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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La 'derecha' clásica

¡Que no vengan los mismos que expresamente -o con implícito regocijo- llaman a EL PAÍS diario gubernamental, imputando al PSOE la responsabilidad -y el honor- de ser la izquierda! En España, desde Carlos III -esto era antes una finca familiar-, salvo el lamentable y errado paréntesis que supuso el periodo del Frente Popular, solamente ha habido alternancias entre una derecha más timorata y otra más desvergonzada. Con claro predominio de los que mejor se entendían con los poderes fácticos, por otra parte.Hubo un tiempo relativamente reciente en que, contra la derecha que se reconocía en la dictadura de Franco -y contra sus hijos o nietos, que se aprestaban a recoger la herencia-, militó una izquierda encarnada en gente que, además de reivindicaciones laborales o agravios políticos que reparar, tenía unos ideales sociales y unos códigos éticos que sobreponían críticamente a los modos imperantes en economía, sociología o religión. Esta gente, numerosa y más seducida que convencida, trajo al PSOE después de haber respaldado, con el aliento contenido, la complicada operación de la transición.

Hoy ya no hay izquierda ideológica en España: basta ver los cocederos de mariscos, atestados de trabajadores. que no están en paro, con sus familias y amigos, en Getafe, en L'Hospitalet o en Huelva. 0 los hipermercados, llenos de gente en chándal, con carros atiborrados los fines de semana. 0 los actos universitarios en que estudiantes desinformados aplauden visceralmente a unos e insultan a otros... Lo que aún podría llamarse izquierda está representado en unos pocos poetas e intelectuales que -esperemos- se mantienen puros, en cuatro voluntaristas que se empeñan en nadar contra corriente, en algún visionario, algún nostálgico, algún viejo agraviado. Y todos ellos enemistados entre sí, como, por otra parte, ha ocurrido siempre en la izquierda.

Sin embargo, la derecha clásica sigue existiendo. Son los mismos, o por herencia familiar o por fría elección de una opción de vida que -lo tienen muy claro- consideran ventajosa para ellos. Y es esta gente la que busca el provecho de los más fuertes a costa de los débiles, el predominio de los poderosos, la selección implacable de los más capaces, porque saben que, en términos generales -y bien se ha encargado la historia reciente de demostrarlo con el desplome económico del mundo comunista-, la riqueza se genera por estos caminos. Y porque, sabiéndose más fuertes o mejor preparados, suponen que los traumas y padecimientos los soportarán los otros.

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Mi conclusión es que los más no debiéramos jugar el juego de los pocos -cada vez más, es cierto- privilegiados. Que debiéramos, mientras el juego democrático permita que el número de votos o el consenso determine las orientaciones y soluciones políticas, arrimar el ascua a nuestra sardina, hoy bastante escuálida, por desgracia.

Y someto finalmente a la consideración de sus lectores unas ideas: si lo que salga de las elecciones del 6 de junio es un respaldo fragmentado a distintas opciones, lo que menos nos conviene es que esta fragmentación sea tal que PP y partidos conservadores vascos, catalanes, cántabros, aragoneses o andaluces puedan configurar una mayoría parlamentaria con la que gobernarnos y explotarnos más. No nos conviene tampoco que una coalición de este tipo se fragüe alrededor de un partido moderadamente de derechas como el PSOE, aunque esto sería menos malo. Pero lo que realmente podría ser mejor para los españoles sería que, o el PSOE gobernase en solitario, con el apoyo y la consiguiente supervisión de partidos situados más a su izquierda -CDS, IU, etcétera-, o que gobernase con el PP, lo que le obligaría a definirse como representante de la izquierda última.-

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