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Tribuna:ELECCIONES 6 DE JUNIOCUADERNO DE CAMPAÑA
Tribuna
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Carmen Mitterrand

Carmen Romero estuvo por la noche en la SER. Comenzó con una voz tan menuda que la periodista se apiadó enseguida y le preguntó si se encontraba fatigada por su jornada de campaña gaditana. No estaba fatigada -dijo-, y sí, por el contrario, muy satisfecha de cumplir con sus tareas políticas; ocupación que ahora la compensa de no atender a la enseñanza, a la redacción de ensayos y de traducciones literarias.Muchos ciudadanos y ciudadanas se interrogan por qué Carmen Romero rehuye su papel de segunda dama. La periodista le planteó el caso de una señora culta e independiente como Danielle Mitterrand que, sin renunciar a proclamar sus opiniones tan polémicas como el derecho a la injerencia, sostiene emblemáticamente, junto a su esposo, la representación de la República.

A no pocos españoles es ésta una cuestión, que les va y les viene. Piensan que la presidencia del Gobierno podría haber ganado y ganaría si la imagen se enriqueciera con la presencia de una mujer, dotada, además, con cualidades para multiplicar el atractivo. Se trataría, desde luego, de un efecto iconográfico, pero también de algo más.

Considerando los provechos, Carmen Romero sería políticamente más rentable, en cuanto persona y en cuanto mujer, trabajando en la función de segunda dama que como diputada por Cádiz. Y si se trata de rehuir adornos por reflejo, más artificial parece su puesto de congresista que de esposa.

Su leal propósito de seguir una carrera política al margen de Felipe González es tan enternecedor como imposible. Y, siendo así, ¿por qué no escoger la opción que proporcionaría más beneficio al Gobierno y a su propio partido?

La respuesta de Carmen Romero, aquilatada durante años, se sintetiza así: "Cada cual es como es, y yo soy de este modo. Si tratara de comportarme de modo contrario a lo que siento no saldrían las cosas bien". ¿La señora Mitterrand? "Se trata de una generación distinta". La generación Romero, a lo que se deduce, impele a separar distintamente quién es uno y quien es otra en cualquier terreno y sin excepción. ¿Es ésta una lección de feminismo? Las feministas podrán juzgarlo. Quienes carecemos de ese código tropezamos con dificultades de interpretación. Sólo progresamos introduciendo hipótesis de revistas femeninas.

Ayer mismo, Carmen Romero desempeñó una estratégica labor relacionada con la presidencia. Desde la hora en que se conoció el importante coeficiente de devaluación, él pésimo índice de precios y las cuantiosas cifras de desempleo, su marido permaneció oculto. Ella, sin embargo, mantuvo su cita en la radio y respondió con gallardía creciente a las cuestiones más duras. Respuestas que, por descontado, nadie le escuchó ni como ex diputada ni como candidata gaditana. Y ella, encima, lo sabe.

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