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Reportaje:

Mitad héroe, mitad bandido

La miseria de Nicaragua lleva a la rebelión a Pedrito el Hondureño en Estelí

ENVIADO ESPECIALEntre los 45 cadáveres amontonados en las calles de Estelí figuraba el de un niño de 11 años. Cayó inocentemente víctima del fuego cruzado entre la partida rebelde de Pedrito el Hondureño y el Ejército de Nicaragua. Le conocían sólo como el hermano de El Juanillo y se dedicaba a la venta ambulante de aguacates. Nadie recuerda su nombre de pila. Ni siquiera esos otros muchachos de su edad, descalzos y casi harapientos, que a diario concurren en el Parque (plaza mayor) de Estelí para buscarse la vida como limpiabotas o vendedores de chicle. Murió como un ser anónimo. Pero ya lo era en vida.

Los niños de los barrios populares de Estelí emulan en los últimos días en su juego callejero a Pedrito, que consiguió escapar del cerco militar tras la revuelta, con el consentimiento de sus padres. Nadie justifica en público la violencia, pero cuando surge el nombre de El Hondureño esta gente pobre esboza una ligera sonrisa y asiente con cierta complicidad.

Estelí, la cuarta ciudad en importancia de Nicaragua, a unos 150 kilómetros al norte de Managua, cerca ya a la frontera con Honduras, despierta lentamente, pero aún horrorizada, de su última tragedia, el pasado miércoles, en lo que significa el mayor baño de sangre que ha sufrido este país desde que hace tres años acabara la guerra. La metralla ha dejado una huella imborrable en prácticamente todo el centro de la ciudad. Ni siquiera la catedral o el hospital, que prestó los primeros auxilios al centenar de heridos que han dejado como saldo estos combates, se salvaron de los disparos.

Pero hay muchas otras tragedias en Estelí. La mayor es su cruel desempleo, que obliga a más del 63% de su población a tirarse a la calle diariamente para buscar algo de grano con que alimentarse, con el inconveniente de que casi siempre se regresa de vacío. Hoy el fríjol y el arroz, base de la alimentación nicaragüense, han cuadruplicado sus precios, y comer mínimamente, tener luz o agua es ya casi cuestión de ricos.

Quien logra trabajo, sea en el campo o en la construcción, se tiene que emplear ocho horas por un ridículo salario que no pasa de las 200 pesetas al día. Pero no siempre lo hay en estos tiempos en que se han acabado los subsidios sandinistas que llevaron a Nicaragua a la bancarrota. Como tampoco los créditos de los nuevos bancos privados, solamente reservados para la gente de la ciudad que puede responder con algo a cambio, o la tierra prometida por el Gobierno de Violeta Barrios de Chamorro para los desmovilizados del Ejército o de la Contra.

Estelí, con casi 150.000 habitantes entre su zona urbana y el campo, vive de la agricultura y de la ganadería, concentradas en manos de unos pocos. No tiene mayor industria que la que hace posible las labores del tabaco: una finca de cultivo que emplea a 1.200 trabajadores y la fábrica donde operan 70 obreros. Ambas son desde hace muy poco propiedad de un reducido grupo de antiguos empleados que en régimen de sociedad no sacan aún beneficio porque de momento están hipotecados por los bancos. Esta industria representa un negocio porque es la que fabrica los puros La Joya de Nicaragua, uno de los pocos productos manufacturados que exporta este país.

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El hambre y la miseria son una constante en esta zona del norte montañoso de Nicaragua, de mayoría sandinista, que ha venido dando a lo largo de los últimos 20 años muchas vidas por los ideales de este país centroamericano, primero contra la dictadura de Anastasio Somoza y luego en la guerra civil que enfrentó al Gobierno de Daniel Ortega con la Contra. Esto explica que en Estelí aparezcan, en estos tiempos de paz y de políticas económicas más pendientes del Banco Mundial que de la realidad del país, personajes como Pedrito el Hondureño, un héroe de guerra reconvertido ahora en cabecilla de una partida de bandoleros que las clases populares ven, sin embargo, como un libertador de su pobreza.

Es Pedrito el Hondureño, a sus 35 años, ya un mito entre los desheredados, pese a que su última batalla le ha costado la pérdida, entre muertos, heridos y detenidos, de unos 150 hombres, en su mayoría antiguos soldados sandinistas, algunos contras reconvertidos y adolescentes campesinos. Todos ellos unidos en un mismo fin: la búsqueda de trabajo y de tierras.

Le llaman a Pedrito el Robin Hood de Nicaragua, y su última hazaña fue escapar de los combates de la pasada semana con cuatro millones de dólares (más de 500 millones de pesetas) fruto del saqueo de tres bancos de Estelí. Parte de ese dinero, que el Gobierno teme que emplee para reconstruir su partida, lo fue repartiendo entre los vecinos mientras se abría paso con su ametralladora para refugiarse en la vecina montaña. En su haber figuran ya otro asalto bancario y cuatro secuestros de hombres ricos.

El Hondureño es uno de los 80.000 hombres que se vieron obligados a dejar el Ejército nicaragüense tras el fin de la guerra sin otra indemnización que 11 meses de paga. Lo hizo como mayor (comandante), pero pronto se tiró al monte y entró en la disidencia con el Frente Sandinista, al que se había unido en 1978 tras desertar del Ejército de su país natal. Quien lo conoce bien, como el ex teniente Carlos Bolaños, hoy también desempleado, lo concibe como "un hombre de huevos". Y quien lo sufre, como la mayoría de la gente honrada de la comarca, lo califica de simple bandolero.

Mitad héroe y mitad bandolero, Pedrito el Hondureño es hoy el enemigo número uno de Nicaragua, pero también el comienzo de una leyenda en una zona del país devastada por la miseria.

El alcalde de Estelí, el sandinista Ulises González, rechazó categóricamente el asalto de su ciudad por estos guerrilleros que dicen pertenecer al Frente Revolucionario de Obreros y Campesinos (FROC), pero considera que la represión del Ejército, que utilizó blindados y helicópteros contra gente que sólo se defendió con fusilería, ha sido excesiva y desproporcionada.

Con él coincide gran parte de la población y también los líderes nacionales del Frente Sandinista. No, en cambio, la presidenta Chamorro ni el otrora sandinista jefe del Ejército, el general Humberto Ortega, que necesita de este tipo de acciones espectaculares para rebatir las acusaciones de parcialidad que llueven sobre su institución, que es cuestionada por medio país por su origen ideológico.

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