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Tribuna:LOS PROBLEMAS DE UN SECTOR ATOMIZADO
Tribuna
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La rebelión del pequeño comercio

El pequeño comercio goza de una estabilidad suficiente para enfrentarse a las crisis económicas, paga más impuestos que los grandes comerciantes y emplea a un mayor número de gente. Asediado por varios frentes, el pequeño comercio necesita una ley que le permita competir en igualdad de condiciones.

Las protestas de los pequeños comerciantes, que arreciaron fundamentalmente a finales del pasado año, son el resultado de problemas que no son nuevos, aunque sí hayan alcanzado ahora un punto álgido -durante la campaña electoral ha sido un tema recurrente del que después los políticos suelen olvidarse-El pequeño comerciante se siente atacado en todos los frentes con el impuesto de actividades económicas de reciente creación, el anteproyecto de ley de arrendamientos urbanos que, aunque aplazado por la convocatoria de elecciones, forma parte del proyecto socialista, y la apertura cada vez más generalizada de las grandes superficies comerciales en días festivos.

A lo largo de 1991 tuve la oportunidad de desarrollar un proyecto de investigación sobre La viabilidad económica y la funcionalidad social del pequeño comercio de Madrid, que contó con la subvención del desaparecido Departamento de Estudios y Análisis del Ayuntamiento de Madrid. Este estudio pretendía responder a la pregunta de si el pequeño comercio sigue siendo una fórmula económica viable a pesar de la expansión de las grandes superficies y nuevas formas comerciales.

La conclusión a que se llegó es que el pequeño comercio es económicamente viable porque constituye una parte fundamental del sector del comercio minorista y porque los pequeños comerciantes son capaces de adaptarse y hacer frente con éxito a las distintas coyunturas que se les van presentando, gracias a su recurso a estrategias tradicionales y nuevas.

Función socioeconómica

Su estrategia básica es el recurso a las relaciones personales y, de manera muy especial, las que se establecen entre comerciante y cliente. Estas relaciones poseen una doble función: social y económica (como recurso que utiliza el comerciante); ambos aspectos se entrecruzan de tal modo que es dificil decir dónde acaba la relación social y empieza la económica.

Pero aunque el pequeño comercio posee una enorme capacidad de lucha y adaptación, puede verse amenazado por un aspecto de la competencia con las grandes empresas comerciales que se aparta de lo estrictamente comercial; se trata del mayor apoyo que estas últimas reciben de entidades financieras y organismos oficiales.

Los programas de ordenación comercial, de formación y ayuda al comerciante de la Comunidad, del Ayuntamiento o de la Cámara de Comercio de Madrid, son importantes intentos de paliar esta situación, pero muy limitados por sus bajos presupuestos, su dependencia de la exigencia de avales por parte de las entidades bancarias en las ayudas a la financiación y su conocimiento insuficiente del funcionamiento interno y los verdaderos problemas del pequeño comercio.

En realidad, el pequeño comercio no parece necesitar medidas especiales que lo protejan, como si se tratara de una especie en extinción, sino medidas que garanticen que pueda competir en el mercado en igualdad de condiciones con las grandes empresas comerciales; es decir, medidas que regulen cuestiones como el horario, las condiciones económicas con los proveedores, la concesión de nuevas licencias de apertura, las normativas higiénico-sanitarias, los impuestos, la financiación, etcétera; en definitiva, una ley de comercio y una política de ordenación comercial que tengan en cuenta el importante papel económico y social que desempeña el pequeño comercio.

Esta importancia de su papel económico queda reflejado en su estabilidad ante las crisis económicas: mientras que el pequeño comercio continua creciendo, los grandes comercios se enfrentan a una recesión. Esto fue lo que sucedió entre 1970 y 1980, cuando el número de pequeños comercios con uno y dos trabajadores creció en plena crisis un 28,6%, mientras que los grandes comercios, con 50 o más trabajadores, vieron descender su número en un 36,7%, según datos del INE para la Comunidad de Madrid.

Esta estabilidad resulta aún más importante si tenemos en cuenta el empleo creado o perdido durante dicho periodo de crisis, puesto que ese mismo pequeño comercio vio aumentar su número de personas ocupadas en un 26,6% entre 1970 y 1980, mientras que en el gran comercio descendió un 17,4%.

Cuando se inició la recuperación económica, con la consiguiente nueva expansión de las grandes empresas comerciales, el pequeño comercio siguió mostrando su importancia como generador de empleo, pues el número de personas ocupadas en el mismo aumenta entre 1980 y 1988 en un 21,9%, mientras que en el gran comercio con más de 50 ocupados descendió en un 20,1 % (según datos del INE y la Comunidad de Madrid).

