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GUERRA EN LOS BALCANES

El Danubio verde

49 guardias civiles vigilan el cumplimiento del embargo en la frontera búlgara

Hotel Riga, en Ruse (Bulgaria), cuartel general del contingente de 49 guardias civiles destacados para vigilar el cumplimiento del embargo en el Danubio. Sus 17 plantas antaño eran ocupadas, tomadas, por oficiales soviéticos del Pacto de Varsovia. Hoy, los invasores sólo visten de verde oliva cuando tienen faena, con boina azul calada de la Guardia Civil del Mar. El resto del tiempo, en chándal o en pantalón corto, más parece equipo de fútbol que instituto armado. "He venido por las imágenes de la guerra que he visto en televisión. Tenía que hacer algo", explica José Martínez, hijo y nieto del cuerpo. Este especialista en transmisiones no oculta su flanco débil. "Le he explicado a mi mujer que estoy a mil kilómetros de la guerra, que aquí no hay tiros, pero no se lo cree".Si su mujer viera la opresiva placidez de esta ciudad de 260.000 habitantes, petrificado bosque de mastodónticas fábricas abandonadas, creería que verdaderamente no hay novedad en el frente de Ruse. Pero informes de las autoridades españolas no ocultan el polvorín que encierra Bulgaria: "La sociedad búlgara y su cúpula dirigente se muestran tremendamente preocupadas por el hecho de que la actual situación de incertidumbre en la vecina Macedonia favorezca la expansión hasta sus fronteras de la guerra. De explotar la situación en Macedonia, la intervención de los países de la zona podría ser inevitable. Las relaciones búlgaro-macedonias no están exentas de fricciones en tomo a las minorías".

"Bulgaria está cumpliendo con el embargo decretado por la ONU de material con destino a Serbia. El éxito de los SAM (observadores para el cumplimiento de las sanciones) sería imposible sin la cooperación búlgara", remacha el turbodinámico primer secretario de la Embajada española en Sofía, Juan José Escobar. Ningún ejemplo niejor que la firma por Bulgaria, junto con Rumania y Hungría, del memorándum que autoriza el despliegue en su Danubio de una fuerza policial de la Unión Europea Occidental (UEO) .

En Bulgaria no hay guerra, pero tampoco leche. Y escasean otros alimentos. Patatas y huevos se compran por unidades. Los únicos búlgaros gruesos son los chulos que, sentados en los vestíbulos de hoteles como el Novotel de Sofía, controlan el trabajo de sus niñas. Bulgaria aún no ha visto premiada por Occidente tal labor pacificadora.

Juan José Aparicio, guardia civil del Mar, navega en Ruse sobre tales sutilezas. "Esto es un problema político como lo de las pateras. A veces sientes cierta impotencia, pero acabas acostumbrándote". José Ortega explica en un bar a sus camaradas que su mujer tampoco le cree fuera de peligro. Un tiro silencia la tertulia. "Ya están aquí", finge con simulado horror un guardia. Sólo es un niño que con mirada desafiante acaba de disparar su pistola de juguete. "Jodido niño, ya apunta maneras", ironiza otro agente. Pasado el susto, todos apuntan altos ideales para justificar su presencia en Bulgaria. "El que haya venido por dinero que se olvide... Influye en el expediente... Es un orgullo personal". Ya ingenian cómo estirar su dieta, 9.000 pesetas diarias, que devoran el hotel y la comida.

Deberán "tomar el control de todo barco que trate de forzar el bloqueo, utilizando la fuerza contra las personas", reza el memorándum. El comandante de la Guardia Civil del Mar José María Vazquez de Prada, responsable del embargo sobre el Danubio desde Ruse (Bulgaria) a Galati (Rumania), no es más explícito: "No sólo hemos traído barcos -dirige tres lanchas alemanas y una española-, sino personal especializado que haga innecesario el uso de las armas", explicó en Ruse a correosos periodistas locales comunistas. Un guardia simplifica: "Que disparan, te agachas".

José Vergara, uno de los ocho miembros de la UEI (Unidad Especial de Intervención) desplazados a Ruse, no teme que una tripulación les plantee más riesgos que tirotearse con el comando Donosti de ETA o reducir un motín de presos. Bombas lacrimógenas o que ciegan y ensordecen durante segundos -sus armas reglamentarias- y una extraordinaria preparación física y de tiro cimentan tal confianza. Los contingentes enviados por Alemania e Italia les utilizarán como grupo de asalto ante una incidencia. "Te estás preparando todo el año y cuando surge un hecho así no puedes quedarte al margen", explica este agente, que sólo lamenta que perderá práctica de tiro.

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Conferencia Internacional

En la mayor conferencia internacional dada por un comandante de la Guardia Civil, se planteó en Ruse un escurridizo interrogante: "¿Cómo utilizarán los guardias su ocio?". "Por suerte, hay infraestructura para el deporte en Ruse, salas de conciertos, tomarán alguna cerveza...", replicó Vázquez de Prada.

"Déjelo ahí, comandante; no siga", ironizó un periodista español. Quizá la epidemia de hepatitis B disuada de aborda¡es en tierra en un país donde prolifera la prostitución, aunque sin rozar el nivel de Rumania: "Nos ofrecían a sus hijas, de nueve años", relata el teniente Manuel Novo.

"¿Qué pierde su país con el bloqueo"?, apuntó un periodista.

"No sé lo que el Gobierno español está perdiendo. Pero hemos enviado cascos azules a la guerra y hemos tenido muertos. Hemos perdido varias vidas", replicó el comandante. Los guardias están viviendo escenas inéditas en España: en Sofía, un guardia fue timado y vio convertidos 100 dólares en una montaña de inservibles papeles que creyó levas, moneda local. Otro receló del timador y se salvó. En el recorrido en autobús entre Sofía y Ruse, la policía local les detuvo por exceso de velocidad y les cobró una multa, por emplear un eufemismo.

La vedette, apodo concedido a la lancha de la Guardia Civil por la prensa rumana a tenor de su prestancia, les devuelve la confianza. Sus 42 nudos -unos 70 kilómetros por hora- doblan la velocidad de la patrullera alemana, cuyo patrón musita esta letanía: "You very fast, me very slowIy". Su sistema de orientación vía satélite, comunicación telefónica UHF y visor térmico nocturno con vídeo son el sueño de cualquier patrullero del mar.

Los 266 hombres del contingente de la UEO deberán verificar que ninguna barcaza ni buque transporte mercancías Danubio arriba, ni a Serbia ni a otro contendiente. Ya sólo quedará sellar la frontera de Macedonia con Serbia, hoy colador de mercancías procedentes de Grecia. Pero el suministro terrestre nunca tendrá la capacidad de las vías de transporte marítimo o fluvial neutralizadas. Las distintas tropas enfrentadas no carecen de armas, particularmente Serbia, pero el combustible sí comienza ya a escasearles. Un abastecimiento de este producto con camiones sería insuficiente para mantener la industria de la muerte. El daño real a la guerra se causa con la inmovilización ya en Galati, Rumania, de casi 70 buques de Ucrania, en su mayoría de la empresa estatal UDP, cargados de petróleo y que hasta ahora remontaban sin trabas el Danubio para abastecer a Serbia. Si la vigilancia del Danubio es la mitad de férrea que la ejercida noche y día por los empleados de los urinarios búlgaros para impedir que nadie se alivie sin pagar una leva (unas cinco pesetas), el embargo será un éxito.

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