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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Críticas

El ejercicio de la crítica ha sido de siempre arte difícil que ha de ejercerse con inteligencia y con mesura, ponderando acidez y gracia y calibrando el público al que se dirige. En dicho sentido, las breves píldoras que a diario despacha don Antonio Albert suelen ser incisivas, ilustrativas y amenas, destacando por su suave ironía y mordacidad. No obstante y por desgracia, mucho me temo que al señor Albert le esté sucediendo con el cine de Carlos Saura lo que es sabido acontece de tanto en tanto a los críticos, y es que terminan por sucumbir a fobias personales que en ocasiones les entorpecen la capacidad de juicio.El virulento ataque con el que se despachó la película La prima Angélica pudo tener sus motivaciones y su humor. Supongo que por juzgar lo sabido por lo manido el crítico evitó mencionar que la citada cinta había recibido el Premio del Jurado del Festival de Cannes, que había sido un éxito nacional e internacional y que, de hecho, es una película emblemática de la lucha por las libertades en España, seleccionada en un par de ocasiones entre las 10 mejores de la historia del cine español. Le pareció más brillante contarles a los lectores de EL PAÍS que el mundo sauriano no le interesa en absoluto, en lo cual estaba en su perfecto derecho.

No obstante, en su segundo comentario vitriólico, esta vez a propósito de Elisa, vida mía, el señor Albert ha pretendido anclar su fobia en información tendenciosa, y se ha equivocado. Al afirmar que la película en cuestión no gozó del apoyo de los espectadores "que se supone irían a verla" (el entrecomillado es mío), habla sin saber o yerra interesadamente. Al intentar objetivar lo muy subjetivo de su crítica olvida que Elisa, vida mía gozó de una estupenda vida comercial, no sólo en España, sino fuera de España. Que figuré durante varios meses entre las películas más recomendadas por la crítica en el Pariscope francés; que fue vendida y estrenada en el mundo entero, elogiada y premiada en varios festivales, y que sirvió de vehículo a Fernando Rey para ganar el premio de interpretación masculina del Festival de Cannes. En fin, que permitió al productor, Elías Querejeta, recuperar ampliamente su inversión, que es de lo que se trata, ¿o no, señor Albert? Afirmar que la película la hizo "solamente para él" (implícitamente afirmando cuán alejado está el director de la potencial audiencia de la película) obvia que a la larga vida comercial del filme en las salas de exhibición hay que unir el sinnúmero de reposiciones en cadenas de televisión.

O el señor Albert no sabe de números, o prefiere arropar su desdén por la cinta en argumentos sin fundamento. Sinceramente, hubiera preferido leerle algún comentario más lucido, donde manifestara su aburrimiento por el cine sauriano desde ese punto de vista subjetivo y personal que es su especialidad.

Pero, en realidad, el motivo de la carta no era el de salir valedor de mi padre, cuya trayectoria profesional se defiende por sí sola, sino el de señalar el peligro de criticar una obra de calidad con argumentos comerciales en muchos casos infundados, amparados en una discutible identificación entre éxito de público y calidad. Descubro en estos comentarios una actitud de descalificación indiscriminada hacia una manera de hacer cine encarnada en una generación de cineastas -llámense Saura, Gutiérrez Aragón, Camús, Erice, Aranda, Armiñán o Suárez- quienes, en tiempos difíciles, a través de la exploración de modelos narrativos no convencionales e historias extraídas de sus propias vivencias personales, legaron a España un patrimonio cultural del que debemos sentirnos herederos y deudores-

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