_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una guerra absurda

LA GUERRA entre abjazos y georgianos es quizá la rrás absurda de las que están asolando diversas regio nes del sur caucásico. Empezó con choques armados de poca monta en agosto del año pasado y se fue ampliando poco a poco. Ahora han muerto más de cuatrocientas personas en los últimos seis días en batallas encarnizadas. El balance global se cifra en millares de muertos. Georgia, una de las regiones más ricas y de más alto nivel cultural de la antigua URSS, está hoy arruinada, dedicada a concentrar fuerzas y energías para continuar la guerra. Al ser elegido Edvard Shevardnadze presidente de la República (con la gran experiencia que había acumulado en acciones pacificadoras al lado de Gorbachov), muchos pensaron que sería capaz de abrir paso a una solución pacífica. No ha sido así.Es cierto que el nacionalismo georgiano es uno de los más arrogantes e intransigentes y que su presión es fuerte sobre el Gobierno de Tbilisi. Sin embargo, Shevardnadze ha hecho esfuerzos senos para buscar un alto el fuego, procurando sobre todo que Rusia desempeñase un papel mediador. Pero dos acuerdos de cese de hostilidades firmados con el apoyo de Yeltsin no han dado ningún resultado. Mientras los rusos siguen ofreciendo ayuda a los abjazos para reforzar su poder militar, el Gobierno de Shevardnadze no ha sido capaz de introducir en la posición georgiana concesiones realmente generosas capaces de convencer, al menos a una parte de los abjazos, de que es absurdo proseguir la guerra.

En cuanto a las pretensiones abjazas, se remontan a un pasado remoto. Es cierto que Abjazia fue hasta el siglo XIII la gran potencia dominante de la región, pero ello cambió de modo radical. Cuando Rusia se adueñó en 1864 de esa parte del Cáucaso, la gran mayoría de los abjazos, islamizados, emigró a Turquía. Quedaron los antepasados de los abjazos actuales, en gran parte cristianos ortodoxos, lo que refuerza sus lazos con Rusia. Sin embargo, en la República Autónoma de Abjazia (reconocida por Stalin como parte de Georgia) los abjazos representan menos del 20% de la población, y los georgianos, el 45%. Es, pues, evidente que la reivindicación del nacionalismo abjazo de una independencia total es absurda, carece de base objetiva. La explosión de actitudes nacionalistas en diversos países del Este conduce en muchos casos, como en éste de Abjazia, a reivindicaciones carentes de base racional que llevarían al surgimiento de mosaicos de pequeños Estados impotentes, creando así causas permanentes de conflictos y de inestabilidad en la vida internacional.

Hasta ahora, Rusia se ha presentado como potencia mediadora capaz de resolver el conflicto. Sin embargo, cada vez está más claro que Moscú está ayudando a los abjazos para reforzar su potencia militar y presionar así sobre Georgia. Por ello parece llegada la hora de una mediación internacional susceptible de sentar a los beligerantes a una mesa para buscar una solución sensata. Hasta ahora ni Rusia ni Georgia querían que la ONU interviniese. Pero el agravamiento de los combates cambia las ideas. El ministro de Exteriores de Georgia, Tchikvadze, acaba de pronunciarse por una discusión sobre ese conflicto en el Consejo de Seguridad de la ONU, y ha pedido a Francia que apoye tal iniciativa, que puede abrir un buen camino. A los abjazos les daría una mayor presencia internacional y les ayudaría a exigir de los georgianos el máximo de concesiones en el reconocimiento de sus derechos nacionales, en cultura, idioma, bandera y todo el simbolismo que tanto cuenta en estos conflictos. Al mismo tiempo, no parece que el momento actual sea apropiado para plantear cambios formales de fronteras. Abjazia podría seguir como república autónoma de Georgia, sin por ello cortar unas relaciones estrechas con Rusia que permitan a ésta asegurar los intereses legítimos que tiene en la región.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_