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Major cambia 6 ministros para deshacerse del responsable de Hacienda

Enric González

John Major se vio obligado ayer a reformar gran parte de su Gabinete para conseguir el objetivo, aparentemente simple, de apartar a Norman Lamont de la cancillería del Exchequer (Economía y Hacienda). Lo que debía ser un intercambio de cargos entre Lamont; el ministro del Interior, Kenneth Clarke, y el titular de Administración Local, Michael Howard, acabó afectando a seis departamentos cuando el responsable de Hacienda, despechado, se negó a aceptar otro puesto en el Gobierno y se despidió de Major con durísimas palabras. El cambio consagra a Clarke, nuevo responsable económico, como el más influyente miembro del Gabinete.

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La reforma del Gobierno, que Major organizó sobre la marcha cuando Lamont rechazó el trueque, fue algo muy parecido a un gran juego de las sillas. Kenneth Clarke pasó de Interior al Exchequer; Michael Howard saltó a Interior desde Ambiente y Administración Local, ministerio que pasa a ocupar el ministro de Agricultura, John Gummer, a quien sustituye Gillian Shephard, desde Empleo, cartera traspasada a David Hunt (ministro saliente para Gales). La silla vacante tras todo este movimiento, Gales, fue asignada a la única cara nueva: John Redwood, hasta ahora subsecretario de Administración Local.Para la oposición, los cambios significaron "un simple despido encubierto" (liberales-demócratas) y "la misma gente, las mismas políticas" (laboristas).

La nueva composición del Gabinete reflejó el esfuerzo de Major por contentar a las dos alas del Partido Conservador. Los dos cargos más importantes, Economía e Interior, fueron repartidos equitativamente: el primero para Clarke, el más significado miembro del ala izquierda y europeísta; el segundo para Michael Howard, el ministro predilecto de los thatcheristas. De caer Major, ya está claro quién se disputaría el puesto. Clarke y Howard serían los dos grandes contendientes.

La incorporación de Redwood (42 años) y el ascenso de Hunt (51 años) les igualó a Michael Portillo (40 años, secretario del Tesoro) en la categoría de promesas y futuros aspirantes al liderazgo conservador.

Redwood se identifica con el ala más derechista y posee, tras una apariencia Inquietantemente gélida, una, formidable inteligencia política. David Hunt es un moderado que se distingue por su combatividad y su apasionada oratoria.

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De los otros dos afectados por el cambio, Gillian Shephard es una ministra eficiente y fiel a Major, sin gran relieve personal. John Gummer, ex presidente del partido y célebre por sus lágrimas en el adiós a Thatcher, no aspira a mucho más que a sobrevivir.

El nombramiento de Kenneth Clarke fue bien recibido en la City, aunque las líneas maestras de su política económica no podrán ser muy distintas a las mantenidas por su predecesor. Clarke, ex titular de Salud, Educación e Interior, es un gran comunicador y un fajador extraordinario. Su encanto personal le ha permitido salir sin daño de meteduras de pata tan sonadas como la de Maastricht: declaró públicamente que no había leído el tratado, ni pensaba hacerlo.

En realidad, lo que aplaudieron los grandes empresarios y los intermediarios financieros no fue tanto la llegada de Clarke como la marcha de Lamont. El ex canciller no había podido recuperar la credibilidad del público desde el fiasco de septiembre, cuando la libra dejó el Sistema Monetario Europeo. Para muchos analistas, Lamont se había convertido en un lastre para la recuperación. No por su política antiinflacionista, heredada de Major, sino porque el público lo identificaba personalmente con la recesión y la devaluación.

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