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MADERA DE LEY

"Hay demasiada gente mayor en la policía"

Francisco Peregil

El zapato puntiagudo se abre paso por la plaza de Lavapiés. Desgasta un 43 de marca inglesa, traje gris de rebajas y EL PAÍS en el bolsillo. Algún día dejará de leerlo por el trato "exquisito" que, según su punto de vista, se le otorga a la oposición y a los "renovadores de la nada". Son las diez de la mañana. Mira a los balcones, canas tendidas al sol; abajo, en las aceras, se alinean ya los primeros muñones en busca de dinero. Al rato enfila la cuesta hacia su comisaría de paredes blancas que albergaron en tiempos reuniones civiles conspiratorias para el 23-F.

Sube las escaleras estrechas ha cia el despacho. Saluda a la imagen de Rousseau, abre un cajón buscando algún parte de incidencias y encuentra aquel anónimo que deslizaría un su bordinado por la puerta la mañana en que el comisario debutó en Mediodía:"En la inspección de guardia, el ciudadano tiene que es perar mucho tiempo, sobre todo en los relevos. El trato al ciudadano deja mucho que desear".

"En la comisaría nunca se ve a los inspectores dar ejemplo de trabajo (nadie ve nunca a un inspector detener a un delincuente)".

"Hay demasiados policías haciendo labores burocráticas e inútiles, con horarios cómodos y mejor mirados que los curritos",

"Lo poco que se hace en la comisaría lo hace la escala básica".

"Mala imagen en los alrededores de la comisaría. Algunos se pasan más horas en el bar que en la oficina".

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No le dio más importancia de la que se merecía; ni menos. Por eso mismo emprendió cambios tempraneros. Aquella semana se apresuró a instalar un cuadro de Juan-Jacobo Rousseau y la Carta de los Derechos Humanos, algún aparato antiguo de fotografía y poco más.

El jefe de grupo llama a la puerta. Dos choros [ladrones] colocaron una navaja en la tráquea al periodista ése famoso de los toros. A él y a la mujer les han quitado un abrigo de piel, un reloj "de esos lujosos" y bastante dinero. Uno de ellos tenía el labio mirando al cielo.

Corren otros tiempos. Sirlas [atracos], tirones a los viejecillos del barrio, carteristas en la Estación Sur, denuncias por ruido elevado... Todo, afortunadamente, menos heroico que hace 15 años. Entonces alguien tenía que jugarse su puesto para filtrar una foto de torturados o redactar panfletos para democratizar el cuerpo, y ese alguien se parecía mucho a Félix Alonso. Ahora está solo. Ve muchas razones por las que seguir luchando, pero no encuentra apoyo. Después le destinarían a la comisaría de Universidad, por donde mataron a unos viejos que no tenían enemigos, tan sólo algún dinerillo ahorrado. Él y sus hombres destaparon el caso de la asistenta envenenadora en Melilla. Tiempos más alegres, también, los de la comisaría de Universidad. Hacía más sol en esa zona.

Jóvenes en la comisaría

Si no fuera comisario de distrito, le gustaría desgastar el sillón de director general de la Policía para cuajar las ideas que alberga en la cabeza. Potenciaría el trabajo de la comisaría en detrimento de los gabinetes de estudios, que se dedican a elaborar y cuantificar el trabajo que se hace en cada comisaría. Procuraría, eso sí, rodearse de gente joven y cree que a gente de 45 o 50 años no se le puede exigir lo mismo. Él, con 44 años, es uno de los más jóvenes de su comisaría.Llega la hora del almuerzo; menú del día, por 1.000 pesetas, en un restaurante próximo. Hace un sol sucio. Los chicos han ido a Méndez Álvaro para vigilar un hipermercado que atrae a los yonquis como moscas. Lo típico: se les pide el carné, se les registra y a otra cosa.

Después, en la mesa redonda, delante de Rousseau y con algún jefe de grupo, los de la básica contarán cómo les fue, y algún jefe dirá: "Un momento, vamos a ver... ¿No tenía uno de esos dos el labio superior para arriba?". Callarán por un momento y el de la básica contestará que sí. A las dos horas, la señora del locutor de toros vendrá a reconocerlos.

Jornada completa. A eso de las ocho igual se mete en la filmoteca. Quiso ser director de cine, pero la policía truncó sus ilusiones. Al salir, riela la luna en la oreja de un gato y detienen a un marroquí en Tirso de Molina. Le quedan dos horas hasta que pueda reconciliarse con Valle-Inclán en un sillón de su casa serrana.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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