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Copas con cinturon de seguridad

Cómo saber si su bar favorito es un rincón libre de riesgos fatales

Ana Alfageme

Para saber si uno está seguro al abrigo de la música y el whisky hay que levantar la nariz de la copa y, en la penumbra, buscar un punto de luz y una indicación: "Salida de emergencia". Quizá el parroquiano no se fijó en un plano que tiene que estar situado a la entrada del local; es un croquis de la situación de las puertas de emergencia, mangueras y demás sistemas para combatir el fuego.El local tiene que tener, desde el año 1984, un plan de emergencia: el último grito en medidas de seguridad. Lo debe diseñar un técnico, supervisarlo Protección Civil y, lo más importante, en caso de incendio, debe cumplirse. Allí se detallan los cometidos de los empleados del local, orientando a los clientes hacia las salidas o accionando los dispositivos de extinción del fuego. Se perfila el plan de mantenimiento de extintores y otros sistemas y debe figurar un responsable, "con nombre, apellidos y número de carné de identidad", dice José Paz, jefe de inspecciones de Protección Civil del Ayuntamiento, que asegura a las autoridades que todo ese plan no es más que papel mojado. Todo el personal del local debe, incluso, hacer un simulacro de evacuación al año.

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Aunque el local sea pequeño, si está el noctámbulo en un sótano, el sitio debe tener, según las normas, salida de emergencia. Bajo el letrero tiene que haber una puerta -generalmente metálica, doble o simple- y con una barra que la atraviesa. Al presionar la barra, debe ceder sin dificultad, fácilmente, y abrirse hacia fuera. Eso es lo que se llama apertura antipánico. Una vez traspasado el umbral, la pesada hoja tiene que cerrarse sola a las espaldas de quien traspasó su umbral. Enfrente debe quedar otra puerta similar. Así, entre una y otra, queda un espacio que sirve de muralla al humo y al fuego. La segunda puerta tiene que ceder con la misma suavidad que la primera.

Al otro lado tiene que encontrar indicaciones (monigotes perseguidos por el fuego, más pilotos cuadrados que, pase lo que pase, se tienen que iluminar en la oscuridad, ya que es el alumbrado de emergencia y suele tener batería), por lo tanto, el fugado debe saber adónde ir y no perderse en el túnel.

Enganchones fatales

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El pasillo o la escalera, además de bien indicada, debe estar libre de cualquier cosa. Nada debe interponerse en su camino. La legislación lo dice bien clarito: no debe haber nada que haga caer al suelo a quien sale corriendo en esas situaciones. Un enganchón puede ser fatal cuando lo único que importa es llegar a un sitio seguro. Los que vienen detrás pasan por encima de cualquiera.

El camino debe salir a la calle o a un espacio lo suficientemente grande como para que se concentren a la vez todas las personas que estaban dentro del local donde se produjo el fuego. Y la puerta que llega a la calle debe ser -idealmente- idéntica a las demás, con el mismo tipo de apertura. Pero no es lo normal: se utilizan los portales de las casas, con lo que al final puede estar la encerrona: el portal se abre hacia dentro o su pesada puerta no cede.

Bien, todo ha funcionado. Se respira aire, y la última puerta cede. Pero no llega a abrirse: ha chocado contra un coche que ciega el último de los obstáculos salvados. Eso ha sido constatado también por este periódico: decenas de salidas de emergen cia tapadas un viernes por la noche (véase EL PAÍS del 8 de marzo). Quizá se pueda saltar por encima del coche. Quizá el que corre detrás le aplaste. Es como salir corriendo -todo bien señalizado- hasta la muerte.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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