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Los peritos declaran que los menores de Niños de Dios sufrían trastornos mentales

Àngels Piñol

El psiquiatra José Luis Macho y el médico Josep María Llansa, especializado en sectas, declararon ayer que la veintena de menores a cargo de los 10 supuestos miembros de la secta Niños de Dios juzgados en Barcelona sufrían trastornos mentales que, sin ser graves, requerían un tratamiento para que no se convirtieran en rasgos patológicos en un futuro. Dos de las acusadas tacharon a los peritos de "mentirosos", mientras otras rompían en sollozos.

La fiscal solicita en sus conclusiones provisionales 200 años de cárcel para los acusados, más de la mitad de ellos por los supuestos delitos de lesiones psíquicas que los adultos causaron a sus hijos. José Luis Macho describió que el ambiente en el que vivían los niños era excesivamente "cerrado, controlado y normativizado, y no les dejaba aflorar su personalidad". "Por ello", continué el psiquiatra, "Ios menores precisaban un tratamiento psicológico y pedagógico para atajar esos trastornos y que no marcaran su personalidad una vez adultos". Un miembro de la secta, Juan Tendero, se ha encargado de representar a los, acusados ante los medios de comunicación. Fuentes de la investigación suponen que Tendero es una especie de pastor" del grupo.Antes del inicio del juicio, varios acusados mostraron su irritación por el comunicado que Tendero facilitó anteayer a la prensa. En el texto se hacía constar que sus miembros habían practicado hasta 1987 el flirt fishing (pescar coquetando), que consiste en transmitir el Evangelio mediante la prostitución, extremo siempre negado por los implicados. Tendero, que se hace llamar Rafael, fue quien firmó el contrato de alquiler de la casa de Collbató (Barcelona) donde vivieron los supuestos sectarios.

Bueno y malo

"La información codificada que recibían [los niños] es que el mundo exterior es malo y el de la comunidad bueno", destacó el psiquiatra. Algunos niños, al vivir junto a una decena de adultos, no tenían claro, a juicio de los peritos, quiénes eran sus padres. "¡Mentira!", gritó Teresa Melquizo, una de las acusadas, que fue apercibida por el tribunal con ser expulsada si insistía en su actitud. Otros menores asociaban erróneamente la figura de sus padres reales a la del padre David, líder de la secta. Un niño llamaba a su madre "tía", término que empleaban para identificar al resto de adultos, quienes, en opinión de los psiquiatras, no padecen trastornos.Los médicos justificaron que los menores no resultaran traumatizados al ser apartados de sus padres porque estaban acostumbrados a una gran movilidad geográfica, acompañados de sus padres o no. "¡Mentira!", exclamó irritada María José García, compañera del presunto pastor de la comunidad. También fue reprendida por el tribunal por dar muestras de falta de respeto. Dos acusadas lloraban.

El principal objetivo del tratamiento consistió, señalaron los médicos, en que los niños se abrieran al mundo y recibieran otras influencias. "Con amigos, en el colegio, viendo la televisión", explicó Llansà. Las deficiencias más notables que los niños exhibían eran "la asociabilidad y las carencias afectivas, que les provocaron trastornos notables. Eran excesivamente sumisos, tenían pensamientos monocordes, automatizados, repetían frases calcadas....

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