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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desenlace al 'sprint'

A UNA semana de la cita con las urnas, las elecciones se presentan más abiertas que nunca. No sólo por la proximidad de los resultados pronosticados, sino por el equilibrio entre los factores que en el último momento podrían inclinar la victoria de uno u otro lado. Por una parte, el resultado del debate entre González y Aznar del pasado día 24 parece haber afianzado algo las opciones de victoria del candidato popular. Pero ese afianzamiento podría obligar a abandonar su pasividad a los electores reticentes a votar a González pero que consideran que Aznar sería peor presidente.El hecho de que todavía haya más de tres millones de ciudadanos que no han decidido el sentido de su voto otorga carácter decisivo a los hechos que puedan producirse en la última semana de campaña. Además de los imprevisibles -como los derivados de la enfermedad de Anguita o de la eventual reaparición, en momentos clave, de informes periodísticos de investigación, sorprendentemente siempre dirigidos contra la misma fuerza política-, los factores más determinantes serán el nuevo debate televisivo entre Aznar y González y los mensajes y apelaciones finales de ambos en la víspera de la jornada de reflexión. Pero es posible que los efectos de todos esos factores se anulen entre sí y el resultado definitivo no sea muy diferente del empate técnico que pronostica el sondeo que hoy publica EL PAÍS.

De la encuesta se deduce una cierta ventaja de salida de Aznar, favorecido por el debate televisivo del lunes pasado: son proporcionalmente más numerosos los indecisos que después de presenciarlo se sienten inclinados a votar al candidato popular que al socialista, y la imagen de Aznar como líder mejora, estrechándose la ventaja que en este terreno viene manteniendo González. Pero si esa tendencia ascendente convierte a Aznar en (ligeramente) favorito, algunos datos revelados por el sondeo aconsejan no dar por definitiva esa ventaja. En el caso de Aznar hay un evidente paralelismo entre el número de personas cuya opinión sobre el líder del PP mejora tras el debate (43%) y el porcentaje de electores que reconocen la influencia del mismo en su inclinación a favor del PP (45%). Mientras que el porcentaje de indecisos a los que el debate ha inclinado en favor de González (27%) dobla largamente al de los que han sacado una opinión favorable de la intervención en ese debate del líder socialista (12%).

La única explicación es que haya sido la posibilidad de derrota de Felipe González (o de victoria de Aznar), evidenciada por el debate, lo que ha sacudido a ese sector del electorado. Está por ver si se trata de un fenómeno accidental o de un síntoma significativo. De ser esto último, estaría en relación con el desfase, mostrado por este y otros sondeos, entre el porcentaje de ciudadanos que consideran que Felipe González sería mejor presidente que Aznar y el de electores decididos a dar su voto al primero con preferencia al segundo. No se trata de un factor accidental, sino de algo que confirman también las valoraciones sectoriales: a González se le considera más capaz en casi todos los terrenos.

El hecho de que esa ventaja comparativa no se manifieste en la intención de voto tiene seguramente que ver con el temor del electorado crítico a que una nueva victoria socialista sea interpretada por los vencedores, una vez pasado el susto, como la convalidación de prácticas, (usos y abusos) que esos electores consideran inaceptables. Esa desconfianza no ha sido vencida, por el momento, ni por las promesas del candidato González ni por los gestos teóricamente destinados a dar credibilidad al propósito de la enmienda socialista, como el fichaje de Garzón.

Desde luego, poco ayudan a acreditar ese propósito comportamientos tan sectarios como el de la televisión pública tras el debate del lunes pasado, con toda justicia reprochado por la Junta Electoral Central. De poco serviría un González convincente en el debate de mañana en Tele 5 mientras los socialistas no reaccionen de alguna manera frente a ese tipo de abusos. Lo que se plantea en la recta final de la campaña es, para gran parte de los indecisos, si la pérdida de la mayoría absoluta será aviso suficiente para los socialistas o si, por el contrario, será imprescindible que se vayan a la oposición para que entiendan que ya no existe incondicionalidad por parte de los votantes de centro-izquierda.

También Aznar necesita despejar las dudas del electorado moderado para que la victoria se incline de su lado. En ese sentido, tal vez lo más inquietante sea el sistemático intento por parte de sectores conservadores que influyen en la opinión pública por deslegitimar por adelantado, con argumentos como el de la parcialidad de TVE, cualquier resultado que no sea la victoria de Aznar. Es esa desmesura, y la irresponsabilidad que refleja, lo que, junto a la indefinición programática del PP, justifica la desconfianza de los sectores centristas.

Lo apretado de los resultados otorga especial interés a las preferencias que en materia de alianzas revela el sondeo. Ya se sabía que la coalición PSOE-IU lleva ventaja a otras posibles, pero lo más notable es que esa opción es la preferida por un tercio de los votantes socialistas y por más del 60% de los de IU, pese a que ha sido prácticamente descartada tanto por González como por Anguita. La retirada de la campaña de este último, como consecuencia de un infarto del que ojalá se recupere rápidamente, revela, de otro lado, la dureza de la profesión de político cuando es vivida con intensidad y generosidad.

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