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Tribuna:A LA INTEMPERIE
Tribuna
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El psiquiátrico, la cárcel y el cuartel

Juan José Millás

Comprendemos el significado de la vida, o su absurdo, en las situaciones fronterizas; por eso tienen tanto éxito los programas de televisión o radio que hablan de situaciones límite. Ellos -no sé quiénes son ellos- lo saben e incluyen el término límite en sus títulos (Los límites de la realidad, por ejemplo). Creo que la expresión relatos fronterizos" proviene de las historias que narraban los conquistadores del Oeste americano cuando volvían de esa frontera en permanente avance que todavía les separaba del territorio arrebatado a los indios. En ese límite entre su realidad y la de los otros, repleto como estaba de animales de tres cabezas o de seres humanos con propiedades vertiginosas, sucedían hechos prodigiosos (véase Mark Twain).Vivimos, pues, en el borde de algo y cualquier cosa que metaforice ese labio que separa lo portentoso de lo normal evoca la frontera entre lo que somos y lo que creemos ser. Durante algunos días, este suplemento dedicado a Madrid nos ha servido en primera página (es decir, en el límite con el resto del periódico) el proceso instruido contra un recluta que mató a dos compañeros suyos que "le puteaban" con las novatadas de todos conocidas. Por un pelo, la noticia, en lugar de caer en Sociedad o Cultura, ha caído en Madrid. Todo un símbolo, porque el suceso es en sí mismo un relato fronterizo lleno de hechos espeluznantes y acaecido, para más señas, en uno de esos límites de la realidad que llamamos cuarteles.

A veces es difícil saber cuál es la línea que separa la noticia local de la nacional o el acontecimiento cultural del social. O la locura de la cordura. Los peritos, por ejemplo, no acabaron de ponerse de acuerdo a lo largo del juicio sobre el grado de deficiencia mental del recluta procesado; es decir, se movieron todo el rato en la frontera entre delito y acto irresponsable. Estaban, por ejemplo, de acuerdo en que el muchacho fuera condenado, pero al mismo tiempo sugerían que cumpliera su condena en un psiquiátrico. De ese modo, sin darse cuenta, estaban diciendo que no sabían muy bien cuál es la línea, el borde, que separa la cárcel del sanatorio mental.

Pero lo más espeluznante de este relato fronterizo era cuando intentaban afinar. Para unos, el recluta Molero -así se llama, o se llamaba antes de disparar el Cetme- era "absolutamente inimputable", mientras que para otros "tenía muy rebajada su conciencia y su capacidad de discernimiento y volitiva, pero no anuladas totalmente". Digo yo que si tan complicado resulta trazar la frontera entre lo local y lo nacional o entre lo cultural y lo social, cómo pueden saber algunos dónde se sitúa la raya entre necesidad y capricho.

Finalmente, el tribunal ha optado por una solución salomónica condenando al recluta a 20 años de reclusión en un centro psiquiátrico. Es posible que yo mismo sea un caso límite, un borde entre lo homologado y lo heterogéneo, pero el fallo me parece contradictorio. ¿Cómo se puede cumplir una pena por homicidio en un establecimiento psiquiátrico? Es como si los psi quiatras empezaran a recomendar el internamiento de sus pacientes en las cárceles. La locura, puesto que de lo cura estamos hablando, al canzó su límite, puesto que hablamos de límites, cuando el fiscal, según la crónica de José A. Hernández, dijo que si, por ejemplo, los médicos entienden que dentro de seis años el recluta Molero se ha recuperado, debería cumplir el res to de su condena en la cárcel. Yo les su giero que, además de obligarle a agotar la pena psiquiátrica y la carcelaria, le obliguen a terminar la mil¡, que a lo me jor todo esto lo ha hecho para librarse de ella. Qué mundo.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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