La incertidumbre persiste al final de la campaña

La campaña más incierta de la historia democrática española concluye hoy. El tedio de procesos electorales anteriores había depositado a los españoles en el distanciamiento. Esta vez, en cambio, las sorpresas se han ido sucediendo como el goteo de¡ grifo en un anuncio sobre la sequía. Desde el anuncio de que el juez Baltasar Garzón sería candidato hasta el resultado mismo de las elecciones: tan ajustado que, se mire por donde se mire, no dejará de parecer sorprendente. La campaña, al final, ha dejado todo como estaba: por vez primera no hay un ganador claro. Hoy, los líderes intentan arañar los últimos votos: en Madrid concluyen su campaña José María Aznar (PP) , Francisco Frutos (Iu) y Rafael Calvo Ortega (CDS). Felipe González (PSOE) hablará en Madrid y Sevilla.

Felipe González desempolvó la vieja chistera que Adolfo Suárez había dejado olvidada en La Moncloa y de ella sacó un bom.bazo. El anuncio de que Baltasar Garzón dejaba la Audiencia Nacional para auparse al número dos por Madrid en la lista del PSOE suponía no sólo una convulsión favorable: tuvo otros dos efectos. El primero, elevar la moral de la alicaída tropa socialista, harta de mirar para otro lado cuando los periódicos aportaban nuevos informes sobre la corrupción o cuando se hacían públicas nuevas encuestas. Y el segundo, poner a los antisocialistas ante la incómoda situación de denigrar a quien hasta ese día habían enaltecido, lo que dejaba en mal lugar la sinceridad de sus ideas.Aquella primera noticia dio relieve a las que vinieron detrás. Por ejemplo, las dudas de José Luis Corcuera, ministro del Interior, cuya Ley de Seguridad Ciudadana había sido criticada en público por el juez Garzón. El ministro decidió no presentarse a las elecciones alegando motivos personales. Pero Felipe González le llamó a capítulo y el partido le abrió un hueco en la candidatura de Burgos, para que visitase en campaña su pueblo natal de Pradoluengo. "Felipe me ha seducido", dijo Corcuera.

En el lado del PP salta otra sorpresa: el presidente cántabro, Juan Hormaechea, acusado de un delito de malversación, decidía presentar una candidatura propia, resucitando a la Unión para el Progreso de Cantabria (Upca). Le enfadó que el PP, al que pertenecía desde 1991, no le incluyera como candidato a senador. El partido de José María Aznar debió soportar dos semanas que el nombre de uno de sus puntos débiles, "Hormaechea", saltase de un titular a otro.

El 12 de mayo, Julio Anguita, candidato de Izquierda Unida, deja atónitos a todos y logra ser portada en toda la prensa de Madrid al acusar a varios miembros de la Redacción de EL PAÍS de presionarle brutalmente durante un almuerzo para que pacte con el PSOE después del 6 de junio. Los redactores asistentes a la comida se quedaban estupefactos.

El 13 de mayo llegó el jueves negro. Al PSOE le estallan la devaluación de la peseta (un 8%), los nuevos datos sobre el paro (3.300.000, una cifra que Aznar repetirá incansable desde entonces) y el IPC de abril: vivir es un 0,4% más caro. Aznar arremete desde Valencia: "Hay que quitar de en medio a este Gobierno".

La noche del lunes 28 de mayo fue el momento mágico del líder del PP: Antena 3 acogía el primer debate de la democracia española en el que los dos principales candidatos se enfrentaban ante las cámaras de televisión. El líder del PP se había preparado, sabía cómo dirigirse a la cámara, cómo estructurar las intervenciones. Desgranó sus acusaciones contra el PSOE, ese "más de lo mismo" que se traduce en "corrupción, paro y despilfarro". González llegó cansado desde Canarias. Se mostró inseguro y blando. Y sorprendido. Aznar le vapuleó. Las encuestas le dieron claro vencedor. La moral de la tropa socialista volvía a decaer.

-Julio Anguita sufre un infarto agudo el viernes 28 de mayo. Otra sorpresa que sacude de nuevo la campaña. Ni siquiera podrá votar. La incógnita ahora consiste en saber si podrá continuar trabajando con el ritmo que exige la política. Y otra interrogante se plantea también: el efecto que eso puede tener entre sus potenciales electores.

El 30 de mayo, los periódicos publican sus últimos sondeos. Aznar logra una horquilla de 141 a 155 escaños. González pierde: de 135 a 151.

Pero al día siguiente el líder del PSOE puede dar un vuelco a la eliminatoria. El partido de vuelta, en Tele 5, no le coge ya por sorpresa. Ha suspendido un mitin en Murcia y se ha tomado mayor descanso. Estudia con sus asesores los problemas y las respuestas. Resalta el vértice de la campana socialista: el PP supondría un "retroceso histórico". El líder del PP renuncia a poner en la mesa el principal problema de González: la corrupción en su partido. Y al final, el gesto simbólico: el presidente se levanta a toda prisa para saludar a su contrincante ofreciéndole la mano, y Aznar incluso duda un instante. Todo le ha salido redondo, los sondeos posteriores le hacen recuperar el terreno perdido. Falta saber si esto, casi como en las eliminatorias de fútbol, es una cuestión sólo numérica, o si, aun estando empatados en las cifras, el partido de vuelta da un valor doble a los goles marcados, sólo porque se recuerdan mejor.