_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Paz por territorios

El articulista analiza las distintas posiciones de quienes, a partir de hoy, volverán a sentarse en la mesa de negociaciones de la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo, en Washington, y señala, como mayor riesgo para el futuro de la misma, las diversas presiones que los grupos radicales ejercen sobre los palestinos.

El día 14, en Egipto, Isaac Rabin anunció el reconocimiento por su Gobierno de la Resolución 242 de la ONU como base de negociación con Siria, con vistas a una solución definitiva para el problema de los territorios ocupados. Es, sin duda, el giro más radical impuesto a la política exterior israelí desde la Guerra de los Seis Días, y el comienzo de la realización de la consigna agitada desde hace años por la izquierda pacifista del Estado judío y por la izquierda occidental menos cerrilmente proárabe: "Paz por territorios".Para quienes cuestionan el derecho mismo a la existencia del Estado de Israel, esto no altera nada: si no hallaron razonable ni justo el Decreto de Partición, dificilmente vean razón o justicia en el restablecimiento de hecho de sus términos; perseverarán en el propósito de "echar a los judíos al mar".

Para los sionistas ultramontanos, convencidos de que el retorno a las fronteras de 1948 representa una derrota sin compensación alguna para Israel, y de que lo correcto, políticamente hablando, es negociar sin abandonar un solo palmo del terreno conquistado en 45 años de guerra, la decisión del Gobierno Rabin tampoco hace variar gran cosa: se limitarán a acusar a las autoridades de entregar al enemigo un espacio que estiman bien ganado.

La izquierda interior israelí, en cambio, se lo juega todo a esta carta: la validez de sus análisis, su credibilidad intelectual y moral, y aun su supervivencia, se verán gravemente cuestionadas si la fórmula es rechazada y los palestinos escogen proseguir con el enfrentamiento, demostrando la teoría de los halcones del Likud respecto de la falta de voluntad política pacificadora de la parte árabe.

Hasta ahora, lo que parecía obvio ha revelado no serlo tanto.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Gesto de buena voluntad

El hecho de que Rabin hiciera su declaración en Egipto indicaba la orientación básica de su política: la disposición israelí a concertar la paz, sea con el conjunto de los países árabes hostiles, incluido un potencial Estado palestino, sea con cada uno de ellos por separado, como lo hicieron en su día Begin y Sadat. La postura de los otros participantes en las conversaciones de paz en Washington -Siria, Líbano y Jordania- es más previsible que la de los palestinos.

Hace ya largo tiempo que Hafez el Asad dice estar dispuesto a tratar el asunto si se guarda una "relación directa entre la amplitud de la paz propuesta por él y a la amplitud de la retirada israelí del Golán"

El destino de los altos del Golán condicionará todas las decisiones de Jordania, acosada por la falta de agua.

Líbano es, en la práctica una provincia siria, con un alto grado de conflictividad interior y con una zona invadida por el Ejército israelí, y ello determina su actitud en la mesa de negociación.

Los tres países muestran interés en alcanzar un acuerdo de paz y son favorables a la reanudación de las conversaciones. No se puede decir lo mismo de los palestinos; al menos, no de todos los palestinos.

Dos de las organizaciones integradas en la OLP, el FDLP (el Frente Democrático de Liberación de Palestina) y el FPLP (el Frente Popular de Liberación de Palestina), liderados respectivamente por Nayef Hawatmeh y por George Habache, afirmaron que las declaraciones de Rabin no suponían novedad alguna, que eran decepcionantes. Esas manifestaciones, desde luego, fueron hechas en nombre propio, y no en el del conjunto de la OLP. Arafat, que se reunió con Mubarak después de Rabin y escuchó de boca de éste el elogio de la buena voluntad de la Administración Clinton, eludió pronunciarse. Cabe pensar que él, personalmente, se inclinaría por la negociación, pero que en ello se encuentra enfrentado a buena parte de sus asociados. También Hamás presiona sobre él, negándose a participar en el proceso de paz.

Inquietud

La afirmación de Faisal Huseini de que "una reanudación del diálogo sin que los palestinos hayan logrado un éxito de cara a Israel provocará una guerra civil en todos los territorios ocupados entre la OLP y Hamás" inquietó inclusive a los sirios.

Ello no significa que Hamás no entienda como un triunfo el que Israel lleva a Estados Unidos una batería de concesiones inconcebibles en los días de la Conferencia de Madrid, sino que no está interesada en la paz. La lista de Rabin comprende el acatamiento a las Resoluciones 242 y 338 de la ONU; la repatriación en un plazo breve de los deportados -no sólo los de Hamás, sino todos los expulsados desde 1967- y la promesa de no recurrir a expulsiones sino en casos extremos; la negociación del estatuto definitivo de Gaza y Cisjordania, que implica el control por un consejo palestino autónomo, de futura formación, del agua, la policía y la justicia; la anticipación de las elecciones generales en Cisjordania y Gaza; el levantamiento de limitaciones burocráticas a los habitantes, de la presencia militar en los territorios y del bloqueo económico a los mismos, a un ritmo determinado por el avance de las negociaciones. No es un programa despreciable, y abre la puerta a la constitución inmediata de un Estado palestino, pero ni Hamás ni algunos de los miembros de la OLP lo estiman suficiente.

El proceso parece probar que el cambio de "paz por territorios" no era la esperada panacea, y que el proyecto central de las organizaciones palestinas no es tanto el establecimiento de un Estado propio (cuyas características se desconocen: ¿república islámica?) como la liquidación del de Israel (recordémoslo: el único de modelo democrático en Medio Oriente) y/o el mantenimiento de un foco bélico permanente en la región. De ser así, la izquierda israelí -y las izquierdas occidentales en general, si aún les queda la honestidad necesaria para ello- debería replantearse el tema.

es escritor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_