La presencia iraní en La Meca inquieta a las autoridades saudíes
Ataviados con túnicas blancas, más de un míllón de musulmanes de todo el mundo descenderán hoy del Monte Arafat para apedrear las tres estatuas de ablis, la representación islámica del demonio. La simbólica conjuración del mal marcará el clímax del peregrinaje anual al santuario del islam en La Meca, Arabia Saudí, donde el fervor religioso contrasta agudamente con el mensaje revolucionario de la fuerza política que inspira Irán e inquieta a Riad.
Retórica aparte, el pragmatismo de los gigantes del Golfo ha frenado un choque entre estas corrientes. Pero el rey Fahd de Arabia Saudí respirará con alivio seguramente cuando los peregrinos comiencen a regresar a sus tierras en los próximos días. Especialmente cuando hayan partido los casi cien mil iraníes.El peregrinaje de este año ha vuelto a exponer las abismales diferencias entre la gran mayoría musulmana partidaria de mantener el ritual en un marco estrictamente religioso y el relativamente pequeño, pero poderoso, clero leal al testamento revolucionario del ayatolá Jomeini. Para los shiíes de Irán, el peregrinaje debe ser un ejercicio religioso y una denuncia contra Estados Unidos, Israel, Occidente y sus socios del mundo musulmán.
Pero ha revelado algo más importante: los dos principales productores de petróleo, otrora enemigos mortales, parecen decididos a mantener posturas pragmáticas dentro del proceso de acercamiento regional promovido por Teherán.
La reacción de la monarquía a los planes iraníes de realizar manifestaciones en La Meca ha sido enérgica pero cautelosa. Según informes de La Meca, la policía impidió la realización de actos políticos que sus organizadores defendieron en vano como un legítimo derecho religioso. No hubo un solo disparo.
Contra la opresión
Horas después de que fuerzas saudíes apoyadas por tanquetas y helicópteros cercaran a los peregrinos iraníes, en Teherán el Ministerio de Exteriores acusó airadamente al reino de Fahd de doblegarse ante Estados Unidos para debilitar "la unidad musulmana". Un comunicado oficial iraní, claramente dirigido al consumo interno, dijo: "La peregrinación es un ritual divino y político. Los musulmanes acuden a la casa de Dios para protestar contra la opresión de los musulmanes en todo el mundo y el genocidio de musulmanes en Bosnia-Herzegovina".Radio Teherán dijo que Mohamed Mohamadi Reyshari, el líder de los peregrinos iraníes, consiguió aplacar los ánimos en La Meca, donde la presencia y actividades de los seguidores de Jomeini es un tema muy sensible porque evoca los violentos disturbios registrados durante el peregrinaje de 1987. Más de 400 personas, en su gran mayoría iranies, perecieron entonces en enfrentamientos con la policía saudí.
Teherán y Riad han optado por restarle importancia al asunto. Reabrir un debate teológico-político habría implicado no sólo un revés al activo proceso diplomático. La histórica animadversión entre las grandes sectas rivales de shiíes y sunitas es un elemento que los líderes del mundo musulmán contemplan como el mayor peligro en la marcha del islam.
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