Programas, programas
ASUSTA LA perspicacia de mis puntos de vista: dije en mi columna del domingo que José María Aznar podía ser David, frente al Goliat de González, y así ha ocurrido. ¿Acertará a darle entre las cejas en el segundo encuentro?No se rebajó González a preparar su intervención. Había vencido a Aznar en todos sus anteriores encuentros. Improvisaría sus respuestas, porque el pueblo apreciaba su sinceridad y espontaneidad andaluzas. Lo mejor era ni mirar al contrincante. El cansancio que llevaba pintado en el rostro se entendería como signo de su entrega: mítines en Canarias, vuelta en avión a las tres de la madrugada, despacho de graves asuntos en La Moncloa, todo por el pueblo. Recordaría los 1.500 gaiteiros de la inauguración de Fraga si salía el despilfarro público. La crisis era general en toda Europa. Las cifras de creación de puestos de trabajo en los últimos 10 años se las sabía. Bastaba comparar la España de ahora con la del 82. Su persona estaba por encima de toda sospecha de corrupción. Ganaría con la zurda.
Ante 10.955.000 telespectadores de España, González quedó maltrecho. Millones más pudieron adivinar en la radio que el gigantón había sido alcanzado por las piedras de la honda del pequeño José María.
¡Cómo somos los humanos! Esta primera vez no nos empujaba tanto a los españoles un deseo racional de evaluar ejecutorias y comparar propuestas. Veníamos a tomar partido en un combate de boxeo, en una pelea de gallos, o, más castizamente, en un ejercicio de oposición a cátedra con trinca. Nuestras reacciones esa noche de lunes se hundían en el pasado más remoto: el viejo shaman de la tribu, el de la medicina infalible, el encantador de serpientes, el adivinador del porvenir, iba a trabar singular combate con un rival joven y casi desconocido.
El rito cumplió su función: José Mana Aznar llevaba dentro de sí el fuego de la ambición, era capaz de poner en peligro a un temido campeón. Tras el primer debate, Aznar es un candidato efectivo a la presidencia del Gobierno de España.
El lunes que viene, en la prueba definitiva, esperamos los votantes algo más que un cuerpo a cuerpo. En el momento más vacío del debate pasado, González prometió como remedio para la crisis: una de esas políticas de rentas que nunca han funcionado, el pensamiento de una reforma del mercado de trabajo y una vuelta del aprendizaje; y Aznar, una rebaja de los tipos de interés, una congelación de impuestos y confianza, mucha confianza. Anguita diría: "Humo dentro y lluvia afuera".
En realidad, no nos interesa, oír el programa de González. Alfonso Guerra exhibía hace poco un inmenso panel de medidas: "Si no quieres taza, pues tazón y medio". Sólo queremos saber si el candidato Aznar traería alivio y mejora.
Acuérdese David de cómo ganó Clinton ante las cámaras a ese aceptable presidente que era Bush: prometiendo medidas concretas y claras. Queremos oír de Aznar qué hará con el mercado de trabajo, si piensa retrasar la edad de jubilación, si dejará alguna empresa pública sin vender, cómo va a conseguir que la peseta encuentre su nivel, cuándo introducirá el bono escolar, si va a aumentar la capacidad de elección sanitaria, su modo de contener el endeudamiento de las autonomías, qué piensa proponer en Europa, cómo va a reformar el Código Penal.
Tras recomendar a González que desempeñe su futuro papel de líder de la oposición menos demagógicamente que contra UCI), deberá José María enumerar las medidas más importantes que piensa aplicar en los primeros 100 días de su mandato. ¡Pero que no sean las de Clinton!
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