Fuente de ingresos

Estos datos nos muestran que el pequeño comercio cumple un papel esencial en la generación y mantenimiento del empleo dentro del sector del comercio minorista, y no hay que olvidar, además, que, según datos de la Comunidad de Madrid para 1988, la mayoría de las personas ocupadas en comercio minorista lo están en pequeño comercio (alrededor del 80%).

Otro aspecto que demuestra el papel económico esencial del pequeño comercio es el de su participación en los ingresos que obtiene la Administración por licencia fiscal y radicación. En los datos de la Comunidad de Madrid para 1986 encontramos la base para una de las quejas que plantean los pequeños comerciantes, puesto que las cantidades de dinero pagadas por el pequeño comercio resultan, tanto desde un punto de vista absoluto como relativo, mayores que las pagadas por las grandes empresas comerciales.

El 66,8% del total ingresado por licencia fiscal en comercio minorista proviene de los establecimientos de uno o dos trabajadores, lo que supone 1.084 pesetas anuales por metro cuadrado de superficie comercial, mientras que sólo el 0,5% procede de comercios con 50 o más trabajadores, es decir, 50,3 pesetas por metro cuadrado. En el caso de la radicación ocurre lo mismo: el 46,1 % de lo ingresado procede de establecimientos con uno o dos trabajadores (472 pesetas por metro cuadrado), y el 5,1%, del comercio con 50 o más trabajadores (375 pesetas por metro cuadrado).

No es de extrañar, pues, la reacción negativa del pequeño comerciante ante la subida de los impuestos, pues siente que cada vez se le exige más, pero recibe menos a cambio, sobre todo en comparación con los grandes comercios.

La posición clave que ocupa el pequeño comercio en el sector del comercio minorista se debe a la puesta en marcha de recursos y estrategias que le han permitido superar los distintos problemas que se le han ido planteando.

El pequeño comerciante, en general, está muy lejos de la imagen que de él se suele dar por parte de los que preconizan su desaparición basándose en su inmovilismo, falta de profesionalidad, irracionalidad económica u obsolescencia. El pequeño comerciante es, por el contrario, dinámico, siempre abierto a nuevas técnicas y medios que rentabilicen realmente su labor, pero sin olvidar las técnicas y recursos tradicionales, que siguen siendo una baza esencial para su actividad.

Su estrategia básica es el recurso a sus relaciones personales en todos los ámbitos de la actividad. Cuando busca mano de obra, no sólo pretende abaratar su coste, sino también garantizar el control del negocio empleando a personas de confianza, lo cual consigue a través de su red de relaciones personales. Cuando se trata de obtener financiación, el recurso a las relaciones personales le permite muchas veces sustituir el aval material por el que supone su profesionalidad reconocida. Cuando lo que pretende es captar clientes y mantenerlos, la atención personalizada y las relaciones sociales son esenciales.

Todo esto presenta al pequeño comercio como un reducto de interacción social frente al impersonalismo que parece imperar en otros sectores de la actividad comercial y económica en general.

Lugares de encuentro

La importancia de las relaciones sociales personales tiene una significación especial en lo que se refiere a las relaciones que comerciantes y clientes mantienen en los pequeños establecimientos, y que les convierten en centros receptores y difusores de información vecinal, lugares de encuentro y tertulia y canalizadores de favores y ayudas.

El cúmulo de circunstancias adversas a que se enfrentan los pequeños comerciantes en la actualidad les ha llevado a plantearse qué camino seguir: el de siempre, haciendo uso de sus propios recursos, aunque esto signifique, en esta coyuntura concreta, un empeoramiento de sus condiciones de trabajo y una reducción de su nivel de beneficios, si es que quieren hacer frente a un horario de apertura más amplio y al aumento de los gastos por concepto de infraestructura e impuestos, o bien sumar a su estrategia habitual la protesta, reivindicando, la atención que merecen en función de sus contribuciones económicas y sociales a la comunidad a la que abastecen.

La atención que merece el pequeño comercio se debe plasmar en políticas económicas y de ordenación comercial que garanticen su competencia en igualdad de condiciones con las grandes empresas comerciales, pues, aunque, como hemos señalado, posee una enorme capacidad de lucha por sí solo, una crisis aguda del -pequeño comercio tendría consecuencias económicas y sociales generales muy graves.

Paloma Gómez Crespo es antropóloga social y se ocupa actualmente del estudio del papel económico y social del pequeño comercio.

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