Los conservadores británicos sufren el peor reves electoral de los últimos 20 años
Los conservadores británicos sufrieron el jueves el peor bofetón electoral de los últimos veinte años. Perdieron con estrépito el escaño de Newbury, que habían ganado cómodamente en las elecciones generales del año pasado, y fueron literalmente barridos en las elecciones locales en los condados de Inglaterra y Gales. En cuanto se conocieron los resultados, ayer por la mañana, el grupo parlamentario tory exigió al primer ministro, John Major, cambios urgentes en el Gabinete. Major admitió que el electorado había rechazado "inequívocamente" a los conservadores.
Para hacerse una idea del descalabro tory, hay que tener en cuenta que los condados del sureste de Inglaterra eran un feudo conservador desde su creación, hace más de un siglo. En Dorset, por ejemplo, habían gobernado ininterrumpidamente desde 1889. El jueves no sólo perdieron Dorset, sino otros 16 condados. Acudieron a las urnas con mayoría absoluta en 18 de los 47 condados. Ayer sólo les quedaba uno, Buckinghanishire.Los liberales-demócratas fueron los principales beneficiarios de la advertencia lanzada al Gobierno por los electores del sureste, el tradicional bastión tory, pero en términos globales el Partido Laborista se erigió en la primera fuerza política local en Inglaterra y Gales. Del total de votos, un 41% fue para los laboristas, un 31% para los conservadores y un 23% para los liberales-demócratas.
Tan grave como el resultado de las elecciones locales, y con mayor incidencia política a corto plazo, fue el de la elección parcial de Newbury. La recientemente fallecida Margaret Chaplin obtuvo el escaño para los tories en 1992, con una ventaja de 12.000 votos. El jueves, los electores entregaron el escaño en bandeja al candidato liberal-demócrata, David Rendel, quien logró 22.000 votos más que el nuevo aspirante conservador. La estrecha mayoría conservadora en el Parlamento queda reducida de 21 a 20 diputados.
Las causas del descalabro son dos. Una, la larguísima recesión, que el público identifica directamente con el canciller del Exchequer (ministro de Hacienda), Norman Lamont, y cuyo final aún no se percibe en el bolsillo del ciudadano. Dos, la terrible división abierta en las filas conservadoras por el Tratado de la Unión Europea: el espectáculo de Margaret Thatcher, lady Thatcher, tronando contra Maastricht y contra la política europea de su sucesor, John Major, unido a la rebelión euroescéptica en los bancos tories del Parlamento, han hundido al Gobierno en el nivel de popularidad más bajo registrado nunca.
Efectos de la derrota
Las consecuencias de la derrota fueron inmediatas. Sir Marcus Fox, presidente del influentísimo Comité 1922, que agrupa a, todos los parlamentarios conservadores sin cargo en el Gobierno, exigió "cambios urgentes" en la composición del Gabinete.Aunque no citó nombres, sir Marcus Fox apuntó hacia el responsable de la economía, Norman Lamont, al que otros diputados mencionaron como "principal culpable" de los males que afligen a los tories.
La actitud de Lamont en la campaña de Newbury, vanagloriándose de su gestión y diciendo que no se arrepentía de ninguna de sus decisionero, fue "un insulto a los electores", dijo el diputado sir George Gardiner.
En las agrupaciones locales conservadoras se culpaba al Gobierno por el fracaso en los condados y existía una animosidad similar contra Lamont y el Gabinete en general. "Nuestros dirigentes locales han pagado, sin merecerlo, una factura que correspondía al Gobierno", admitió un portavoz del Ministerio de Administración Local.
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