Guerrero dirige la victoria española
El fútbol tiene un alma misteriosa: España exprimió a Irlanda en os saques de esquina y en la pelota alta, donde los británicos son maestros. Éstos, no. El equipo de Bingham sólo tiene los defectos del fútbol atlántico. Les queda el empuje, pero el resto de su juego es inexistente. Sin clase y con mucho desprecio por el balón, los irlandeses se adelantaron, pero tuvieron que admitir su inferioridad. España tuvo la entereza para sobreponerse al golpe. Su contestación fue rápida y sorprendente, con tres goles más lógicos de la escuela británica que del repertorio local.Detrás de la piel de los goles quedó un protagonista, Julen Guerrero. El. juvenil tiene aura, ese toque indefinible que supera las limitaciones de un jugador. Guerrero demuestra que en el fútbol es más importante la velocidad de ideas que la ligereza de piernas.
Guerrero confirmó su clase, pero el abogado de Clemente fue Julio Salinas, el jugador más heterodoxo del fútbol español. Salinas arregló el partido con los dos primeros goles y ganó un poco del, crédito que le faltaba. Frente a Irlanda añadió alguna cosa más.
Su cabezazo en el segundo gol no figura en el libro de Salinas, un ariete que niega la evidencia de su altura con una debilidad notable en el juego alto. Pero el partido discurría contra corriente, y Salinas dejó aquel cabezazo más propio de los arietes clásicos que de este futbolista ilógico e inesperado.
La respuesta de Salinas fue necesaria para recuperar el hilo perdido del encuentro. Los irlandeses habían marcado pronto, un gol muy seco que dejó un aire de conmoción en el estadio. Contra todo pronóstico, España reacción con gran sensatez. Lejos de perderse en un fútbol atropellado, tocó y tocó. Los huecos aparecieron y pronto se observó que el partido era para la selección española. Hierro sólo manejaba una velocidad y se le veía muy previsible en su juego, pero el jugador madridista tuvo una presencia muy digna en el partido. Apenas perdió la pelota y siempre tuvo una mirada vertical. Y como siempre, se presentó con su euforia habitual en el área. Así marcó el tercer gol, que firmó con un remate duro.
El segundo peldaño del juego era todavía mejor. Aparecía Guerrero, siempre desequilibrante, tanto para pasar como para llegar. Los goles fueron la consecuencia inmediata de la superioridad española, aunque vinieran por el lado inesperado: por alto y en dos saques de córner. El segundo gol representó mejor que ninguno el encuentro.
Los jugadores españoles comenzaron a mover la pelota con paciencia, de derecha a izquierda y vuelta a empezar, en los tres cuartos de cancha, así hasta que irrumpió el hombre libre por la derecha: Ferrer. El lateral español se descolgó con un pase alto, suave, de buena factura, que resolvió Salinas con un cabezazo.
El tono vital del encuentro bajó en el segundo periodo. El partido estaba decidido. El debate estaba en la grada, donde los aficionados pasaban factura a Clemente por algo que el entrenador nunca ha dicho. La hinchada pedía más partidos para Sevilla y le reprochaba a Clemente una supuesta campaña contra el público local.
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