"El Gobierno será implacable contra ETA"
El jefe del Ejecutivo llama "malnacidos" a los terroristas que perpetraron los atentados de Madrid
El presidente del Gobierno, Felipe González, aseguró ayer en Copenhague (Dinamarca), al término, de la reunión del Consejo Europeo, que la política antiterrorista del Ejecutivo será "implacable". González, que calificó de "malnacidos" a los terroristas que perpetraron la matanza del lunes en Madrid, dijo que esa política estaba funcionando de forma aceptable, a pesar del doble atentado. Mientras, el arzobispo castrense, José Manuel Estepa, pidió a los militares que no caigan en la provocación de ETA y Herri Batasuna (HB) y no contesten con la venganza a la última matanza. Monseñor Estepa ofició en el Cuartel General del Ejército el funeral por los seis militares y el funcionario del Ministerio de Defensa muertos en el atentado.
"Qué difícil hablar de piedad", admitió el oficiante, "cuando en nuestros corazones aparecen sentimientos de odio y de rencor, deseos de pagar con la misma moneda"."liCainitas!". El arzobispo castrense eligió el pasaje del asesinato de Abel como lectura para la misa fúnebre. Frente al improvisado altar, alineados, los siete féretros.
"Ayer, en las calles de Madrid, se ha hecho presente el demente odio de Caín con tanta saña e intensidad que el riesgo para nosotros es que la sombra tristísima que proyecta oscurezca la luminosidad de este patio", resonó la voz del sacerdote.
Siete féretros son demasiados, incluso para el espacioso patio del palacio de Buenavista, que ha despedido a innumerables muertos en los últimos años. Sesenta y tres hombres -mandíbula apretada, ojos vidriosos, puños cerrados- fueron necesarios para llevar en hombros los ataúdes de los asesinados.
Siete féretros. Siete viudas. Diecinueve huérfanos. Centenares de familiares y compañeros demudados. Incrédulos ante la magnitud de la tragedia. Siempre repetida, siempre inesperada.
"¿Cómo le voy a explicar a mi hijo de siete años lo que ha pasado?", decía un militar afligido.
"No cedamos, en estas dolorosas circunstancias, a la tentación de cosechar odio y deseo de venganza. Es la invitación que desde hace tantos años nos dirigen quienes con su siembra de violencia y sangre inocente se han hundido en el fango de la degradación más extrema e inhumana", advertía el sacerdote durante el oficio religioso.
"Ceder a la pura inclinación, al impulso emotivo sin más, puede transformarse en el fruto que buscan precisamente quienes matan, y quienes amparan y legitiman a estos asesinos", añadió el oficiante.
"Lo peor", decía el lunes un compañero de los fallecidos, "es que [los terroristas] no tienen miedo. Saben que no les pasa nada".
Medallas al Mérito Militar
Ni, una voz, ni un sollozo más alto rompió el impresionante silencio del patio del cuartel, abarrotado de público. Ni siquiera cuando el vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra; el ministro de Defensa, Julián García Vargas, y el jefe del Estado Mayor de la Defensa, general José Rodrigo, entregaron a las desconsoladas familias las banderas de España que cubrían los ataúdes y las medallas al Mérito Militar concedidas a título póstumo.
Nunca ETA había acertado tan dramáticamente en su salvaje propósito de esparcir el sufrimiento entre las Fuerzas Armadas. Allí estaban los jefes de los tres ejércitos, Ramón Porgueres, de Tierra; Carlos Vila, de la Armada; Fernández Sequeiros, del Aire, cada uno con sus propios muertos. Dos tenientes coroneles de Tierra (Fidel Dávila y Javier Baro), dos tenientes coroneles de la Fuerza Aérea (José Alberto Carretero y Juan Romero) y dos marinos (el capitán de fragata Domingo Olivo y el sargento Manuel Calvo). Además, un funcionario, Pedro Robles, para que también los 45.000 trabajadores civiles de Defensa tuvieran su luto.
Estaban igualmente, entre otros, el ministro del Interior, José Luis Corcuera; el presidente del Senado, Juan José Laborda; el fiscal general del Estado, Eligio Hernández; el secretario general del PP, Francisco Álvarez Cascos, y el secretario de Organización del PSOE, Txiki Benegas, para demostrar que los muertos son de todos. Benegas comentó que muchas veces "es difícil no sucumbir a la tentación de devolver un golpe tan duro como éste". "No obstante", agregó, "tenemos que ser consecuentes con lo que propugnamos: defendemos el derecho a la vida de todos, defendemos la libertad y la paz, y conseguiremos entre todos acabar con el terrorismo".
Marcha fúnebre
Bajo los acordes infinitamente tristes de una marcha fúnebre, los ataúdes abandonaron el Cuartel General del Ejército a las once de la mañana, una hora después de iniciada la ceremonia. Cuatro partieron hacia Alcalá de Henares (Madrid), y los demás hacia los cementerios de La Almudena (Madrid), Getafe (Madrid) y Murcia para recibir sepultura.
Un gran número de personas se había congregado desde horas antes del inicio del funeral ante la sede del Cuartel-General del Ejército y sus inmediaciones para asistir al funeral. Durante toda la noche y primeras horas de la mañana familiares y amigos de los asesinados velaron los cuerpos en la capilla ardiente instalada en el comedor del palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del Ejército.
Por su parte, Felipe González reconoció ayer en Copenhague que el atentado del lunes en Madrid le ha amargado la cumbre europea. "El Consejo Europeo ha estado para mí condicionado. por los acontecimientos de Madrid", declaró al iniciar su comparecencia ante la prensa, informa Ignacio Cembrero. El presidente no estaba tan sonriente ni tan relajado como al final de otras cumbres cuando disfrutaba narrando en público aspectos de la ardua negociación.
"Me resisto a hacer declaraciones, y menos un análisis, que pudieran dar una orientación a los asesinos", afirmó Felipe González, antes de llamar, como ya hizo en otra ocasión, "malnacidos" a los etarras. "El atentado de Madrid me produce un sentimiento que no suelo tener en política, casi vindicativo frente a la barbarie", agregó.
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