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Un clan, un partido, una ambición

Una valla de alambre verde dividía hasta hace pocas semanas Mogadiscio. El norte pertenecía a Alí Mahdi Mohamed, presidente interino de Somalia. Las otras tres cuartas partes de la capital quedaban bajo control de Mohamed Fará Aidid. Nadie se atrevía a traspasarla. Ahora el camino al norte está libre. Una patrulla de cascos azules italianos charla con los viandantes en el mismo lugar donde antes se erigía la alambrada. El bello casco antiguo, demolido por los bombardeos, se ha llenado de nuevo de gentes y de mercadillos.La línea verde simbolizaba la historia de dos ambiciones. Las de dos señores de la guerra, Mahdi y Aidid. Ambos son del poderoso clan hawiye y forman parte del partido Congreso de Somalia Unida (USC). Mahdi, rico hombre de negocios, antiguo diputado y director de la Unicef, encarna la esencia del subclan abgal, los tradicionales habitantes de Mogadiscio. A¡did, antiguo pastor, militar y diplomático, representa a los habr-gadir, los combativos nómadas del campo. Juntos derrocaron a Siad Barre en 1991.

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"Aidid es el principal obstáculo para la paz"

Mahdi actuó en el terreno político, dentro del llamado grupo Manifesto, formado por empresarios e intelectuales. Aidid en el militar, dirigiendo una alianza de clanes. Pero ambos querían la presidencia.

No habían pasado tres días de la huida de Barre, en enero de 1991, cuando el grupo Manifesto nombré a Mahdi presidente interino. Nunca fue reconocido por los demás clanes que se reunieron en julio en Y¡buti y otorgaron la jefatura del Estado al USC, entonces presidido por Aidid. Comenzaba así un siniestro juego de alianzas y muerte que sumió a Somalia en el caos y en el hambre.

Aidid, perseguido ahora por las Naciones Unidas, declara al corresponsal de una emisora de radio americana que "no le inquieta" la orden de detención dictada contra él. El rival de Mahdi, está convencido de que su pueblo le protegerá.

En Mogadiscio acabó la dictadura y en Mogadiscio empezó la guerra civil. Ahora ya no existe ninguna alambrada verde que divida la ciudad: es uno de los pocos acuerdos firmados entre los dos señores de la guerra que se ha cumplido. Pero como dice un joven somalí, la separación y el odio anidan en los corazones. Y esos no se borran de un plumazo.

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