Un mundo aparte
S. S. M..,Las ciudades secretas del complejo nuclear militar siguen siendo un mundo aparte. Algo ha cambiado en los últimos dos años, porque ahora sus inquietantes nombres, compuestos por el de la ciudad más cercana y una cifra, se pueden leer de cuando en cuando en la prensa y, aunque sigan sin aparecer en los mapas, algunos ciudadanos del país empiezan a saber dónde están. El accidente de Tonisk-7 ha acabado de sacarlas a la luz. Pero aún son un mundo desconocido.
Algunos de los pocos periodistas que han logrado entrar en las ciudades secretas coinciden en señalar que allí las cosas han cambiado mucho menos que en otras partes de Rusia. No sólo porque se mantengan en lugar preferente las estatuas de Lenin -también fuera, incluida Moscú, quedan muchas- o porque la avenida del Comunismo no haya cambiado de nombre. También porque siguen siendo ciudades limpias y ordenadas donde un acto delictivo es aún un acontecimiento y los quioscos callejeros, el auténtico símbolo del cambio económico, apenas han empezado a aparecer.
Muchos de sus habitantes, que ahora ven reducidas las cortapisas a viajar por el país, están convencidos de que lo mejor es seguir viviendo en esos lugares.El núcleo centralEl núcleo central del complejo, su cerebro, son las dos ciudades en las que viven los diseñadores de cabezas nucleares y los ingenieros que hacen los prototipos: Arzamás-16 y Cheliábinsk-70.
En la primera, situada a unos 400 kilómetros de Moscú, fue donde un equipo encabezado por Kurchátov construyó la primera bomba nuclear rusa, que estalló en 1949. Pero la ciudad fue enseguida duplicada, para evitar que un accidente descerebrara el complejo y, sobre todo, para garantizar la continuación del programa nuclear en caso de una invasión extranjera.
Cheliábinsk-70 está 1.000 kilómetros más allá, en los Urales. Un tercer motivo, comúnmente admitido, es que las autoridades estalinistas quisieron crear un segundo centro con personal enteramente de étnia rusa, sin la proliferación de judíos que había en Arzamás- 16.
Rápidamente, al calor de la guerra fría, surgieron las demás, hasta completar la decena, todas en territorio de la Federación Rusa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.