Decepción
En pocas ocasiones una decisión tan anticipada llega a causar la perplejidad, y, en cualquier caso, la decepción que ha originado la última devaluación de la peseta.Tras las dos devaluaciones anteriores (de un 11% en total), el tipo de cambio de mercado de la peseta frente al marco alemán no sólo se encontraba más próximo al considerado como referencia del de equilibrio (el que satisface la paridad del poder adquisitivo), sino que se veía acompañado por una evolución favorable de nuestras cuentas exteriores.
A pesar de esos mejores fundamentos, el mantenimiento en niveles relativamente elevados de los tipos de interés sobre los activos financieros denominados en pesetas, en un contexto de graduales descensos en los de los principales países europeos, trataba de contribuir a reforzar la asimilación por los mercados de esa voluntad de las autoridades españolas en defender el tipo de cambio de mercado de la peseta de presiones que pusieran en peligro el límite inferior de fluctuación asignado en la disciplina del Sistema Monetario Europeo (SME).Ese compromiso por la estabilidad cambiaría pretendía imponerse a unas expectativas progresivamente contaminadas por el ambiente preelectoral, y, en consecuencia, propiciadoras de la cesión ante las presiones de los mercados de divisas, sin con ello, además de conseguir la reclamada reducción de los tipos de interés, se ponía en evidencia el fracaso del empeño numantino del Gobierno y del Banco de España.
En ese pulso nos hemos dejado una parte considerable de ese stock de reservas de divisas acumulado durante una época no menos excepcional que la presente, aunque ya distante, en que la peseta era exhibida como la moneda.más fuerte de Europa.
Anterior fortaleza
Desde su incorporación al mecanismo de cambios del SME hasta el pasado jueves apenas hemos tenido ocasiones de contemplar el tipo de cambio de mercado de nuestra moneda, significativamente por debajo de su tipo central frente al marco alemán.
Disponía, sin embargo, de prácticamente un 6% para desplazarse por la parte inferior de la banda de fluctuación asignada; un margen que, a pesar de su carácter excepcional en el seno del SME (todas las monedas excepto el escudo portugués disponen del 2,25% en torno a su tipo central), y, por tanto, transitorio, era considerado necesario para que nuestras autoridades monetarias dispusieran de un margen de maniobra y una flexibilidad que apenas han llegado a utilizar.
Los mercados, por tanto, habían sido educados, en una fortaleza de nuestra moneda que tenía en el nivel de sus tipos de interés su fundamental explicación. Cualquier deslizamiento del tipo de cambio de mercado hacia su tipo central frente al marco originaba respuestas del Banco de España vendedoras de divisas.
Los mercados lo aprendieron pronto y sus agentes más activos asimilaron esas pautas en la adopción de posiciones especulativas: en su pulso frente al Banco de España. El mantenimiento de una situación tal sería tanto más complicado cuanto más explícitas fueran las diversas dificultades para mantener ese relativamente elevado precio del dinero o /y más próximas al agotamiento estuvieran las reservas de divisas.
La asimilación de esa experiencia es una de las pocas ventajas que depararán los episodios del jueves. Al más amplio caudal de decepción se incorpora el eventual daño causado a la credibilidad del Banco de España y la contribución de esa devaluación a subrayar la dualización en el seno del SME y, por extensión, de la más ambiciosa transición a la Unión Económica y Monetaria.
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