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Donde los animales no tienen nombre

Ana Alfageme

Alfredo Bengoa era de pequeño el dolor de cabeza de su madre. Su amor a los animales se plasmaba en lagartijas saltando desde los cajones, pollos, gatos y todos los bichos que no fuesen, claro, vacas y ovejas, porque dice Alfredo que él, un hombre de Madrid, nunca entendió muy bien a los animales del campo. Luego, estudió veterinaria y siguió prefiriendo a los animales en libertad.Hace tres años, ya profesor de la facultad, logró montar allí esta consulta de animales exóticos, en un sótano: es decir, básicamente un cuartucho con las persianas vencidas, varias peceras, una mesa de operaciones, medicamentos, y una hoja pegada a la pared: "Empieza el exoticine" (de vez en cuando se proyectan películas).

El cuartito ha dado para atender a 300 animales dispares, pero sobre todo tortugas, muchas tortugas de las que se compran en cualquier pajarería. Muy pronto se les hinchan los ojos como pelotas. Al llegar a la consulta les ponen el nombre de Rocky, porlo del boxeador. "La comida que les venden a los chavales con los animales no les alimenta, Y acusan la falta de vitamina A", explica Bengoa. "Lo bueno es que con tratamiento se recuperan muy bien". Al chico la consulta le habrá costado 500 pesetas y se irá con su tortuga bajo el brazo, sana y salva. La consulta de exóticos, que depende del Departamento de Patología Anlrrial II, también asesora a las clínicas de perros.

Una madre herida

A la nómina de tortugas hospitalizadas o adoptadas -dos inmensas tortugas mordedoras viven en el cuartito desde hace dos años y deben extranar el Misisipí- se añaden palomas, cotorras, periquitos, iguanas, ardillas atropelladas en el Retiro o pavos reales con rotura de pata.Estos días, un galápago leproso -uno de los dos tipos de este animal que hay en España nada como puede con una pata destrozada por un remo. Quizá haya que amputársela. El galápago es hembra, por más señas, y al día siguiente de ingresar puso un huevo que, como la madre, está internado: vive enterrado en humus, dentro de un vasito que le sirve de incubadora.

En época de vacaciones, como ahora, a los pájaros, que requieren más cuidados, los adopta alguno de los 22 alumnos internos de cuarto y quinto de carrera que colaboran en la consulta, y se los llevan.

Dentro de un año, las tortugas mordedoras quizá tengan menos morriña de su gran río americano. Les espera un hospital de 15.000 o 20.000 metros cuadrados, que se construye en el recinto de la facultad. Allí, Bengoa y sus compañeros se las tendrán que ver con las enfermedades más peliagudas y las lesiones más graves. El nuevo hospital se convertirá en un centro de referencia para los casos complicados.

Aparte de las ocurrencias y los insólitos bautismos -Rocky a las tortugas boxeadoras o Quasimodo a una que tiene la concha pequeña y arrugada-, a los animales no se les nombra. Únicamente por una razón, que explica Bengoa: "Los perros viven en casa y son uno más. Por eso se les, puede bautizar. Pero los animales que viven libres nunca tienen. un nombre. Y aquí no se lo vamos a poner".

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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