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La estrategia de alianzas divide a la DC italiana

El Partido Popular, el movimiento político refundado en Roma por la asamblea constituyente de la Democracia Cristiana (DC) que concluye hoy sus trabajos, seguirá teniendo dos almas bien diferenciadas, pues no nacerá de una escisión.Esa posibilidad parecía excluida ayer por el tono de unos debates que expresaban una profunda división interna sobre la sugerencia de colaboración con el Partido Democrático de la Izquierda (PDS) hecha el pasado jueves, en su discurso inaugural, por el secretario general, Mino Martinazzoli. No obstante, nadie parecía dispuesto a dejar una formación que, aún con una reducida cuota electoral del 18% sigue siendo el mayor partido italiano.

"El grado de novedad [que aporte la asamblea] estará también ligado al número de despedidas que registremos. No es que desee que sean demasiadas, pero tal vez alguna despedida daría constancia de lo nuevo", dijo el jueves Beniamino Andreatta, el ministro de Asuntos Exteriores.

"Hasta aquí, me parece que se trata de una asamblea más de la DC, aunque esta vez se está quemando la casa", comentó, en un sentido similar, el jesuita Bartolomé Sorge, presente en los debates. "La DC está acabada, porque pertenece a un periodo histórico que ha concluido", añadió. "No se trata de renovar la DC, sino de repensar una nueva forma de catolicismo democrático, haciéndola surgir de las raíces siempre verdes de los ideales cristianos, pero a partir de una clara discontinuidad histórica con la vieja DC".

La sensación de vivi ralgo ya visto es fuerte en este congreso, en la medida en que el debate seguía girando en torno a la vieja cuestión de la relación con el PDS, polémica que ha dominado la vida de los democristianos durante las tres décadas transcurridas desde que comenzó a gestarse el compromiso histórico.

El nuevo partido se debe situar "en el centro del sistema político italiano, rechazando tentaciones que pueden venir de un izquierdismo o derechismo vocacional, que representan espacios políticos innaturales", afirmaban ayer en un documento 20 diputados que se autodefinen como neocentristas. Se trata de veteranos, como el ex ministro Sandro Fontana, y otros más jóvenes, como Clementa Mastella y Pier Ferdinando Casini, todos ellos procedentes de la derecha democristiana, que ya habían respondido "ni con la Liga [la fuerza política que barre en el norte] ni con el PDS" al discurso inaugural de Martinazzoli.

La alternativa de este grupo resulta para muchos utópica, ya que sería continuar recogiendo los apoyos tradicionales que la DC ha tenido en socialdemócratas, socialistas y liberales, todo un centro que hoy está en desbandada y profunda crisis.

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En cambio, para Ermanno Gorrieri, estrecho colaborador del secretario general, el Partido Popular deberá trabajar "en la construcción de un nueva agregación de centro-izquierda". Esa es también la posición de Rosy Bindi, la líder de la DC Veneta que emerge como una de las grandes figuras del nuevo partido. En su intervención de ayer, la más aplaudida, Bindi invitó a sus compañeros a conceder plenos poderes a Matinazzoli para que pilote el cambio hasta el Congreso de otoño y que aprobará el cambio de nombre.

El congreso deberá aprobar una estructura de partido más "ligera" y descentralizada, como conviene a un nuevo sistema electoral que será uninominal y mayoritario. En el nuevo Partido Popular no habrá tampoco las cuotas de afiliación en que se basaba el poder de los líderes tradicionales ni se permitirá la formación de corrientes.

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