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Tribuna:Folletín de un año largo
Tribuna
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Pobres, ancianos o polacos Capítulo 6

Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros. La famosa frase-tópico de George Orwell trataba de definir críticamente el comunismo triunfante, y sin duda acertó: la sociedad sin clases se convirtió en una lista de prelaciones que casi comprendía toda la sociedad soviética (la nomenklatura). Como muchas de sus previsiones en Animalfarm o en 1984, se han desarrollado más en el mundo demócrata que en el comunista, que fue finalmente mucho peor de lo previsto incluso por Orwell (quizá por su fe paralela, la trotskista). La igualdad fue una pretensión burguesa enunciada en 1789, y se refería más bien a sus derechos con respecto a la aristocracia que a los del pueblo con respecto a ella, o a nadie; cuando fue de otra manera, hubo una contrarrevolución burguesa que puso las cosas en su sitio, y así están. Lo que estamos reviviendo en 1992-1993 es el intento de restablecimiento omnipotente de aquella burguesía, una vez apartado el peligro popular, los frentes populares, los partidos obreros, reducidos los sindicatos y favorecidos los gremios, exiliadas las revoluciones; unavez que esta tenaz raza de la industria, el comercio y el derecho se ha quitado de encima a su enemigo comunista y a su ambicioso aliado fascista, y ha tomado de ellos algunas de sus comodidades. Incluso algunos de sus nombres: socialismo, aunque detestado en Estados Unidos, es un nombre común dela burguesía capitalista, en Europa.Hemos arrojado fuera de nuestras fronteras a los pobres, pero advertimos bien que no se trata de racismo ni de xenofobia. Es cierto: se trata de que no deseamos de ninguna manera hacer importaciones' de pobres. Puede darse alguna contradicción, como la de modificar las Constituciones para que los extranjeros puedan votar en situaciones locales (en España hemos sido ahora absolutamente formales en ese cambio inútil), pero no sin separar al mismo tiempo las clases de extranjeros. Hay extranjeros enormemente deseables, aunque nos decepcionen: aquí están, en Madrid, las ruinas prematuras, premodernas, de las torres de KIO, que nos hicieron cambiar todo el trazado urbanístico de un punto trascendental de la ciudad y de su entrada para albergarlas, como ejemplo de nuestra buena acogida a unos extranjeros que, además, eran árabes y . seriamente islámicos.Ni xenofobia ni racismo: nuestra falta de precaución ante ellos era muestra de nuestro nulo racismo; nos bastaba con que fueran ricos. Se fueron luego con el dinero, o lo dejaron aquí en manos extraviadas, nacionales pero prestas, y ésa es otra cuestión.

Eso sí, estaban bien vestidos, y eso es fundamental. Corcuera, nuestro ya permariente ministro del Interior, hombre elogiado por los suyos y, por los de la oposición a los suyos -no hay nada como un temple duro para con el pobre-había creado leyes y, dado instrucciones a sus guardias para la persecución de las personas sospechosas, y esas personas estaban mal vestidas. (De Corcuera ha quedado una de las frases más expresivas de este tiempo ahora contado: "Cinco años en el Ministerio del Interior ¡son la leche!"; sin embargo, continuó en su mundo lácteo tras los cambios del verano, en el mes del arreglo de cuentas dentro de su Gobierno y de su partido. El régimen no encuentra ninguno mejor).

La realidad es que estamos en la ruina -véase el primer capítulo de este cuento atolondrado y afectado por el calor en que se escribe- no por las personas de mala pinta, no por los emigrantes clandestinos, vio por los sucios drogadictos ni por las prostitutas negras a las que un concejal de Madrid, Matanzo (personaje recurrente en este verídico folletín), regó con zotal para ahuyentar de una de sus zonas preferidas; estaimos en la ruina por los grandes ciudadanos de coches fastuosos. Aún ahora, mientras escribo, hay un Jaguar, rugiente: el de José María Mohedano, víctima del arreglo de cuentas en el partido socialista ("Los guerristas han sido reducidos a escombros": en. la lista de las, frases, ésta de Leguinaes suntuosa; quería expulsar también a Mohedano del partido, pero fue contenido por los elementos sensatos: no hay que causar alarma social rá juzgar a -nadie prematuramente), partícipe en. asuntos inmobiliarios que han pasado a la historia con escasos; signos de gloria, incluso con muertos, como en el incendio, el verano en que comienza esta historia, de unas Villa Fontanas (del nombre del empresario, Pinto Fontán) que eran "un lujo redondo" (esta frase es del franquismo; como no se señalen, no se distinguen) por la forma de sus bañeras, y que quedó en residencia de hacinados, desgraciadísimos polacos que huían del poscomunismo ("eligieron la libertad": frente a Walesa, mal visto este verano en su país, por neodictador). Como el material era facilmente combustible (el bello revestimiento de las fachadas, las moquetas), aunque premio Nacional de Arquitectura, ardió y quemó polacos. Y heaquí, en el verano pasado, otra frase histórica: ,Matilde Fernández, ministra de Asuntos Sociales, dijo entonces que venían aquí esos polacos para ahorrar dinero y, en lugar de tomar viviendas suficientes, se hacinaban todos para pagar poco. Y así se quemaban, con unos hornillos con los que pretendían guisar comida.s que les dieran un poco de sabor, de la antigua patria. Ya no es ministra. Hay otra que comienza a hacer sus frases.

