Una nueva forma de entender la política
LA RENUNCIA de José María Mohedano a su cargo de secretario general del Grupo Parlamentario Socialista, anunciada ayer, es, sin duda, paradigmática del nuevo estilo político que el presidente Felipe González sintetizó en su frase de aplicar "el cambio sobre el cambio" en la etapa surgida tras las elecciones generales del 6 de junio. Formalmente, la renuncia cerrará su ciclo en la reunión que el grupo parlamentario celebrará hoy y en la que, presumiblemente, se elegirá su sustituto. La renuncia al cargo citado no supone la del escaño parlamentario por Valencia.El asunto del diputado socialista surgió a la luz pública por sus estrechas vinculaciones profesionales con José Luis Pinto Fontán o Gómez-Pinto Fontán, un empresario de la construcción e industrial, titular de un currículo en el que se entreveran las irregularidades urbanísticas, los impagos a los acreedores y la frustración de buena parte de quienes compraron alguno de sus pisos. Las actuaciones del abogado Mohedano se atienen, sin duda, a la legalidad vigente, y así lo manifestó en su comparecencia ante la prensa. Y es importante subrayarlo no sólo en atención al rotundo historial democrático del protagonista -destacado antifranquista y defensor de los derechos humanos-, sino en honor a la verdad y en desprecio de todo intento de linchamiento. No se trata de forzar la realidad para deslizar insinuaciones maliciosas sobre cómo, cuándo y dónde habría podido cometer alguna ilegalidad. En tanto que abogado o asesor del empresario Gómez-Pinto Fontán, es muy dueño de utilizar, o no, un vehículo de lujo cuya titularidad no le corresponde. También pueden entrar en el terreno estrictamente profesional las visitas a alcaldes o dirigentes autonómicos socialistas para indagar la posibilidad de ampliar los negocios de su asesorado. E incluso, si fuese necesario, coadyuvar a la consecución de créditos para dichos negocios en las entidades privadas, públicas o semipúblicas que se estimen convenientes. Todo ello entra dentro de la legalidad pese a que sean actividades tangenciales al ejercicio de la abogacía estrictamente considerado.
Lo que distingue a José María Mohedano del resto de sus compañeros de la abogacía es precisamente su condición de diputado electo y secretario general del grupo parlamentario del partido que ha conseguido el mayor número de escaños y, por ello, responsable de la formación del Gobierno. Es precisamente esa zona de penumbra en la que resulta difícil deslindar dónde acaba lo profesional y dónde la actuación política que se ha clarificado con su renuncia. Es un gesto que desde un punto de vista estrictamente judicial puede resultar innecesario, pero despeja cualquier duda sobre la promesa de enmendar errores pasados.
A nadie se le escapa que buena parte de las razones que explican la pérdida de votos socialistas el pasado 6-J surgen de los escándalos sobre la financiación irregular del partido y el tráfico de influencias. Pero si eso es difícilmente rebatible, no lo es menos que frente al descubrimiento de nuevos escándalos, o a la profundización de los mismos, la actitud de la cúpula del PSOE fue, básicamente, torpe. Su primera reacción se basó en negar la mayor: no existe responsabilidad judicial, luego no existe corrupción. Después se construyó un esquema teórico pueril en el que todo se debía a una campaña orquestada y planificada por los enemigos del partido y, sin duda, del sistema. Es decir, se acudió al fácil remedo de la satanización de quien estorba. Finalmente llegó la rectificación: Felipe González anunció el comienzo de una nueva etapa, el cambio sobre el cambio. Su punto de no retorno fue el encuentro con los estudiantes y alborotadores de la Universidad Autónoma de Madrid -el pasado 25 de marzo-, cuando asumió públicamente que, además de las posibles responsabilidades penales que se derivaran de las investigaciones judiciales sobre el caso Filesa, existían responsabilidades políticas y que él sería el primero en analizarlas, discutirlas y aceptarlas con todas sus consecuencias.
Por todo ello, este asunto se ha convertido en piedra de toque de la nueva etapa socialista, tanto en lo que se refiere a la compatibilización de la gestión pública y los intereses privados como en lo que atañe a la seriedad de los dirigentes políticos a la hora de explicar sus actividades. Con la renuncia de Mohedano, la promesa de González sobre el rigor y la transparencia política en su nuevo mandato logra una coherencia indiscutible, pero también la vida democrática consigue una credibilidad y unos hábitos cívicos que la ciudadanía ha reclamado diáfanamente de la mejor manera posible: con sus votos. Se trata, pues, de la solución correcta en el momento oportuno.
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