde los ciudadanos puedan participar sin que los condenen a la hoguera por delitos de opinión.

Termino con Prieto. En su Defensa de un afiliado contra un acuerdo de la comisión ejecutiva decía: "Quienes hemos caminado por el yermo de la política española podemos medir bien el efecto deprimente que causa su soledad, más trágica aún cuando nos encontramos separados de los que marchaban junto a nosotros; consuelan entonces, y mucho, las voces de aquellos que, viendo nuestra triste peregrinación, nos exhortan a no desmayar; consuelan, aunque lleguen debilitadas desde muy lejos. Yo he procurado que oyese la mía quien al seguir caminos trazados por su deber se apartaba de otras estimaciones y se desentendía de todo provecho personal". Eso mismo que el gran socialista ovetense Indalecio Prieto quiero yo: hacer oír mi voz, que siempre ha seguido el camino del deber y no del interés personal, como una contribución más a la imprescindible renovación del socialismo.

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