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-Mezclo cosas, y quizá. sea una mezcla insensata: el Jaguar de Mohedano, el sentido social de Matilde Femández, la buena pinta perseguida por Corcuera. Iba a lo demagógico directamente: que el problema es de pobres y ricos, y que el neosocialismo, el régimen de los unos más iguales que otros según unos órdenes de justicias distributivas, el que bebió de las mismas fuentes marxistas que el comunismo, pero supo cambiar atiempo (dejar de beber), está defendiéndose mejor de los pobres que de los ricos, en España y en los países donde gobierna desde el Gabinete mismo, desde la presidencia de la República -Francia, donde tanto desastre ha sufrido el partido; Mitterrand, lejano y solo-, o desde la oposición, como en Alemania, o en la coalición, como en Italia, donde por poco desaparece el país mismo devorado por sus clases políticas (sería injusto culpar sólo al socialismo de la gran ruina europea; la comparten los diversos partidos políticos, y el país al que le han tocado los conservadores,como el Reino Unido, no acaba de despertarse de su pesadilla; y sería también injusto culpar a los partidos políticos porque los países que no los tienen, sino dictaduras, son asesinados y encarcelados, además de robados, de donde se deduce que siempre hay que elegir males menores).

Ya que es más fácil defenderse de los pobres que de los ricos, hemos de agradecer a los Estados y sus funcionarios que por lo menos nos defiendan de aquéllos. Los dos Gobiernos socialistas que hemos tenido en España en este lapso, el que continuaba el cambio y el que produce "el cambio del cambio" (frase-enigma de Felipe González), tienden a la contención del pobre: que no sean sus altos salarios los que nos creen problemas a los demás, o los que envíen a sus compañeros menos afortunados al paro; que no sean sus huelgas las que irriten a los patronos hasta el punto de no hacer-les aceptar un pacto social; que no sean sus medicinas las que nos hagan enfermar a todos; que no sean sus ancianos los que consuman el dinero de las clases activas.

Este problema va siendo grave: como las clases activas son cada vez menos por efecto del paro, y como sus salarios son menores (en relación) para evitar que haya un estado de inflación, y como hay cada vez más ancianos, reales (por efecto no sólo de la disminución de natalidad, sino por una descarada medicina preventiva, gerontológica y de mantenimiento, que les alarga la inútil y dolorosa vida) y también inventados (por efecto de las jubilaciones anticipadas con las que se descarga al patrono de. su fastidioso personal), resulta que el dinero que tiene que pagar cada activo por cada pasivo es cada vez mayor. Lo cual hace pensar al activo en la injusticia de la vida, más que en su propia ancianidad que tiene que sobrevenir, y de una manera más desgraciada todavía: porque le jubilarán o despedirán antes (el despido, a ciertas edades, equivale a una jubilación sin nombre y sin pensión, porque dada la insensatez de la medicina, se prolongará más su desagradable vida). El verano pasado, este verano, se han multiplicado los casos de los ancianos abandonados por sus familiares' que desean gozar sin rémoras de las vacaciones, un derecho social que ha costado tanto conseguir (incluso una guerra civil perdida, y una revolución comunista mundial abortada) para perdérselas ahora por la incomprensión de uno o varios abuelos (hay familias que los acumulan).

En este punto se ve ya que en el problema de los iguales que no somos iguales aparecen los pobres; aunque sean polacos, con los que no hay ningún problema racial. Y aparecen también los ancianos, que no solamente son de la misma raza, sino que somos nosotros mismos. Yo mismo, que escribo aquí, y en la manera de escribir se me debe notar esta desigualdad de las edades. Pero hay muchas más desigualdades.

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