La última matanza
Gorazde, una de las ciudades declaradas como "zonas seguras" en una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, está a punto de caer en manos serbias. Como la comunidad internacional había anunciado que sus tropas y aviones no defenderán a la población, sino sólo a los cascos azules, las fuerzas serbias han lanzado su ofensiva sin mayor preocupación.Radovan Karadzic, el líder de los serbios de Bosnia, dijo el 3 de junio: "No vamos a tomar Gorazde". Parece que aquella afirmación no era todo lo sincera que le pareció al general Philippe Morillon, que habló entonces de "una buena noticia". Miembros de asociaciones humanitarias y observadores políticos. ironizaban después del acuerdo firmado en Washington por España, Rusia, EE UU, Reino Unido y Francia que ante estas ciudades refugio habría que poner carteles de "zonas seguras de la ONU, no entrar, peligro de muerte".
Una vez más esos "pasos hacia la solución del conflicto" de que hablan los diplomáticos occidentales después de sus acuerdos sobre Bosnia demuestran no ser sino una estratagema para dar a sus opiniones públicas la impresión de que hacen algo contra la espiral de muerte, cuando sólo sentencian al débil a quedar a merced del agresor.
Ayer, sobre los devastados pueblos de la vega del río Neretva -ruinas calcinadas o dinamitadas entre fértiles campos- los aviones de la OTAN rugían a pocos centenares de metros de altura, demostrando un poderío que Washington ha anunciado no querer utilizar.
Mientras, en Gorazde, los protegidos por el Consejo de Seguridad, enfermos y heridos, hombres, mujeres, ancianos y niños, luchan desarmados por el embargo y desesperan ante lo que puede ser la última de las grandes matanzas que las fuerzas serbias han cometido en Bosnia oriental desde que comenzaron en Bijelina, Foca y Visegrad hace ahora un año. En esta región, las matanzas de musulmanes acabarán. Razón inapelable, es que no quedará ninguno.
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