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Demasiadas plumas para la Constitución rusa

El proyecto de Yeltsin tropieza con la necesidad de contentar a sectores antagónicos

Pilar Bonet

La Conferencia Constitucional, que el presidente ruso Borís Yeltsin ha convocado para este sábado, 5 de junio, supone una segunda edición del Congreso de los Diputados (el superparlamento), y no podrá elaborar la nueva Carta Magna de Rusia como desea el presidente. Así opina el diputado Víktor Sheinis, vicesecretario de la Comisión Constitucional del Parlamento ruso, autor del proyecto de ley de elecciones y miembro de la comisión de trabajo que elabora el borrador que Yeltsin presentará a la Conferencia Constitucional.

La conferencia estará formada por unas 600 personas divididas en cinco estamentos, que pretenden representar a todos los sectores de la sociedad. Según Sheinis, es imposible que una multitud semejante sea capaz de elaborar un documento tan importante.Sheinis es miembro de la fracción parlamentaria Acuerdo para el Progreso y pertenece al reducido' grupo de diputados sobre los cuales puede apoyarse aún Yeltsin frente a la mayoría hostil del Congreso, integrado por unos 1.040 escaños.

"Lo mejor sería adoptar una Constitución de un modo u otro en el futuro próximo, pero he llegado a la conclusión de que esto es poco probable", afirma Sheinis, según el cual la dificultad reside en la diversidad de enfoques de los políticos rusos.

Las relaciones entre el legislativo y el presidente, hasta hace poco el nudo gordiano del proceso constitucional, han sido desbancadas por un problema mucho más difícil de resolver: el sistema federal del futuro Estado ruso. En este campo, opina Sheinis, las repúblicas y las comarcas autónomas ejercen una "presión colosal" y dan muestras de un "creciente apetito".

La Federación Rusa tiene 89 unidades territoriales, divididas en tres niveles con distintos derechos: el primero lo forman 21 repúblicas; el segundo, 57 provincias y territorios, y el tercero, 11 unidades nacionales (1 provincia y 10 comarcas).

Posturas irreconciliables

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Las unidades de segunda y tercera categoría aspiran a equipararse en derechos a las de primera que, a su vez, quieren mantener una posición de privilegio. Y todas estas aspiraciones irreconciliables no sólo hacen difícil adoptar una nueva Constitución, sino que incluso complican la aprobación de las enmiendas constitucionales mínimas para elegir un nuevo Parlamento.Sheinis se daría por satisfecho hoy con tres leyes básicas: una de enmiendas a la Constitución en lo que se refiere a los órganos superiores de poder estatal, una de elecciones y una de partidos políticos. La ley de enmiendas a la Constitución debería liquidar el Congreso y legitimar la existencia de un Sóviet Supremo profesional de dos Cámaras, así como regular las competencias del presidente y las relaciones entre éste, el Gobierno y el Parlamento. "Si se aprobaran estas leyes, se podrían hacer elecciones y dejar la Constitución para que la adopte la siguiente hornada de diputados".

El proyecto de Constitución de Yeltsin favorece a las repúblicas y unidades nacionales, donde vive un 18,5% de la población de Rusia. Para ellas se ha reservado el 50% de los escaños en la Cámara alta del nuevo Parlamento, el Consejo de la Federación, que tiene amplios poderes, como la ratificación de tratados, la declaración de estado de excepción, el cese del presidente y la delimitación de fronteras.

Sheinis considera que todas las unidades integrantes de la Federación Rusa deberían tener la misma representación en la Cámara alta. "Creo que no debemos seguir el principio de Rebelión en la granja [la sátira de George Orwell] y establecer que algunos animales son más iguales que otros", señala.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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