Los genios del 'pedestralismo'
Sólo llegaron 3.500 y el primero no fue un español, sino el eslovaco Martin Vrabel. Pero a ellos -ellos, porque sólo 120 chicas se inscribieron- lo que les importa es llegar, porque 600 se quedaron por el camino. Bajo la lluvia, quedaba lejano por la mañana el Retiro, que era adonde -tras los 42 míticos kilómetros- tenían que volver. Gritaron "adiós" a sus familias y salieron a las 9.30 en punto, rumbo a los primeros kilómetros, los más ligeros. Sus mujeres y sus hijos se metieron en e metro y les esperaron en la Puerta del Sol o en el lago de la Casa de Campo.Entre la masa de atletas, algunos suscitaron la admiración, como Juan Matas, de Benicasim (Castellón), que corrió la prueba descalzo. "Es la primera vez que corro así en Madrid, lo aguanto bien porque estoy acostumbrado a correr sin zapatillas", decía. También dejaron boquiabiertos. a todos los tres sevillanos de Coria del Río, que disputaron la prueba corriendo sobre el interior de un aro que hacían rodar. Juan Antonio comentaba que eso se llama pedestralismo. "Lo más dificil es mantener el equilibrio y estar 42 kilómetros pisando la circunferencia que tiene sólo 10 centímetros de ancho yOtros, como Andrés, un pastor de Aranjuez, afrontó la prueba corriendo con boina, chaleco, garrota y un zurrón sobre el que llevaba colocado el dorsal. Algún gracioso le gritó: "¿Dónde te has dejado el ganado?". "Yo no quiero llamar la atención", decía él, "sólo participo en la prueba de la forma más cómoda".
El muro final
Tras atravesar la Casa de Campo, kilómetro 31, los atletas inician el tramo final, el más duro, que coincide con el conocido muro psicológico que puede influir negativamente en los corredores hasta provocarles la retirada, ya que la mente puede quedar tan bloqueada como las piernas. Antonio, de 40 años, fue uno de los que llegó a la meta en coche escoba porque se vio afectado por ese maldito enemigo de los corredores que es el calambre. "Nunca me había pasado, pero este año con el frío y la lluvia me he sentido un poco flojo, estoy decepcionado pero no pasa nada".
Sin embargo, la mayor parte de los atletas que ayer participaron en el maratón sí alcanzaron la gloria al pasar por el reloj, en el kilómetro 42, envueltos de emoción. Fernando, que ayer terminó por primera vez sus 42 kilómetros seguidos, lloraba de felicidad: "Es una sensación inexplicable, es el día más feliz de mi vida. Esto es increíble. Sobre todo el tramo final ha sido inolvidable". Fernando bajará hoy las escaleras despacio y con dificultad. Serán las secuelas de la carrera. Alguien le preguntará qué le pasa y él responderá: "Ayer acabé un maratón".
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