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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'plan Balladur'

EL PRIMER ministro, de Francia, Edouard Balladur, ha tardado bien poco en tomar con firmeza las riendas de la gobernación del país. Apenas cinco semanas después de jurar el cargo, ha anunciado el rumbo que se propone imprimir a la política económica. Al mismo tiempo, ha levantado la radical oposición francesa al desbloqueo de las negociaciones de la Ronda Uruguay del GATT pactado en noviembre pasado por EE UU y la CE; la cosa no será sencilla, pero se mueve.Simultáneamente, la Asamblea reformaba la ley de nacionalidad, limitando la tradicional expresión de la generosidad de Francia para quienes piden su protección. La reforma de la legislación de la nacionalidad se suma a las que se propone introducir el ministro del Interior en materia de estatuto de extranjería, derecho de asilo, controles de identidad y procedimiento penal. Un bandazo a la derecha que es preocupante y que tiene, tal vez, su manifestación más clara en la supresión por el ministro, Pasqua del Consejo Superior sobre la actividad de la Policía Nacional, encargado hasta ahora de vigilar los métodos policiales. Pero, si el bandazo político-social que pretende el nuevo Gobierno conservador de Francia es preocupante, la severidad del enderezamiento económico que propicia es inexcusable, aunque la graduación de las medidas sea discutible.

Para Balladur ha llegado el momento del ajuste. Lo aplicará sustancialmente sobre el presupuesto. Como se sabía (los socialistas no lo ocultaron nunca), las finanzas públicas de Francia se encuentran en difícil situación. De no actuar rápidamente, el desequilibrio presupuestario podría llegar a los 400.000 millones de francos (más de ocho billones de pesetas) al término de 1993, equivalentes al 5,8% del PIB (en 1992, el déficit fue de 226.000 millones de francos, más de 4,5 billones de pesetas). Este diagnóstico ha llevado a Balladur a afirmar, no sin exageración que ha encontrado a Francia "en la peor situación económica desde la II Guerra Mundial". Y ahora pretende reducir el desequilibrio en las cuentas públicas al 4,5% del PIB para este año, para irlo acomodando a las exigencias de convergencia definidas en el Tratado de Maastricht: su objetivo es que, para 1997, el déficit se haya reducido al 2,5% del PIB.

La receta de Balladur para la austeridad es simple: aumento de la presión fiscal y reducción de las ventajas sociales en un riguroso control del gasto público, sobre el que, a su vez, se impondrán reducciones en algunos capítulos de gran significación social. Subsidiariamente, pretende activar la economía mediante estímulos al sector de la construcción y las obras públicas, las dos grandes áreas en las que el crecimiento lleva aparejado un freno al aumento del paro (que ahora es del 10,7% de la población activa).

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El doble problema que se plantea es cómo conciliar el ajuste presupuestario con la indispensable reactivación de la economía y cómo limitar sus efectos adversos sobre el mercado de trabajo. Por ejemplo, los incrementos impositivos determinarán, según ha estimado el Gobierno francés, una reducción en el PIB del 0,1% para este año. Dicho lo cual, París sólo podrá propiciar las expectativas de recuperación de la economía a medio plazo en la medida en que el plan contribuya a reforzar la credibilidad de sus nuevas autoridades económicas. Entonces, siempre que Alemania siga reduciendo sus tipos de interés, podrán los responsables franceses hacer lo propio con los suyos.

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