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FERIA DE SAN ISIDRO

Una mansada

El trapío de los toros de Alonso Moreno era irreprochable, mientras bravura no tenían ninguna. Salió la corrida mansa, reservona y de feo estila. Sólo hubo un toro que se pudo torear con cierto reposo, el segundo, y a ese lo instrumentó Morenito de Maracay unos redondos de buena factura. Los dan las figuras, y a estas horas ya se estaría diciendo que habían recreado el arte de, torear.Morenito no es que recreara el arte de torear, pues algo de pico utilizó en esos redondos, y para ligarlos descargaba la suerte, pero esa es, exactamente, la ventaja que se toman las figuras recreadoras y míticas, sin que las pongan el menor reparo. Naturalmente tampoco se lo hacen a los mismo toros. Un toro con el trapío y la catadura de los alónsomoreno es imposible que se lo encuentren en parte alguna.

Moreno / Alcalde, Morenito, Campuzano

Toros de Alonso Moreno de la Cova, con trapío, mansos de feo estilo.Paco Alcalde: media estocada caída (silencio); dos pinchos, estocada corta descaradamente baja y tres descabellos (gran bronca). Morenito de Maracay: estocada contraria y descabello (ovación y también pitos cuando saluda); estocada ladeada perdiendo la muleta (ovación y también algunos pitos cuando saluda). Tomás Campuzano: pinchazo, media estocada ladeada y dos descabellos (silencio); estocada delantera (palmas). Plaza de Las Ventas, 23 de mayo. l6ª corrida de feria. Lleno.

Los toreros modestos, en cambio, raro será que se encuentren en parte alguna esos toruchos que disfrutan las figuras. El mercado del toro esmirriado y tontorrón está copado en exclusiva. Siempre fue así, por otra parte. En toda la historia de la fiesta, lo normal era que las figuras escogían y el sobrante se quedaba para el pelotón. Sin embargo había un decoro, un prurito de dignidad profesional, torería en suma, e incluían alguna corrida dura también. Podía ser la de Miura. De manera que al contratar sus actuaciones en un abono de categoría -Madrid y Sevilla, por ejemplo-, recababan las dos o tres divisas de mejor juego, y, además, la de Miura. Se trataba de demostrar que tenían recursos artísticos y lidiadores para todo, y así legitimaban su mando.

El mando lo legitiman ahora las figuras exigiendo borregos. Y de tal guisa va tirando la fiesta, tan mediocre, tan aburrida, tan escasa de estímulos y vacía de competencia. Tomás Campuzano venía de torear en Sevilla los miuras, que seguramente no querrá ni recordar cómo salieron: gigantescos, descastados, peligrosos. Y para compensar, le metieron en Madrid con los alonsomoreno, que unían mansedumbre al trapío. Todos los esfuerzos de Campuzano para hacerlos embestir -y lo probó en el tercio y en los medios; dando distancia y citando en corto; con la izquierda y con la derecha- resultaron baldíos. El último recurso habría sido gritar "¡Samurai!" y colgarse de un pitón. Pero se duda que le hubiese servido de nada. Si acaso, para que lo pusieran el año próximo con la de Alonso Moreno otra vez.

Paco Alcalde lo entendió mejor. Fiel a la máxima filosófica más vale huir que perder el chaleco, emprendió un desordenado macheteo con sus toros reservones, sin someterlos previamente a probatura alguna. En realidad, nada había que probar. Arrepuchados, escarbones, aplomados e inciertos, intentarles cualquier pase habría sido correr un riesgo innecesario,y una pérdida deliberada de tiempo. Ahora bien, eso era lo que precisamente le reprochaba el público; que no lo intentara; que renunciase a demostrar la evidencia. Al publico, la obviedad, es que le priva.

Morenito porfió voluntarioso al quinto, que se quedó tullido después de tirar por los suelos al caballo de picar, al gallardo varilarguero y a su coquetón castoreño. Antes banderilleó Morenito haciendo la suerte muy en corto, lo cual es cosa meritoria, y al segundo toro de la tarde le quebró junto a tablas un par de dramática resolución, que enardeció al público.

La suerte de banderillas, curiosamente, provocó los momentos más emotivos de la corrida. Hubo un soberano par de Jesús Delgado ganando la codiciosa e imprevista arrancada del cuarto toro, y dos valentísimos de Pedro Mariscal al tercero, que lo llegó a entrampillar, afortunadamente sin consecuencias. También pudo ser la tarde de los picadores, dada la dureza de los toros, mas prefirieron tirar por la tangente y se dedicaron a descuartizarles los lomos traseros. Cierto que los toros tenían casta mansona y eran carne de matadero; pero no así.

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